sábado, 23 de noviembre de 2013

Reflexiones a la Palabra

 
1ª) ¡Sálvate a ti mismo!
En el relato evangélico abundan las escenas en que Jesús es presentado como el salvador de muchos, tanto en el orden físico como en el orden moral. Los fariseos y las autoridades judías no estaban demasiado predispuestos a reconocerlo. Con esos gestos Jesús mostraba su poder sobre la naturaleza y sobre las personas. Provocaba en el pueblo la admiración, el reconocimiento y la acción de gracias. Esos gestos eran signos de la realidad de Jesús oculta en una verdadera humanidad. Eran destellos de su señorío oculto en la humildad de la carne, de la realidad humana (Mc 6,1ss; 5,41; 2,7; Lc 7,16). Jesús aparece en los relatos evangélicos como alguien siempre desconcertante y que suscita preguntas inquietantes. El Dios escondido en la humanidad de Jesús inquietaba y atraía a la vez. La condicional si eres entraña a la vez un matiz de desprecio, desdén o indiferencia y a la vez una actitud de sorpresa e inquietud ante lo imprevisto que no puede ser dominado y alcanzado. Recuérdese que las tentaciones que nos han transmitido los evangelistas Mateo y Lucas, enmarcadas durante la estancia de Jesús en el desierto, comienzan también con la expresión si eres... En ambos casos se trata de una verdadera tentación para escudriñar y poner a prueba a Jesús a fin de que se aparte del mesianismo verdadero y acepte un mesianismo nacional y temporal. La realeza de Jesús y su mesianidad verdaderas, están escondidas y puestas a prueba.
 
 
2ª) ¡Este es el rey de los judíos!
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Este es el Rey de los judíos. El detalle de la triple lengua responde a la situación política, social y cultural de Palestina en tiempos de Jesús. El rótulo resumía la causa de la condena. Lo había llevado Jesús como un sambenito colgado al cuello mientras recorría el camino hacia el calvario. Ese hombre ha sido condenado por tenerse a sí mismo o pretender ser rey de los judíos. Y eso estaba perseguido por los dominadores romanos que sofocaban duramente cualquier brote de mesianismo político. Así terminarán todos los que pretendan arrogarse o presentarse como reyes o como mesías. Sólo hay un rey, el César. La historia y el proyecto de Dios se encuentran sorprendentemente: ése que está crucificado es realmente el rey de los judíos e Hijo de Dios. Está escondido en esa humanidad maltratada. ¡Sorprendente forma del actuar de Dios!. Dios ejerce su realeza desde la cruz. Esta idea la comparten, cada uno a su manera, los cuatro evangelistas. Ya en el proceso encontramos otra expresión de esta ironía. Pilato coloca a Jesús en el lugar donde se sentaba el juez romano para dar sentencia. No insistiremos lo bastante en esta forma de presentar los evangelistas la realeza de Jesús, muy desconcertante entonces y muy desconcertante en todos los tiempos. Desde el punto de vista narrativo juegan hábilmente entre la ironía y la realidad. Y consiguen un efecto narrativo de alto valor. Desde el punto de vista del proyecto salvador se entreteje el rechazo de los hombres y la oferta generosa de Dios. Desde el punto de vista teológico se mueve entre la kénosis y la exaltación. Juan sintetizará al máximo este encuentro paradójico, pero real, cuando con una misma expresión dice las dos cosas a la vez, exaltación –húpsosis–: Jesús es elevado de la tierra en la cruz y Jesús es elevado de la tierra a la gloria propia del Unigénito del Padre que envía el Espíritu. Es necesario acostumbrarse a esta forma tan singular y peculiar (y tan verdadera y real) de presentarnos la realeza de Cristo.
 
 
3ª) ¡Más allá del sufrimiento resplandece la gloria!
Esta escena y este diálogo han llamado siempre la atención. Narrativamente es expresiva y de significación profunda para entender lo que está ocurriendo en el Calvario. Nótese en primer lugar la insistencia del narrador en hablar del "Mesías" en el marco de la crucifixión; y, en segundo lugar, la insistencia en el tema de la "salvación" en ese mismo marco. El narrador quiere dejar bien clarificada su intencionalidad. Y esta intencionalidad es reafirmar al final, en la cima de la vida de Jesús, algunas de sus preocupaciones: Jesús es verdaderamente el Mesías y Jesús es verdaderamente el Salvador del mundo. Esta última realidad la deja suficientemente expresada en las dos obras escritas por él (evangelio y Hechos). Que Jesús es el Salvador de todos los hombres lo manifiesta en estos dos relatos hasta convertirlo en una especie de columna vertebral de su narración y de su comprensión teológica de la persona y obra de Jesús. No es fácil discernir bien lo que solemos llamar la situación vital en Jesús mismo, la situación vital de la comunidad y la situación vital del evangelista. Es decir, es muy difícil acceder a lo que ocurrió realmente en el Calvario o si estamos leyendo el relato de un hecho con su interpretación pos-pascual propia de la comunidad iluminada por el Espíritu y propia del evangelista iluminado también por la experiencia de la comunidad y por el Espíritu. En todo caso, estamos ante una desconcertante y misteriosa realidad: la realeza real de Jesús entendida y presentada en la humillación de la cruz y en medio del rechazo de su pueblo y del sufrimiento.
El buen ladrón alcanza a comprender la maravilla que se está produciendo en el calvario (representaría al creyente que, después de la Pascua, sabe que la cruz no es un fracaso, sino la realización del proyecto salvador de Dios). El lector de hoy se encuentra a la vez con el acontecimiento histórico y su interpretación. Cristo es Rey en la cruz porque es la expresión suprema del amor liberador y humanizador de Dios. El Dios escondido y el Rey escondido descubierto por la luz del Espíritu que hace clamar al buen ladrón: Acuérdate de mí cuando vengas como rey (porque yo estoy seguro de que tú eres rey realmente). Y Jesús responde a él y a quienes quieran adherirse a esta fe que rebasa y trasciende el escándalo de la cruz y se apoya en ella: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Hoy se abre el paraíso para el hombre, porque hoy se restablece la comunión de lo humano y lo divino que fue el proyecto de Dios original al crear al hombre (conforme a la simbología que encontramos en los relatos de Gn 2). Es posible la libertad, la comunión y la felicidad para la humanidad en una vida sin fin. Y esto sucedió en la cruz gloriosa de Jesús resucitado.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

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