(Rel.) Una de las características de la estrechez mental es no saber distinguir. La cuestión se agrava cuando, además de pensar de esta manera, se habla o se escribe en consecuencia.
Esta consideración puede aplicarse a una idea que circula con frecuencia y que se suele darse por cierta sin mucho examen. Podría enunciarse de esta manera: “Los críticos del capitalismo son comunistas”.
La falta de distinción se encuentra tanto en lo que se entiende por capitalismo como en la reducción a “comunistas” de los críticos del capitalismo.
¿Qué es el capitalismo? Teniendo presente que “ni el capital puede subsistir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital” (León XIII, Rerum novarum, 15), puede definirse al capitalismo como “un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía” (San Juan Pablo II, Centesimus Annus, 42). Esta modalidad esencial del capitalismo, evidentemente, no puede ser criticada. No obstante, tanto desde una perspectiva teórica como histórica, existe “otro capitalismo”, es decir, “un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso" (id.). También resulta evidente que este “otro capitalismo” no sólo puede sino que debe ser criticado.
De esta manera, puede apreciarse que el problema no es el capitalismo en sí mismo considerado –es decir, el sistema económico en el cual los sujetos que ponen el capital y los que realizan el trabajo son diferentes– sino el espíritu que lo anima y que, por lo tanto, lo hace o no criticable. La historia indica que, a medida que se avanzó en la descristianización de la sociedad durante la Edad Moderna, el orden económico fue tomando más preponderancia al punto de que, al menos en el Occidente, la finalidad del lucro se impuso a la procuración del bien común político. Sin la saludable regulación moral y religiosa tanto a nivel social como individual, la economía se constituyó en el principal motor de las sociedades.
Por otra parte, los críticos del capitalismo no pueden reducirse a “los comunistas”. Por cierto que ellos lo hacen. Frente a los diversos desórdenes producidos por la ideología liberal –uno de cuyos aspectos es el económico– resulta lógico que haya habido reacciones. En este sentido, un documento ejemplar en cuanto a la prevención frente a la falsa respuesta y la enseñanza de la verdadera es la Rerum Novarum (1891) de León XIII. En este documento, por demás equilibrado, llama la atención la reprobación que se formula respecto del socialismo y, sobre todo, la sólida propuesta que se hace del orden social de acuerdo al derecho natural y cristiano como remedio a los males que se siguieron –y se siguen también hoy– del liberalismo. Por esto, los únicos que critican al capitalismo inspirado por el liberalismo no son los comunistas. Del modo más eminente, lo hace la Doctrina Social de la Iglesia y por las mejores razones.
Por último, consigno dos observaciones. La primera es que los partidarios del capitalismo liberal que se ofenden ante cualquier crítica y que simplifican en “los comunistas” a sus objetores, parecen confiar en que existe un sistema económico perfecto sin fisuras que, obviamente en su caso, es el capitalista. Otro tanto postulan los marxistas en la línea de su inspiración ideológica.
La segunda es que hay una premisa implícita típicamente moderna en sostener que criticar el capitalismo equivale a ser comunista. Es aquella que sostiene esa falsa dialéctica más vetusta que Cleopatra entre la “derecha” y la “izquierda”, dos versiones secularizadas del desorden social contrario a la Civilización Cristiana.
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