domingo, 7 de diciembre de 2025

Los truenos de Santa Bárbara. Por Monseñor Jesús Sanz Montes O. F. M.

Dice el refrán que nos acordamos de Santa Bárbara sólo cuando truena, pero en ambientes mineros como los que tenemos en Asturias este recordatorio tiene otras remembranzas. Nos acordamos de esta mártir cristiana cuando celebramos su fiesta en la que tienen un protagonismo nuestros mineros, de los que ella es patrona. Esta semana ha tenido lugar su festividad, como cada cuatro de diciembre. Salimos de la tierra, como dice poéticamente el relato de la creación en el libro del Génesis, y Dios nos formó del barro cuando fuimos llamados por los labios creadores de Dios y sus manos nos modelaron. Cuando el Creador se asomó a su obra la encontró buena y hermosa. La historia de los hombres luego ha tenido su contrapunto modificando ese proyecto con el mal uso de la libertad, envileciendo de tantos modos la bondad del principio y manchando de mil maneras su primigenia hermosura. Ahí están los desmanes que cruzan y ensangrientan los siglos de nuestra historia humana con guerras y violencias, abusos y mentiras, corrupciones y desfalcos. Pero también están el buen ejemplo de gentes aparentemente anónimas que hicieron el bien, fueron honestos y acertaron a dar significado al sudor de su frente con su honrado trabajo, entregando lo mejor de sí con la vida salida de sus entrañas con amor no traicionado.

No obstante, esa tierra de la que fuimos formados, a veces nos puede destruir cuando encabritada y rebelde se aíra con incomprensible enfado como si quisiera reaccionar ante nuestro abuso de ella o nuestro mal cuidado. Pero otras veces, sin que medie explicación alguna vemos que aparecen catástrofes naturales que ponen un halo de misterio que nos deja helados. Catástrofes como las “danas” de las gotas frías, los incendios que nos dejan chamuscados, las erupciones volcánicas que nos sepultan bajo su lava como las avalanchas de nieve y hielo destrozando todo a su paso, o los maremotos y terremotos que todo lo trastocan anegándonos.

En estos lares astures, la Santa Bárbara de este año nos ha traído el recuerdo llorado de los queridos amigos mineros que han fallecido meses atrás en la zona de Cerredo y en la de Cangas del Narcea. Siempre es un misterio la fecha de nuestra muerte y sus circunstancias. Por eso nos sobrecoge cuando llama a nuestra puerta sin cita previa sorprendiéndonos desprevenidos, abatidos y callados ante tamaña tragedia humana. Así lo hemos vivido en las parroquias de nuestras cuencas mineras en esta fecha señalada. Con catástrofes naturales para las que no tenemos explicación cierta, o tejemanejes artificiales que responden a intereses inconfesados, el hecho es que nos determina el llanto y la tristeza el haber perdido a seres muy queridos de nuestras familias y compañeros de trabajo, tantas veces en la flor de sus años.

Cuando van pasando los días y se van secando nuestras lágrimas en su flujo inacabado, no nos abandonamos a un vacío desgarrado que desespera nuestro aliento y ofusca la mirada, pues a pesar del hondo dolor tan intensamente encajado en todas nuestras fibras, nos queda a los cristianos el fiarnos del Señor y pedir por el eterno descanso a quienes él ha llamado en estas situaciones siempre adoloridas. Nos acompañamos en el sentimiento como hermanos, sabiendo que jamás supliremos a quienes abrazamos en sus pesares desconsolados. Pero en ese acompañamiento volcamos nuestro afecto sincero y lleno de respeto, así como la oración de nuestras plegarias por todos ellos con fraterna cercanía, por sus familias, amigos y compañeros. Pedimos que la luz de la esperanza ilumine siempre nuestros pasos, sea cual sea nuestra circunstancia. Y nos encomendamos dulce y filialmente a María, nuestra Santina bendita, siendo ante ella los niños de siempre que encuentran en su regazo materno la paz y el descanso.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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