(InfoVaticana) Hoy les ofrecemos este extracto del libro Historia de las cruces de María Dolores de Miguel y Jaime Serra. «Historia de las cruces» quiere ser una aproximación al rico y fecundo simbolismo de la cruz en sus diversas manifestaciones. Aunque desde tiempo inmemorial la cruz ha sido un símbolo universal y cósmico y un eje de interconexión entre el cielo y la tierra, con Jesucristo alcanza su plenitud.
La crucifixión de Jesús de Nazaret y su posterior Resurrección supusieron un acontecimiento que marcó decisivamente el curso de la historia y afectó al significado de la cruz, que adquirió un carácter salvífico. Jesús asume sobre sí todo el pecado y el mal de la humanidad hasta el punto de transformar un instrumento de tortura en fuente de salvación eterna, rompiendo el círculo del mal: «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia».
La Cruz de Caravaca
La cruz de Caravaca se llama así porque se encuentra en la Basílica del Real Alcázar de la Vera Cruz, en Caravaca de la Cruz, Murcia.
Se trata de un encolpio o cruz relicario. Contiene en su interior un fragmento del Lignum crucis, el madero donde fue crucificado Cristo. La cruz original sufrió un robo sacrílego en 1934. La actual reliquia del Lignum Crucis es una donación posterior del papa Pío XII.
Es una cruz patriarcal, tiene forma de pectoral grande. Según cuenta la tradición, procede de oriente, del mundo sirio-bizantino. Perteneció al patriarca Roberto de Jerusalén, primer obispo de esta ciudad santa, después de que esta fuera arrebatada a los musulmanes en la primera cruzada (1099).
Suele representarse con las figuras de dos ángeles portadores en la base, que subrayan la importancia de la sagrada reliquia.
Consta de un eje vertical, con dos travesaños horizontales, paralelos y de diferente longitud, colocados formando un ángulo recto en la intersección con él. El más corto es el Titulus crucis, donde se escribía el motivo de la condena y donde, por orden de Pilatos, se escribió el acrónimo I.N.R.I. El más largo es para los brazos del crucificado.
Parece ser que la cruz fue llevada a Caravaca durante la sexta cruzada, cuando el emperador Federico II estaba en Jerusalén (1230).
La leyenda tradicional narra su milagrosa aparición en el castillo alcázar de Caravaca el 3 de mayo de 1232, en tiempo de la dominación musulmana de este territorio.
El sayyid almohade de Valencia había conquistado las tierras caravaqueñas y apresado a numerosos cristianos, entre los que se hallaba un sacerdote que predicaba el evangelio a la morisma.
El sayyid, deseando saber cómo era una Eucaristía, pidió al sacerdote que celebrara una en su presencia en el salón del alcázar. El sacerdote no podía celebrarla por no haber ninguna cruz en el altar, pero, milagrosa e inesperadamente, entraron por una ventana dos ángeles portando el Lignum Crucis, y así se pudo continuar la misa.
Ante este maravilloso prodigio, el sayyid y toda su corte se convirtieron al cristianismo.
Esta leyenda parece que carece de suficiente apoyo histórico. Otra tradición sostiene que la Vera Cruz fue llevada a Caravaca por los templarios.
Desde muy pronto, la Iglesia reconoció la importancia de esta reliquia y, ya en la Edad Media, la denominó Vera Cruz ─Verdadera Cruz─ de Caravaca. Y, a lo largo de la historia, los diversos papas han concedido jubileos a quien peregrinase para adorarla. Las peregrinaciones se han sucedido, impulsada también por la cantidad de milagros que se le atribuyen.
Desde 1736 se le ha otorgado a esta cruz el culto de latría. San Juan Pablo II concedió celebrar, a perpetuidad, un año jubilar cada siete años. Así, Caravaca se convirtió en «ciudad santa», junto con Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana (Camaleño, Cantabria). Y la devoción a esta cruz se extendió por todo el orbe católico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario