domingo, 31 de julio de 2022

San Félix: Tres enseñanzas sobre su generosidad. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Es el Patrono de nuestra nuestra Parroquia y Localidad. Es hoy un día para honrar, implorar y agradecer a nuestro Santo titular que, aunque nosotros no siempre nos hayamos acordado de él, jamás él se haya olvidado de nosotros. Necesitamos seguir redescubriendo al Santo que nos da nombre y preside, el cual desde hace tantísimos siglos recibe culto en este querido pueblo de Lugones. Decir que tenemos a San Félix al que llamamos ''de Gerona'' es un lujo, es un motivo de orgullo no sólo por la figura del propio santo, sino por su antigüedad que nos confirma lo profundisimas que son las raíces de la fe cristiana en nuestro suelo. Como hacemos cada año, unas humildes pinceladas sobre la vida de San Félix a la luz de nuestra propia realidad. 

Transformado por Cristo. Necesitamos mirar hoy a San Félix, y pedirle que nos enseñe a descubrir a Jesucristo como lo descubrió él. Que no seamos cristianos de domingo únicamente, ni cristianos de fachada y medias tintas. San Félix se encontró cara a cara con el Señor, tuvo una experiencia íntima y personal con Jesucristo. Su tiempo no fue mejor que el nuestro, al contrario, eran tiempos de persecución, donde ser cristiano y comprometerse con el evangelio le podía costar a uno la vida con oprobio y tortura. Pero tuvo claro que siguiendo a Cristo elegía con mucho lo mejor, por eso no dudó en ponerse en pie y hacer suyo ese: ''aquí estoy envíame''. Así, en aquellos finales del siglo III deja su África natal para venirse a la península necesitada en aquel momento de misioneros valientes que dieran a conocer al que es el único camino, la única verdad y la única vida. 

Hombre de Iglesia. Las tierras de Gerona pueden presumir de ser de las más antiguas en la fe en Cataluña, tanto es así, que no se sabe con certeza la fecha de erección de la diócesis gerundense, aunque se ha podido probar que ya en el siglo IV había un obispado perfectamente estructurado. Si bien no tenemos pruebas concretas, es evidente que la iglesia cristiana estaba ya presente en esa comarca bastante primero, como nos recuerda su Santo patrono San Narciso, "obispo de Gerundia". Un problema que tenemos para conocer en detalle datos de nuestro santo es que desde su martirio hasta que por primera vez se escribe su vida pasan más de cien años, por lo que al ser narrada su vida durante tanto tiempo de forma oral muchos detalles se fueron tergiversando y mezclando lo real con lo legendario. No sabemos entonces si San Félix era diácono o simplemente laico, lo que sí es cierto es que fue junto con San Cucufate, uno de los más cercanos y fieles colaboradores de su obispo. Fue un hombre de Iglesia entregado a la catequesis y a los pobres, viviendo la comunión con su Pastor. No perdió el tiempo San Félix en menudencias; no estaba la Iglesia en un buen momento, no había cabida para la mediocridad o despistarse en en vanidades o frivolidades. Vivió la autenticidad más transparente, sabedor de que había encontrado el tesoro escondido que es Jesucristo, y por el cual merecía la pena venderlo todo para adquirir el campo que guardaba ese tesoro. 

Semilla que dio fruto. Y llegó la denuncia, la persecución, la cárcel, la desnudez, la espada... Pero eso fue perfectamente asumido por él y no supuso nada comparado con la vida esperada y deseada con Dios para siempre. En San Félix se cumplen esas palabras de la carta a los romanos, ''pero en todo esto vencemos fácilmente por aquél que nos ha amado''. Palabras que hemos de hacer nuestras siempre que nos vengan mal dados los acontecimientos, conscientes que nuestro sufrimiento es una ridiculez comparado con lo que sufrió nuestro santo, aunque para él aquello fuera una menudencia frente a la gloria que sabía que estaba reservada a los que permanecen fieles hasta el final. San Félix supo correr su carrera, llegar a la meta y conservar su fe; ningún tormento le hizo renegar de Cristo, ni siquiera cuando empezaron a destrozar su cuerpo con aquellos peines de hierro con los que terminaron despedazando su cuerpo. Eso es lo que porta en su mano, no un rastrillo de jardinero, sino el instrumento de su martirio. No fue una muerte en vano, fue el grano que cayó al surco, y muerto dio fruto abundante. Nosotros hoy damos gracias a Dios por el regalo de su vida, por el testimonio de fe que nos regaló en su muerte, y por el inmerecido privilegio de tenerlo por Patrono. Que San Félix nos asista desde el cielo y presente a Jesucristo las necesidades y ruegos de nuestra comunidad parroquial, de forma muy especial la de aquellos que como nuestro Santo experimentan hoy la tribulación.

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