lunes, 28 de agosto de 2023

El funeral del lunes en las fiestas de Santa Isabel. Por Rodrigo Huerta Migoya

Una realidad perdida en el tiempo fue el funeral solemne el lunes siguiente de las fiestas por los socios, directivos y fieles difuntos de la Cofradía de Santa Isabel y de la parroquia de Lugones. Antaño, era uno de los actos centrales de las fiestas, pues suponía dedicar un hueco de los días festivos a tantos que otros años participaron y disfrutaron de estos festejos y ya no están entre nosotros. Para algunos quizá hoy suene extraño hablar de una misa de difuntos dentro de un marco festivo que se supone debe ser alegre, pero precisamente esta eucaristía en sufragio de los que ya no están no es para entristecer, sino para consolar y dar ánimo, dado que lo único que se puede hacer por un difunto es recordarle y rezar por él tratando de ayudarlo en la situación en que se encuentre su alma -y la cual desconocemos- ofreciendo por ello en el marco de una fiesta cristiana la Santa Misa. 

Cuando las familias se reúnen el domingo de las fiestas a comer en torno a la mesa, vienen los de fuera que ahora viven lejos pero que sienten Lugones en su corazón; cuando en torno a la cena del bollu o la comida en la calle del lunes se agrupan los parientes como una buena piña es imposible en algún momento de ese encuentro -normalmente en la sobremesa- no acordarse de las ausencias que se van evidenciando con el paso del tiempo. Todos conocemos esos comentarios: aún el año pasado estaba aquí; cómo le gustaba a ella la fiesta, como se echa en falta su voz...

Si uno bucea en los portfolios de fiestas de años atrás descubrirá que la misa del lunes -día llamado del cofrade, del socio, del bollu-... venía incluso mejor indicado ese funeral que la misa del domingo, aún siendo ese el día grande. Mientras la misa de Fiesta eran unas líneas las que se le dedicaban, siempre una página entera era para recordar la celebración del funeral del lunes, y, por si fuera poco, se incluía hasta finales de los años ochenta y principios de los noventa una octavilla de un color llamativo de menor tamaño donde la directiva de la sociedad de fiestas rogaba la asistencia a la misa exequial del lunes. 

Desconocemos los motivos por los cuales esta tradición que venía ya del siglo XIX fue cayendo en el olvido y dejó de organizarse, tanto por la Sociedad de Festejos como por la Parroquia. Sobre ésta se han dicho varias cosas imprecisas que me gustaría aclarar: en primer lugar es completamente incierto ni que el párroco anterior la quitara por parecer poco el donativo que daba la comisión, como también es erróneo que actualmente se haya recuperado porque la actual Sociedad de Festejos haya llegado a un acuerdo económico con el párroco actual. Ni en un caso ni en otro hubo nunca motivación económica. Creo que la desaparición del funeral del lunes ocurrió sin mala intención de nadie y por un cúmulo de circunstancias: cambió de directiva y equipo organizativo en la sociedad de fiestas -creo que era presidente saliente Ignacio Pérez Fernández-, cambio de párroco que acababa de llegar hacía un año y quizás nadie le puso al corriente del evento, omitiéndose así la celebración y cayendo en el baúl de los recuerdos. La última vez que se celebró este funeral fue el 1 de septiembre de 1997.

Desde que D. Joaquín está al frente de la Parroquia se ha recuperado esta celebración por un mero hecho de justicia: no sólo no es malo recordar a los que ya no están, sino como dice el libro de los Macabeos ''es una obra santa y piadosa''. Así todos los lunes de la fiesta a las seis de la tarde se celebra en nuestra Parroquia un solemne funeral con órgano e incienso. Al respecto de este tema afirmó el sacerdote local: ''Uno podría prescindir de ésto, pues al fin y al cabo no son mis muertos, sino los vuestros; pero precisamente porque son vuestros muertos y yo soy vuestro pastor, para mi los considero también propios''. La fecha exacta en que se retomó esta misa exequial del lunes de las fiestas fue el 28 de agosto de 2011 manteniéndose en la actualidad. 

Hubo aspectos muy bellos en el modo de funcionar, tanto de la Cofradía del Carbayu como la de Santa Isabel, prestado especial importancia a los fallecidos. Se publicaban cada año las listas de fallecidos desde la última fiesta indicando no sólo el nombre, a veces hasta la edad y el día del óbito e incluso el barrio o calle en la que vivían, y por ejemplo, en lugar de darles el bollo y botella de vino se engregaba a la familia el dinero exacto del estipendio que suponía entonces encargar una misa por ese fallecido, o incluso la misma Cofradía encargaba a la Parroquia las misas que a parte del funeral general por todos los cofrades, se debía aplicar por cada uno de ellos. 

En diciembre de 1965 al actualizarse los estatutos oficiales de la Cofradía de Santa Isabel respecto a los difuntos, se dejó claro lo siguiente: 

Art. 26 (Del Capítulo VII): ''Al fallecimiento de cada socio la Cofradía entregará a sus derechohabientes una cantidad equivalente a la aportación de 0,50 pesetas por socio. Quedan exceptuados de este beneficio los socios menores de siete años''... ''En cualquiera de los días siguientes al último domingo de agosto, la junta directiva señalará aquel en que se ha de celebrar una misa funeral por todos los socios fallecidos durante el año''. 

Art. 28 (Del Capítulo VII): ''Al fallecimiento de algún socio, los primeros recibos que se pasen al cobro después del óbito irán incrementados con los cincuenta céntimos que se entregan a los familiares del finado''. 

Gracias a Dios, tras catorce años en el olvido, se ha recuperado otra tradición lugonense en memoria de los antepasados y mayores del lugar que durante más de cien años, y que era necesario restaurar. Como afirmó Benedicto XVI valorando las misas de difuntos en unas palabras del Ángelus del 5 de noviembre de 2006:

''Es una ocasión propicia para recordar en la oración a nuestros seres queridos y meditar sobre la realidad de la muerte, que la así llamada "civilización del bienestar" a menudo trata de borrar de la conciencia de la gente, totalmente inmersa en las preocupaciones de la vida diaria. En realidad, el morir forma parte del vivir, y esto no sólo al final, sino, si se considera bien, en cada instante. Sin embargo, a pesar de todas las distracciones, la pérdida de una persona amada nos hace redescubrir el "problema", haciéndonos sentir la muerte como una presencia radicalmente hostil y contraria a nuestra vocación natural a la vida y a la felicidad.Jesús revolucionó el sentido de la muerte. Lo hizo con su enseñanza, pero sobre todo afrontando él mismo la muerte''.












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