(De profesión cura) No hermanos, no. No se hagan ilusiones pensando que la superación de esquemas rígidos, y la derrota de esa forma de pensar consistente en que lo blanco es blanco y lo negro negro nos hacen entrar por fin en caminos de libertad y de misericordia. Todo lo contrario. El depende como gran categoría, lejos de ahondar en libertades y ser garantía de una forma de pensar en la que de verdad quepamos todo, en realidad es el arma definitiva de la peor de las dictaduras que, lejos de disponer y aplicar un código de derecho claro y unos criterios, principios y dogmas del todo clarificados, opta por un aparentemente bunismo basado en que en el fondo todo depende, pero que al fin y a la postre se convierte en patente de corso para el que manda.
Me van a permitir un ejemplo.
Supongan, suponer es barato, que mañana se presenta ante un servidor una pareja con ambos dos del mismo sexo, que conviven maritalmente, y que han decidido solicitarme la bendición para su proyecto de vida en común. Pues a ver ué hace uno.
Si me guío por la doctrina secular de la Iglesia y me remito al Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe a un dubium sobre las bendiciones
de las uniones de personas del mismo sexo, de 5.03.2021: “no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo", la cosa es clara: simplemente no.
El problema es que en todos los medios, ayer y hoy, aparece la noticia según la cual el papa Francisco ha dicho que esa bendición es posible en algunos casos, es decir, que hay un depende.
La hemos liado. Porque si a esta pareja que me pide la bendición les digo que no, que no puede ser, lo mismo me tiran de las orejas por poco misericordioso. Claro que si les digo que sí, el pescozón me puede venir porque voy abiertamente en contra de Doctrina de la Fe. ¿Y quién decide lo del pescozón? Quien tenga poder para ello.
Con todo esto, quien más sufre es el Pueblo de Dios que va de Herodes a Pilatos, de Pilatos a Anás, de Anás a Caifás, y de Caifás a Herodes de nuevo pasando por el sanedrín, la sinagoga, las legiones romanas y el ciego Bartimeo.
Hoy comienza el Sínodo de la sinodalidad que nos hará, previsiblemante, ahondar en la fuerza del depende. Fantástico.
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