domingo, 13 de agosto de 2023

''El viento era contrario''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


El evangelio de este domingo XIX del Tiempo Ordinario nos presenta el pasaje tan conocido de la tormenta en la que se ven envueltos los discípulos de Jesús el Mar de Galilea, y que tanto nos dice también a nosotros en los momentos de dificultad. Para aquellos que hemos estado en Tierra Santa y hemos surcado ese inmenso lago, tenemos claro en la mente el lugar donde aconteció este hecho. Pero sin duda, para todos, este texto se ha convertido en un referente para interiorizar en los peores momentos que pasamos desde aquella noche imborrable en la que el Papa Francisco en una Plaza de San Pedro vacía, con todo el planeta atemorizado por la pandemia y confinados, desde casa le escuchábamos proclamar este episodio sobre el que nos hizo unas bellísimas reflexiones para aquel fatídico momento en que no sabíamos qué iba a pasar. Pudiéramos pensar que la pandemia ya ha pasado y con ella los peligros, pero no es así, a nuestra existencia no suele faltarle las tormentas.

Una primera idea a meditar sería sobre la presencia del Señor en nuestra propia vida. Y esto nos viene muy bien ahora que estamos a punto de celebrar la Solemnidad de la Asunción de María. El autor del texto nos explica los pormenores de la situación donde lo discípulos se suben a la barca y se alejan de tierra mientras Jesús primero se queda con la gente para después subir al monte a orar. Y en plena noche viene la tormenta, y los discípulos hacen frente a ésta con miedo pues Jesús no estaba físicamente con ellos. Temieron por sus vidas, titubearon en su fe, y en medio de aquella vicisitud Cristo mismo se acerca a ellos caminando sobre las aguas. A veces nos ocurre a nosotros, pensamos que estamos sólos ante el peligro, ante las desgracias, ante nuestras tormentas; no es así, Jesús está a nuestro lado aunque le pensemos ausente, que duerme, que está a sus cosas sentado a la diestra del Padre o se encuentra en su cielo al margen de mis angustias. En absoluto, aquí vuelve a ocurrir lo de Emaús; no somos capaces de reconocerlo y ver con los ojos del alma que está a nuestro lado, que camina a mi vera e incluso sobre las aguas si es necesario para no dejarnos sólos. 

La Iglesia, formada por santos y pecadores es esa barca zarandeada. A lo largo de estos dos mil años ha tenido momentos de calma y tormenta, pero nunca se ha ido a pique a pesar de los errores "ad intra" y de los ataques promovidos "ad extra". Nuestra Iglesia Católica posiblemente no viva su mejor momento, es verdad; ha vivido tiempos mejores, pero también otros muchísimo peores de los que nos tocan a nosotros hoy. Y pese a todo se mantiene a flote dado que el Señor no nos deja de su lado... En el evangelio Pedro vuelve a mostrar su temor, no está seguro de si es realmente Jesús o un fantasma, por eso dice «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.». Esto nos pasa a todos, no acabamos de convencernos de que Jesús va estar ahí cuando nos haga falta, cuando tengamos que ir al hospital, cuando vengan mal dadas, cuando todo lo veamos cuesta arriba. Como católicos no puede faltar en nuestra vida la unión a Pedro que hoy se llama Francisco, y que con sus errores y aciertos quiere llevar la barca de Pedro a las aguas en calma. 

El evangelista nos regala otra pincelada preciosa para explicar por qué cuando la barca estaba aún empezando a adentrarse en el mar ya se veía sacudida por el oleaje sin haber tormenta, y es que nos matiza el motivo: ''porque el viento era contrario''. Iban contracorriente, por eso seguir a Jesús se volvió peligroso hasta el punto de costar la vida. Hacerse discípulo del Nazareno suponía tenerlo prácticamente todo en contra menos lo más importante que era la vida eterna, lo único que tendremos seguro si sabemos renunciar al resto de ofertas que nos hacen. Estas palabras han de llenarnos de esperanza; cuando se rían de nosotros, nos sintamos en minoría o pensemos que todo nuestro entorno es oposición, recordemos que también los vientos fueron contrarios para los apóstoles, al igual que para tantos católicos que dieron, dan y darán su vida por confesar la fe en el Resucitado. Hoy se recuerda en Barbastro (Huesca) el martirio de los 51 religiosos claretianos, entre ellos el ovetense Beato Juan Díaz Nosti. La persecución religiosa fue terrible en esa diócesis aragonesa: fue martirizado el obispo, la mayoría de su clero, religiosas y este numeroso grupo de jóvenes novicios claretianos cuya historia es un reflejo de cómo el creyente es capaz de amar y perdonar incluso a sus propios verdugos. 

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