Avanzamos hacia el ocaso del Tiempo Ordinario en este domingo XXX con dos celebraciones a la vista que son una catequesis del final, o más bien de la meta: la solemnidad de Todos los Santos y la de Jesucristo Rey del Universo; nuestra meta en esta vida -la santidad- y nuestra meta en la otra -participar del reino que no tiene fin-. Hoy el evangelio nos presenta un pasaje que es todo un compendio donde el Señor nos regala el resumen de todos los resúmenes. Nos ha dicho muchas cosas día tras día a lo largo del año litúrgico, y su palabra hoy quiere compendiar todas sus enseñanzas.
Empieza el evangelio como el domingo anterior con una pregunta trampa por parte de los mandamases, si primero -domingo pasado- buscaban ver que decía sobre Roma, ahora querían ver su postura respecto a las leyes judías. El contexto respecto a lo último era delicado, pues no sólo eran muchísimas las normas a cumplir, sino que en el devenir del tiempo fueron surgiendo grupos religiosos muy diferenciados que ponían el énfasis en ser los más y mejor cumplidores. Se sabían las leyes de memoria, y así lanzan esta cuestión: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?». Una presunta duda malintencionada, sí, pero hemos de reconocer que es una pregunta que deberíamos hacernos hoy nosotros mismos: ¿qué es lo más importante en mi vida? Pues a menudo tenemos por primordial lo secundario, y lo principal que ha de ser nuestra vida de cara a Dios es lo que más descuidamos. ¿Cuántos años vivimos con las personas que queremos aquí en la tierra? ¿sesenta, ochenta, noventa...? ¿Cuántos calculamos vivir con Dios?... Sin duda bastantes más, y muy posiblemente lo preparemos bien poco.
El Señor responde con unas palabras que todos conocen muy bien como judíos practicantes y fieles: "Shemá Israel Adonai Elohéinu Adonái Ejád", que así comienza: "Recuerda Israel que el Señor tu Dios es solamente uno", y a continuación vienen las palabras en las que se detiene Jesús: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Pero no se queda ahí su respuesta, y les resuelve y anticipa algo que ni han preguntado, pues el Señor es así; siempre va más allá. Les desvela cuál es el segundo mandamiento más importante, el cual ya lo añade Él: el mandato del amor, el mandamiento nuevo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Pueden parecernos difíciles de conjugar, y ciertamente lo son, pero ahí está el esfuerzo diario que hemos de hacer en amar a Aquél que no vemos en aquellos que vemos. De nada sirve amar mucho a Dios y ser incapaz de amar a los que tengo a mi alrededor; igualmente el que el que no ama a Dios difícilmente podrá querer en plenitud a los demás, pues no ha descubierto al amor de los amores. Y es que "el hombre no puede tener a Dios como Padre -decían ya los antiguos escritores cristianos- si no tiene también a la Iglesia como madre".
Tenemos presentes dos realidades por las que hemos de orar intensamente en estos días sin falta: la Paz en el mundo con la mirada en Oriente próximo, Ucrania y otros tantos lugares donde las armas aún no han guardado silencio o se hacen presentes como el necio lenguaje humano de los que no aman a Dios ni al prójimo. Y hemos de encomendar a la Iglesia que peregrina en España, que vive desde hace tiempo una auténtica persecución mediática y social. Cuando no hacen un documental sobre religiosas que supuestamente robaron bebés, aparecen en un batiburrillo en bruto sin medida ni rigor miles de sacerdotes abusadores; o de pronto los monjes de la Abadía del Valle de los Caídos son enemigos de la democracia y deben ser expulsados, o los profesores de religión sobran de la educación y son hostigados, acosados y discriminados como si no fueran trabajadores, o lo fueran de segunda... Los fariseos de nuestro tiempo y los hijos de las tinieblas son expertos oportunistas en cortinas de humo teniendo como acostumbrado "sparring" a la Iglesia... Veamos también en todo esto la realidad de la advertencia que nos hizo Jesús: "Bienaventurados los perseguidos"; "mirad que os envío como ovejas entre lobos"... Pero el Señor nos dice de nuevo: ¡no temáis! "Yo he vencido al mundo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario