Se nos ha ido una bellísima persona: buena mujer, buena vecina, buena madre, estupenda abuela y feligresa... Y parece que a Dios no le corría prisa llamarla a su presencia como sabedor de que Lugones la echaría mucho de menos, e iba al faltarnos alguien que regaló en su pueblo amabilidad y bondad a raudales.
No tuvo una vida fácil; no faltaron problemas, desgracias, estrecheces y preocupaciones; muertes prematuras de personas queridas que ahogaron su llanto interior con la dulzura de su imborrable sonrisa. Magdalena no hizo gala a su nombre de vivir llorando aunque lo hiciera su alma, sino que ella guardaba las lágrimas en su interior disfrazándolas de optimismo, de palabras de aliento y bellos detalles para los demás.
Era Extremeña, y eso es algo que imprime carácter y define esas tierras y gentes en su bandera negra, blanca y verde, donde el negro evidencia el sufrimiento y la vida dura de aquella tierra "extrema"; el verde nos lleva a los hermosos paisajes de encinas, jaras y valles, y el blanco marca como exponente la pureza de aquella tierra y de la nobleza del alma de sus gentes, de las que Magdalena Izquierdo Sánchez ha sido una fiel embajadora y ejemplo.
Si un vecino le hacía un feo, ella se lo ganaba a continuación con un detalle; si alguien requería un poco de ayuda, ella se la daba por duplicado... En cierta ocasión cuando en la Parroquia empezamos a vender lotería de Navidad, dos colaboradoras le regalaron sendas papeletas considerando que si alguien se merecía ese gesto original era ella por su amor a esta iglesia en la que colaboró recién llegada fregando sus suelos, cuando aquello se hacía de rodillas.
Resultó que tocó esa lotería, muy poco; algo más de lo jugado, pero Magdalena se alegró muchísimo por aquella noticia y, ¿qué hizo ella? En lugar de disfrutar de las monedillas corrió a una tienda para comprar un detalle para cada una de las mujeres que le regalaron las papeletas y un dulce para el Párroco (al que tampoco le faltaban pañuelos o calcetines por Reyes). Es decir; se gastó mucho más de lo que había recibido... Así eran las matemáticas de Magdalena, al estilo de Dios. Pues como nos dice el evangelio: "hay más alegría en dar que en recibir". Y su familia, amigos y vecinos bien saben que ella siempre quiso dar más, y de hecho nos dio más de lo que recibió.
Hoy la despedimos con tristeza, pero también con la esperanza de que descansa ya de las fatigas de su longeva vida. Aquí ha terminado para empezar la que ya no tiene fin y que tanto anheló en sus rezos y oraciones para su esposo Baldomero y sus malogrados hijos Ángel y Juan Jesús, esperando -ahora ya sí- el encuentro definitivo con Él y con ellos en la vida sin ocaso que hoy comienza también para ella. Esperó en Dios, y mientras la salud y las fuerzas se lo permitieron, vivió entre nosotros con alegría su inquebrantable fe... La encomendamos a la Santina de Covadonga, la madre del Señor a la que los extremeños llaman Nuestra Señora de Guadalupe, y, muy particularmente, al Santo Cristo de la Misericordia y a San Juan Bautista, Patronos de su pueblo natal de Segura de Toro... Descansa en Paz querida Magdalena.
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