miércoles, 10 de diciembre de 2025

Muere Alfonso Ussía, un católico que entendió la misión de los Papas y por qué son «vilipendiados»

(Rel.) El maestro del columnismo español Alfonso Ussía Muñoz-Seca (Madrid, 1948) falleció en Madrid la mañana de este viernes 5 de diciembre a los 77 años de edad. Era nieto del dramaturgo Pedro Muñoz Seca, autor de La venganza de Don Mendo y asesinado en Paracuellos del Jarama en 1936.

Periodista, columnista y escritor, comenzó escribiendo poesía satírica desde muy joven, al tiempo que leía y aprendía casi de forma autodidacta.

Aunque la mayor parte de su carrera como columnista la pasó en el diario ABC, trabajó para los periódicos La Razón, Diario 16 y Ya, y las revistas Las Provincias, Litoral y El Cocodrilo, siendo director de esta última. Desde 2021 hasta su muerte fue colaborador de El Debate.

A lo largo de su dilatada carrera colaboró en numerosos programas radiofónicos y de televisión. Creó, además, numerosos personajes humorísticos, como Floro Recatado o el Marqués de Sotoancho.

Entre sus títulos más célebres, casi todos superventas, figuran Manual del ecologista coñazo (1992), los tres volúmenes del Tratado de las buenas maneras que publicó en los años 90, o sus críticas al zapaterismo en Crónicas del desastre, además de la docena larga de libros sobre las correrías del Marqués de Sotancho, editados entre 1998 y 2020.

Casado con María del Pilar Hornedo Muguiro, tuvo tres hijos, uno de los cuales, Alfonso J. Ussía, sigue sus pasos como columnista en ABC.

Alfonso Ussía proclamó siempre su fe católica y numerosos artículos suyos defendieron a la Iglesia y sus principios, sin perjuicio de que en otros criticase comportamientos políticos o eclesiales de sus representantes.

Con motivo de la renuncia o muerte de los últimos Papas, escribió algunos artículos que evidencian la solidez de sus creencias y su comprensión de la misión divina del pontificado y del rechazo que suscita entre quienes aborrecen la religión.

Reproducimos a continuación tres de ellos.
El Papa [ante la renuncia de Benedicto XVI]

Soy un cristiano católico de seis Papas. Pío XII, vilipendiado. Juan XXIII, vilipendiado. Pablo VI, vilipendiado. De Juan Pablo I, al que no tuvieron tiempo para vilipendiar. De Juan Pablo II, vilipendiado y escarnecido porque su sola palabra, su resistencia y su fuerza nacida de la humildad y el espíritu, derribó el Muro y la mentira que gobernaba al mundo oprimido. Y Benedicto XVI, vilipendiado por su hondura teológica, su espiritualidad y su amor por los más humildes y necesitados.

No he entendido nunca la importancia que conceden a los representantes de Cristo en la tierra los que no creen en Cristo ni en sus representantes. Una obsesión que devora sus argumentos para que terminen en convertirse en meros peleles de su animadversión. El Papa ha anunciado su renuncia porque le faltan fuerzas físicas y espirituales para seguir sirviendo a Jesucristo. Y los que más critican al Papa son los que desprecian a Jesucristo, al Papa y a la Iglesia. Se lo tendrían que ver.

Pío XII fue un gran Papa, inmerso en los años más duros y sangrientos de Europa. Era como un junco sabio y fuerte. Se le ha acusado de todos los crímenes morales y éticos. De ser partidario de los nazis. Hoy, los historiadores reconocen su incansable labor en pro de los judíos, de los perseguidos, de los desheredados.

Juan XXIII representó la simpatía, la espontaneidad. Promovió el Concilio Ecuménico Vaticano II. Fue el Papa popular, amigo, sonriente, bueno, sencillo. Dios ante todo.

Pablo VI, la bondad arrancada de la Curia. Más político, inteligente, pero siempre amparado en su condición de Padre de todos.

Juan Pablo I, tan breve que hasta los más adversos le mantienen la simpatía del olvido. Se topó con un mes de borrascas imprevistas. Falleció con el susto del buen párroco que de golpe se topa con la inmensa responsabilidad de su roca. No le dio tiempo para nada. Cuando supe de su muerte, llamé a mi madre, muy religiosa. "Mamá, el Papa se ha muerto"; y mi madre, sorprendida respondió: "¿Otra vez?"
Juan Pablo II, el gran creyente de la Iglesia perseguida, alejado de la curia, el viajero, el ser humano que más amor ha recibido de cuantos han viajado por la piel de la tierra. Su palabra derribó el Muro, venció al comunismo sin más armas que su fe. El Papa viajero, herido , perseguido por la KGB, atormentado por el dolor físico que siempre superaba. Llegó de la tortura y nos enseñó a todos cómo el mejor Papa puede ser también el más valiente de los hombres.

Y Benedicto XVI. El intelectual, el hombre del saber profundo y grandioso. Siempre Dios antes que la música, a la que ensalzó como vehículo imprescindible de la serenidad que se precisa para alcanzar las nubes del infinito. El Papa de la espiritualidad y la inteligencia. Vilipendiado por nacer alemán en tiempos en los que ser alemán no se consideraba aceptable. El Papa del amor a los necesitados, del reclamo a la revolución de las conciencias, de la elementalidad suprema ante el Misterio. Se nos marcha, que no nos abandona, el Padre admirado que convierte en sencillez toda la grandeza de su sabiduría y su caridad. Se refugia, después de ser el jefe espiritual de miles de millones de personas diseminadas en todo el mundo, en un humilde y solitario sacerdote que reza en su soledad por todos nosotros, y por la paz. Por todos, he escrito, con especial amor, por los que lo desprecian. El Papa ha decidido, por su cansancio, que rezar por el mundo desde el amor de Dios es más importante que ser el Papa.

Lo sabía [ante la muerte de Francisco]

Tengo para mí que lo sabía o intuía. Su esfuerzo durante la Semana Santa le ha rendido la vida. Ha visitado el hospital en el que estuvo casi dos meses librando su lucha contra la muerte. Ha estado con una treintena de presos en la prisión de Regina Coelli. Ha recorrido la plaza de San Pedro despidiéndose de quienes pasaban por ahí y de los miles de fieles que acudían a diario al Vaticano a rezar por su salud, ha salido al balcón para bendecir urbi et orbi a todos los cristianos del mundo el Domingo de Resurrección. Y ha recibido con dolorosa discrepancia al vicepresidente de los Estados Unidos, Vance, enviado de Trump, con quien no coincide en sus políticas de inmigración. Y el lunes de la Pascua de la Resurrección, a la 7.35 de la mañana "è tornato al suo Signore".

No me siento con autoridad ni sabiduría para opinar del Papado de Francisco. Los Sumos Pontífices son valorados con el tiempo de la Iglesia que no es el mismo que el del resto de los seres humanos. Ese "Dios Dirá" que acostumbran a pronunciar los cardenales y obispos cuando se sientan en un pequeño aprieto, significa que Dios se ocupará del asunto en discusión en dos o cuatro siglos, porque la Iglesia es, entre otras cosas, la inteligentísima guardiana de la Eternidad.

Mi viejo amigo, el extraordinario embajador de España cerca de la Santa Sede -Pablo VI, y Washington, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, me decía que comparar una gestión con los cardenales con los los miembros del Congreso, el Senado y el Pentágono en los Estados unidos, no tenía color. Otro gran embajador político, Francisco Vázquez -Benedicto XVI-, ante la Santa Sede, coincide. El tiempo de los americanos, mal que les pese, es el nuestro. El de la Iglesia, hay que permanecer atentos durante dos siglos a que Dios diga lo que Dios dírá.

Y no falta el sentido del humor entre los cardenales. Don Juan De Borbón recibió en la Embajada de España al secretario de Estado de la Santa Sede, al hombre con más brillo de inteligencia en su mirada que he conocido jamás. Eran tiempos del arrebatador y santo súbito Juan Pablo II. En los brindis, Don Juan se deshizo en elogios a la figura de Santo Padre polaco, y en su respuesta, monseñor Casaroli confirmó sus coincidencias con todos los elogios, "no obstante tenga algún defecto". Con curiosidad, Don Juan le preguntó a Casaroli cuál era el defecto del Papa, y éste sonriendo, se lo reveló: "A veces cree demasiado en Dios, incluso para cuestiones mínimas".

Francisco vino a suceder a dos Santos Padres descomunales. La fe del carretero, la fuerza de la resistencia, la libertad en los países comunistas, los viajes alrededor del mundo, y Benedicto, la mística, la inteligencia, las artes y la valentía de resignar su Papado "por no sentirme con fuerzas para seguir representando a Dios en la Tierra". Época de dos Papas.

Francisco, como buen argentino, metió la pata más de una vez por hablar demasiado. Aquello de que no visitaría España mientras estuviera en guerra, no cayó bien por aquí. Pero poco a poco se fue ganando la devoción de los díscolos, aunque sus nombramientos siempre tuvieron que ir acompañados de explicaciones.

Ha fallecido el Papa de la Misericordia. Un día más tarde de la Resurrección del Señor. Estará en la gloria, bendiciendo a los que le criticamos.

Dios dirá.
El Debate, 22 de abril de 2025.

Nada de nada [ante la elección de León XIV]

Lo siento de corazón y me gustaría que mi reflexión de hoy ayudara a serenarse a esa izquierda creyente y menguante y al resto de las izquierdas, que ajenas a Dios, se han convertido en organizadores y asesores de los sentimientos y proyectos del nuevo Papa, León XIV. No es el continuador del Papa Francisco, que en paz descanse. Creo que su fe se acerca a la de San Juan Pablo II y su nivel intelectual al de Benedicto XVI.

Se trata de un misionero, un hombre meticuloso y entregado al estudio y la reflexión. Se trata de un Papa alegre, como Juan XXIII, con un desarrollado sentido del humor. Juan XXIII tuvo una noche de insomnio producida por una decisión dolorosa: "Tengo que hablar con el Papa para que excomulgue a un obispo que ha escrito barbaridades y está en Sudamérica defendiendo e inculcando la violencia. De mañana no pasa que hable con el Papa de este caso. Lo malo es que se me ha olvidado que el Papa soy yo".

Juan XXIII, impulsor del Concilio Vaticano II, fue un Santo padre que siempre tuvo en la mesilla los libros maravillosos de Giovanni Guareschi, y aquella historia de su despiste nocturno era digna del mejor artículo de Guareschi, el escritor que más sufrió y divirtió humanizando las relaciones entre los cristianos y el partido comunista italiano en los años posteriores a la guerra, haciendo simpáticos al brusco y genial párroco Don Camilo, y a su oponente, el alcalde Pepone, que hoy militaría en la Democracia Cristiana. León XIV es así, como su oración misionera.

"Hermanos y hermanas: A ustedes les hablo, sobre todo a los que ya no creen, no esperan, no rezan porque piensan que Dios se fue. A los que están hartos de los escándalos del poder mal usado, del silencio de una Iglesia que a veces parece más palacio que casa. Yo también me enojé con Dios. Yo también vi morir gente buena, sufrir a los niños, llorar a los abuelos sin medicina. Y sí… hubo días en los que recé y sentí sólo eco.

»Pero descubrí algo. Dios no grita, Dios susurra. Y a veces susurra desde el barro, desde el dolor, como una abuela que te da de comer sin tener nada. Yo no vengo a ofrecerles una fe perfecta. Vengo a decirles que la fe es una caminata con piedras, charcas y abrazos inesperados.

»No te pido que creas en todo. Te pido que no cierres la puerta. Que le des una oportunidad al Dios que te espera sin juzgarte. Soy sólo un cura que vio a Dios en la sonrisa de una mujer que perdió a su hijo… y aún así cocinaba para los demás.

»Eso me cambió.

»Así que si estás roto, si no crees, si estás cansado de las mentiras, ven igual. Con tu rabia, tu duda, tu mochila vacía y sucia. Aquí nadie va a pedirte tarjeta VIP.

»Porque esta Iglesia, mientras yo respire, será casa para los que no tienen casa, y descanso para los que están agotados. Dios no necesita soldados. Necesita hermanos.

»Y tú, sí, tú, eres uno de ellos".

En esta reflexión leída ante los suyos, el entonces obispo de Chiclayo se entregó. Navegó de punta a punta el Amazonas peruano, las selvas, los poblados indígenas, y jamás perdió la fe, la caridad y la esperanza. Llenó de esperanza a miles desde la profunda sencillez.

Su política es ser el padre de todos.

Será un Papa revolucionario por sus principios, valores y experiencia.

Y respetando a sus antecesores, será él. No el continuador de nadie y de nada.
El Debate, 16 de mayo de 2025.

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