lunes, 8 de diciembre de 2025

Purísima: Potuit, decuit, ergo fecit. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Día grande en nuestra Patria, al celebrar esta Solemnidad de la Inmaculada Concepción, Patrona de España y verdad de nuestra fe. Sí; no estamos ante una beatería ñoña, por mucho que algunos se empeñen en "predicar" o escribir para criticar este dogma. Únicamente demuestran que sus mentes son muy limitadas para comprender la grandeza de Dios que se evidencia en este gran misterio y que ciertamente nos sobrepasa. El pueblo fiel, "el sensus fidei" -especialmente nuestros antepasados- defendieron con uñas y dientes que María fue concebida sin pecado original, que estamos ante la toda Pura, la que fue preservada de toda mancha de pecado. En el siglo XV ya había en España cofradías de la Inmaculada, capillas, ayuntamientos, parroquias y pueblos enteros pidiendo que se reconociera que María no era cualquier mujer, sino la Purísima. Este verano me pasaron audios de una sobremesa qué, ciertamente no me sorprendió, donde sacerdotes y seglares de Gijón discutían sobre ello cuestionando o negando el dogma: los seglares lo defendían absolutamente. No han cambiado mucho las cosas; las palabras del Beato Duns Escoto y que algún año ya he referido en este día, son la aclaración perfecta a toda duda sobre este misterio: "Potuit, decuit, ergo fecit"; es decir, Dios ''podía hacerlo, era conveniente que lo hiciera, y lo hizo'' como bien argumentó este gran franciscano. También hubo clericalismo en este tema de María Inmaculada; lo hubo y lo hay, un pueblo sencillo que la reconoce y un clero que no siempre ha sabido ver cómo Dios sigue ocultando sus misterios a los "sabios y entendidos" para revelarse a la gente sencilla. El dogma de la Inmaculada fue reconocido por el Papa Pío IX en 1854; para los españoles se tardó mucho, cuando nosotros ya la llamábamos así cuatrocientos años antes. Y es esta defensa de la Inmaculada la que nos ha permite hoy el privilegio de usar los ornamentos litúrgicos de color azul. Aquí en Asturias también tenemos lugares dedicados a este misterio de Nuestra Señora: la parroquia de la Purísima de Gijón, el Monasterio de las Clarisas de Villaviciosa, el Convento de las Agustinas de Somió... Y el amor a esta Madre se pone de manifiesto en estos días en que todo el orbe católico vive con especial sentimiento la Novena y el día propio de nuestra Reina. También en Roma, los españoles somos identificados con la Inmaculada, como la imagen que luce en la Plaza de la embajada española -Plaza de España- que este día es adornada con flores por los bomberos romanos. 

Ayer mismo, en su Vigilia en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Oviedo, casi mil personas, entre ellas muchísimos jóvenes y niños del Camino Neocatecumenal presididos por el Arzobispo de Oviedo, un obispo latinoamericano y más de treinta sacerdotes, celebraron en su Víspera el dogma de María Inmaculada hasta más de media noche. También en muchísimas parroquias de la geografía española y asturiana será hoy un día grande. El trasnochado e ideologizado clericalismo ramplón de chándal y zapatillas, volverá a ser crítico, seguro, en sus alocuciones para sus sordas abuelas y en sus iglesias vacías...

Muchos recordamos aquel último viaje del Papa San Juan Pablo II en 2003 a Madrid, la última visita del queridísimo Papa polaco a nuestro suelo patrio, donde ya no vimos a aquel joven que nos visitó en 1982 por vez primera; era un anciano débil, pero con la mente aún muy lúcida. Sus palabras tanto en la vigilia de Cuatro Vientos como en la eucaristía en la Plaza de Colón, siguen siendo de absoluta vigencia y actualidad. Sus últimas palabras antes de subir al avión sonaron a despedida definitiva: "¡Hasta siempre, tierra de María!"... Pero yo quisiera rescatar otra frase suya que debe interpelarnos hoy: "España evangelizada, España evangelizadora, ese es el camino". No nos avergoncemos de la fe que hemos recibido y llevado a tierras hermanas, pues en estos momentos en que nuestra tierra vive también un duro golpe de secularización y persecución beligerante de la fe, tenemos que reconocer que muchos de nuestros conventos, seminarios, monasterios y parroquias siguen caminando gracias a la sabia nueva de aquellos que antaño evangelizamos y ahora nos devuelven aquella gracia, recordándonos lo grande que ha sido España en la historia del anuncio de Cristo a los hermanos. Hay muchos países que hoy están de fiesta: Filipinas, Argentina, Méjico, Brasil, Chile, Corea del Sur, Nicaragua, Paraguay, Perú, Paraguay, El Salvador... Y en muchos, además de ser el día de la Inmaculada y la fiesta Patronal, es el día de la madre. Y lo celebran así porque nosotros les enseñamos a vivirlo de esta forma, lo que debe llevar a preguntarnos si no habrá sido el capitalismo salvaje -que diría el Papa Francisco- el que nos ha llevado a renegar de nuestras tradiciones en favor del marketing. Pero las modas pasan, lo mismo que las ideologías; el que no pasará nunca es Cristo, ni María dejará de ser Inmaculada por mucho que algunos algunos "teólogos" en alpargatas y "mariólogos" de guayabera se empeñen en defender lo contrario. 

En muchos de los países aludidos se interpreta la Marcha Real Española, y otros lugares se canta en estos días el himno del "akáthistos", un texto antiquísimo del rito bizantino que afirma ''Ave, rescate del llanto de Eva, Ave, salud de Adán que cayó (...) ¡Ave, Virgen y Esposa!''...

 El evangelio de este día ciertamente emociona; si vamos al texto en griego es más sorprendente aún el saludo del arcángel Gabriel: κεχαριτωμένη (kecharitōménē). No se refiere este término a una mujer sin más; hasta decir ''llena de gracia'' se queda pequeño; es más bien la que ha sido eternamente colmada de la gracia divina. La palabra del Ángel que viene de parte de Dios nos desvela este misterio de la Inmaculada. No hay duda de que desde el primer segundo de su existencia fue ''la sin pecado'', como así la llaman y representan los andaluces abriendo sus procesiones. Contemplar a María Purísima nos lleva a descubrir lo que en Ella Dios ha hecho maravillas, como así canta la liturgia en este día: ''Porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia''. Pero ante todo esto, también debemos hacernos una pregunta: ¿Qué sentido tiene celebrar a la Inmaculada hoy en un mundo donde la pureza es ridiculizada y la sexualidad “se convierte en entretenimiento” -como ha afirmado el Papa León XIV-?. Pues ante todo ha de ser un día para la alegría y el ánimo; puede ser una jornada bellísima para dejarnos llenar de esperanza, y al igual que hizo el Señor maravillas en María también las hará en nosotros si sabemos decir no al pecado y sí a la gracia. Si Dios hizo posible el milagro de preservar a María de todo pecado, también hará imposible que nosotros caminemos hacia el cielo y la santidad.

Quiero terminar mi reflexión haciendo alusión al patronazgo de la Inmaculada sobre España, y al suceso del milagro de Empel que algún año ya referí y que tuvo lugar en 1585 en la llamada "guerra de los ochenta años", cuando los soldados de los Tercios españoles en Flandes sitiados y en minoría, hallaron cavando una trinchera para protegerse una tablilla de la Inmaculada en la noche del 7 al 8 de diciembre, ocurriendo el prodigio de que las aguas de río Mosa que los sitiaba, y ante la expectación burlona de las naves de los neerlandeses, se helaron, pudiendo sorprender en la noche a los enemigos... Desde entonces la Inmaculada ha sido tenida por Patrona y principal protectora de España, declara oficialmente así en 1644 y Patrona del Arma de Infantería y de otras tantas realidades del ejército español. Toca, por tanto, todo 8 de diciembre pedir por nuestra Nación, por su ejército, por la paz, por la prosperidad de España y por su salud espiritual... 

Así quiero concluir con una oración que Benedicto XVI pronunció un día como hoy en el año 2010: ''¡Gracias, oh Madre Inmaculada, por estar siempre con nosotros! Vela siempre sobre nuestra Ciudad: conforta a los enfermos, alienta a los jóvenes, sostén a las familias. Infunde la fuerza para rechazar el mal, en todas sus formas, y de elegir el bien, aun cuando cuesta y comporta ir contracorriente. Danos la alegría de sentirnos amados por Dios, bendecidos por Él, predestinados a ser sus hijos. ¡Virgen Inmaculada, dulcísima Madre nuestra, ruega por nosotros!''

No hay comentarios:

Publicar un comentario