domingo, 30 de julio de 2023

Homilía en la Festividad de San Félix Mártir + Patrono de Lugones (30/07/2023)



Querida junta directiva de la cofradía del Carbayu, 
Hermanas del Santo Ángel, seminaristas,
feligreses y hermanos todos:

Damos gracias al Señor en este día al poder reunirnos como comunidad en torno al altar, para alimentarnos de su palabra y de su pan como lo hizo San Félix nuestro Patrono a quien hoy festejamos, contemplamos y miramos como ejemplo preclaro a seguir en nuestra vida de fe. Es un día para la alegría, pues no celebramos a un santo más, sino al más importante para nosotros: el que nos da nombre y patrocinio. Él es nuestro principal protector e intercesor ante el mismo Dios, por ello debemos celebrarlo como se merece. 

Vivimos años complejos, no está de moda ser discípulo del crucificado, no va el evangelio en la dirección que marca nuestra sociedad hedonista, ni por el momento vemos que vaya a pasar de forma inmediata el nubarrón bajo el que nuestra Iglesia europea se encuentra, pero esto no es excusa para quedarnos de brazos cruzados lamentándonos y no hacer nada o soñar con el pasado que no volverá o el futuro que desconocemos. No; vivamos este momento apasionante en que nos toca ser fieles sin calcular que somos minoría, que la práctica religiosa va a menos o que sentimos que la harina de la alcuza se nos agota en tantas realidades eclesiales y sociales. Os invito a releer el pasaje de "la viuda de Sarepta"; podemos esperar la muerte sin más, o intentar hacer la torta de pan con lo poco que tenemos para dárselo al pobre, y el Señor hará el milagro.  Dejémonos en las manos de Dios que Él abrirá sendas y caminos por donde menos lo esperemos. Seamos fieles comprometidos y militantes hasta las últimas consecuencias para que pueda premiarnos Cristo algún día en el cielo como a San Félix, diciéndonos: "tú has perseverado conmigo en las pruebas hasta el final; tú te has quedado conmigo cuando todos abandonaban el barco; tú has sabido nadar contracorriente para ganar no una corona de laurel que se marchita, sino la más preciada que jamás se corrompe". 

Sí, queridos hermanos; somos llamados a seguir al Señor sin titubeos, y la realidad presente exige de nosotros un compromiso sin fisuras cuando Cristo es vituperado soportando de nuevo "insultos y salivazos". Se ha dicho muchas veces que la sociedad española es como una tortilla que cambia de un extremo a otro, por eso alguien apostilló con gran acierto que a lo largo de nuestra historia los españoles siempre hemos ido detrás de los curas, unas veces con velas y otras con estacas. Las velas hace años que se agotaron, y hoy toca soportar estacas. Esto, lejos de afligirnos o amilanarnos nos alegra, y nuestro gozo desconcierta al mundo, pues amamos a los que nos odian y nos sentimos dichosos de sufrir siguiendo las huellas del Maestro. Conocemos ya por el propio evangelio el destino de los cobardes y de los valientes: "Bienaventurados vosotros, cuando os persigan y calumnien por mi causa, pues vuestra recompensa será grande en el cielo". Así es aquel al que seguimos, no es un triunfador de pódium humano, sino de cruz; escándalo para los que piensan según el mundo. 

Y la Palabra de Dios que proclamamos en este Domingo XVII del Tiempo Ordinario nos viene muy bien para reflexionar a la luz de la vida de nuestro Patrono a lo que somos llamados; tres ideas como propuesta:

1º Pidamos al Señor un corazón nuevo. En la primera lectura hemos escuchado la petición de Salomón: ''Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, y discernir entre el mal y el bien''. Y el Señor se sorprende pues no le pide nada para sí mismo, sino para saber tratar a los demás con delicadeza y justicia. San Félix también destacó en esto: en su caridad, por eso el obispo de Gerona San Narciso, se fija en él y lo elige para ser su diácono y ayudante, por ser hombre sencillo y anteponer el bien del otro antes que el propio. A menudo cuando rezamos sin darnos cuenta caemos en el egoísmo; sólo nos centramos en nuestras preocupaciones, problemas y situaciones particulares. Pero primero deberíamos dar gracias y recordar a tantos que necesitan nuestra oración y que quizás ignoran que les hará bien nuestras plegarias. Necesitamos un corazón nuevo que trate de asemejarse siempre a los sentimientos del corazón del Señor.

2º Respondamos a su llamada. La epístola de este día tomada del capítulo 8 de la "carta de San Pablo a los Romanos", es tan breve como profunda. Nos dice el Apóstol: ''Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien''. Si amamos a Dios sin fisuras no existen los contratiempos ni las dificultades, pues somos capaces de ver con los ojos del alma. Ahí tenemos recientemente ese testimonio que ha conmovido a España y al mundo cristiano del joven Pablo Alonso Hidalgo, un chico de Salamanca que con 21 años cumplidos y tras seis luchando como un campeón contra un cáncer durísimo -un sarcoma de Erwin- el pasado 31 de mayo los médicos le dijeron que ya no se podía hacer nada más y que le quedaba muy pocos meses de vida. Los propios médicos se quedaron sorprendidos pues Pablo en lugar de llorar o rebelarse preguntó que cuántos meses, y le dijeron que a lo sumo seis, a lo que Pablo comentó lastimoso: ¿tanto? Y es que le parecía mucho; él quería irse ya con el Señor. Sin embargo, la enfermedad se aceleró y Pablo tomó en junio una decisión: los meses que le quedaran de vida no los quería pasar en casa cuidado y mimado a cuerpo de rey, sino que quería responder a la llamada que el Señor le hacía para hacerse religioso. A finales de junio profesó "in articulo mortis" como "carmelita" y pasó en el convento las últimas semanas de su vida rezando y preparándose para el encuentro definitivo con el que le llamó a la vida y ahora le llamaba a la vida sin fin. Falleció el sábado 15 de julio, día de María y víspera de Ntra. Señora del Carmen. Pablo hacía meses que le decía a su familia: no le pidáis al Señor que me cure, que yo me voy feliz con él; pedir para que mi muerte sea útil y sirva para el bien de la Iglesia. Su funeral fue una fiesta: sonrisas y rostros alegres con su féretro en medio; ni lágrimas ni luto, sino agradecimiento al Señor por una vida que tocó a tantos corazones. Cuando uno ama a Dios, hasta la propia enfermedad y la misma muerte sirven para hacer el bien. No tengamos miedo, pues, a responder a lo que Dios nos llama, que no es siempre lo que nosotros quisiéramos. Esto lo experimentó también nuestro Patrono; la desproporción entre lo que uno puede y lo que Dios le pide, pero ahí está el recordatorio de San Pablo en esta mañana: ''A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó''.

3º Atrevámonos a dar la vida por Él. El evangelio de este domingo es un compendio de tres parábolas: la del tesoro del campo, el comerciante de perlas y la de la red que se echa al mar, pero al final el significado es el mismo: necesitamos la sabiduría de los sencillos para comprender los misterios del Reino. San Félix no tenía grandes títulos, licenciaturas  doctorados, pero entendió lo que era vivir en esa pesca contínua sabiendo separar mal de bien. Y más aún, entendió y aplicó en su vida las palabras de Jesús sobre el tesoro oculto en el campo o la perla fina del comerciante; y así hizo él, dejándolo todo por hacerse con ese tesoro que no es otro que la salvación, la vida con Cristo para siempre. San Félix tuvo que elegir, entre salvar la piel o morir, entre ser fiel a Cristo o conservar su vida, entre vivir más años esta vida caduca u optar por la eterna. San Félix tuvo el valor de no apostatar, de no traicionar al Señor; seguro que tuvo miedo pues era humano como todos nosotros, pero aceptó ser torturado y martirizado antes que traicionar al Hijo de Dios, su tesoro principal y su esperanza. Los Mártires son los amigos predilectos del Señor, pues le han seguido en la vida y en la muerte. San Félix murió a comienzos del siglo IV; nos puede parecer que nos queda muy lejos, pero si vemos el devenir de la historia de la Iglesia nunca han faltado persecuciones: ''también a vosotros os perseguirán''. Ahí están, más próximos a nosotros, los innumerables mártires de la persecución religiosa de los años treinta en España. Como hoy mismo en tantos países del mundo donde hay cristianos encarcelados, perseguidos y martirizados únicamente por ser discípulos del Nazareno. Celebrar a San Félix es un examen personal para cada bautizado sobre nuestra capacidad de confesar públicamente al Señor con nuestra sangre si hiciera falta, pero antes que nada con nuestras buenas obras y fidelidad cotidiana en el testimonio. 
 
Yo estoy feliz, y os lo digo a menudo de ser vuestro párroco. Yo no pedí venir aquí, la obediencia me trajo, pero he de reconocer que me siento bendecido de ver la mano del Señor que actúa a través de su gracia entre nosotros para nuestro propio bien y felicidad. No sé si todo Lugones sabe que el patrono de la localidad y de la parroquia se llama San Félix y que aquí donde estamos y por él empezó todo lo que hoy es Lugones, pero os aseguro que en otros lugares de España y del mundo saben muy bien la importancia de nuestro Patrono. Para mí es un orgullo que cuando saludo a un sacerdote de Toledo, a un seglar de Andalucía o una religiosa de Valencia y les digo que soy sacerdote de "Oviedo" y me preguntan en qué parroquia estoy, cuando les digo que en Lugones siempre apostillan para mi sorpresa: "Anda, San Félix de Lugones"... Y me sigo quedando boquiabierto, pues jamás imaginé que los medios que utilizamos en la parroquia para la comunicación llegaran tan lejos. Incluso hay obispos que siguen nuestro "blog" y así se lo han dicho a nuestro Arzobispo; también periodistas que nos piden permiso para usar nuestras fotos y publicaciones, religiosos de prestigio y personas de los lugares más remotos que saben dónde está nuestra Parroquia y que saben muy bien quién es San Félix. Aún hace unas semanas nos escribieron de Filipinas una familia de ascendencia asturiana. Ojalá logremos que San Félix sea conocido también aquí en nuestro pueblo.

Pongamos, pues, nuestro talentos al servicio del anuncio del Reino de Dios que comienza ya aquí, entre estas piedras vivas que son nuestras familias con sus tristezas y gozos, fatigas y sueños de cada día... San Félix de Gerona, Mártir de Jesucristo y Patrono nuestro: ruega por nosotros. ¡Amén!

Joaquín M. Serrano Vila, Párroco

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