El
papa Francisco ofició ayer la misa de clausura del Sínodo de los obispos sobre
la familia. En su homilía aseguró que la clave para entender el texto es la
“misericordia”. “A esto están llamados los discípulos de Jesús, a poner el
hombre en contacto con la misericordia de Dios”, dijo en la misa celebrada
junto con los cerca 270 padres sinodales. El documento, sometido a votación el
sábado, ocupa 32 páginas y consta de 94 puntos, centrados principalmente en
la necesidad de una buena preparación al matrimonio, de la educación de
los hijos en la fe y de la importancia de la fidelidad ante los peligros a los
que se enfrentan los cónyuges en la sociedad. El documento también aborda
puntos más mediáticos, como los divorciados y la homosexualidad. Así, en el
punto 84 se indica que los divorciados y vueltos a casar civilmente “tienen que
ser más integrados en las comunidades cristianas”. Recuerda que “son
bautizados, hermanos y hermanas, y su participación puede expresarse en
diversos servicios en la Iglesia”. S re los casos en los que estas personas
pueden comulgar, el documento cita la exhortación Familiari Consortium,
escrita en 1981 por san Juan Pablo II: “Sabemos los pastores que por amor
de la verdad están obligados a discernir bien cada situación.
Existe de hecho diferencia entre quienes se han esforzado por salvar el primer
matrimonio y han sido abandonados de manera enteramente injusta, de
quienes por grave culpa han destruido un matrimonio canónicamente válido.
Están también quienes han contraído una segunda unión en vista de la educación
de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en su conciencia de
que el anterior matrimonio no había sido nunca válido”. Por ello el
sínodo indica que “es tarea de los presbíteros acompañar a las personas
en el camino del discernimiento de acuerdo a las enseñanzas de la
Iglesia”. Respecto a las personas homosexuales, el Sínodo apunta que “no
existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni
siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios
sobre el matrimonio y la familia”. Eso sí, el documento subraya que “cada
persona, independientemente de su propia tendencia sexual, tiene que ser
respetada en su dignidad, y acogida con respeto, con el cuidado de evitar
cualquier marca de injusta discriminación”.
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