Me preguntan muchas veces que cómo es posible que me presente diciendo que “mi profesión” es la de cura, que si no sería mucho más correcto decir que ser cura es “mi vocación”. Pues sí y no, y me explico.
El concilio habla de la vocación al presbiterado, es decir, al ministerio sacerdotal. Así es. Uno es sacerdote, presbítero, por pura misericordia de Dios que quiso llamarnos a ello. Esa llamada se ha ido madurando y clarificando en el seno de la Iglesia hasta que un día llega la ordenación sacerdotal. Sacerdotes porque Dios así nos ha llamado, sacerdotes porque así lo ha aceptado la Iglesia.
Los sacerdotes podemos ejercer funciones muy diversas según lo disponga el obispo. Entre los diocesanos, la mayor parte nos dedicamos plenamente a “la cura de almas”, es decir, a apacentar a una porción de la grey del Señor y muy generalmente en parroquias. De ahí viene lo de ser “cura”, presbítero que ejerce de manera especial la “cura de almas”. Sobre todo los párrocos, “a quienes, bajo la autoridad del obispo, se les encomienda, como a pastores propios, la cura de almas de una parte determinada de la diócesis” (Ch. D. 30).
Pero hay sacerdotes que tienen encomendados otros cargos pastorales o algún tipo especial de acción: profesores, cargos en la curia, directores de colegio, responsables de medios de comunicación… Servidor es sacerdote por vocación, por llamada del Señor, y de profesión “cura párroco”, ya que trabajo en la parroquia y por esa tarea recibo unos emolumentos.
Otra cosa después es cómo desempeñar el oficio de párroco. Uno puedo hacerlo como un mero funcionario: horarios de despacho, misas, catecismo, papeles, o puede vivirlo como una auténtica vocación de servicio a sus hermanos. La cura de almas como vocación es la que te lleva a sentir en tu corazón el latir de cada hermano, a preocuparte por cada uno de tus feligreses en sus necesidades materiales y espirituales, a no dejar de pensar en los más alejados de Dios y comprender que tu tarea consiste en lograr que todos puedan vivir aquí con la dignidad material y espiritual de hijos de Dios, y después de esta vida lleguen a la Jerusalén celestial.
Sí. Cura. Por vocación de Dios que quiso llamarme al presbiterado. Por misericordia de mi madre la Iglesia y de mi obispo que me confirió la ordenación. Por voluntad de mi pastor que me puso al frente de una comunidad como párroco. Y hoy desempeño mi tarea con gozo e ilusión.
¿A qué te dedicas? Yo médico, profesora, abogada, analista de sistemas, periodista, peón en la construcción, ama de casa, mecánico, taxista… Pues yo cura. Eso sí, por vocación y como vocación.
Jorge Glez. Guadalix
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