Otro año más
que se nos han ido “los angelitos” (cada
vez menos angelitos, salvo excepciones -que haberlas hailas-)
primocomulgantes. Y como está de moda eso de quejarnos por “la crisis” (no sólo la económica) pues nosotros
también, ¡oiga!:
No voy yo a mencionar aquí los detalles y malabarismos
que durante los tres cursos catequéticos tenemos que hacer catequistas y
párroco (que nos hacen sudar tinta y nos
generan disgustos e insomnios) cuando tenemos que conjugar para la adecuada
preparación de los niños, historias de custodias compartidas o regímenes de
visitas para padres separados, divorciados o “reajuntados” (con hasta la 1ª, la
2ª o la 3ª “amiga/ó”); enfadados entre sí después de haberse “amado” tanto y
haber “encargardo” a su criatura, a la cual algunos usan finalmente para
tirarse los trastos a la cabeza y hacerse la puñeta el uno al otro con ocasión
de la preparación y celebración de su Primera Comunión. Les aseguro que cada
vez nos
cuesta más.
Nos cuesta a veces que haya orden y
respeto a los horarios y programación que la Parroquia establece para la
preparación de los niños y que se tome en serio ésta y a los catequistas que
libre y voluntariamente “cargan” con los
niños cada semana para ayudarles a conocer a Jesús y a entender lo que van a hacer,
y que es lo más importante de todo.
Cuesta muchas veces que los padres
sean un verdadero ejemplo para sus hijos; que actúen coherentemente con lo que
les exigen a ellos, acompañándoles a misa los domingos y ayudándoles a entender
que la Comunión no es un acto social con un vestido original (y caro) que genera regalos disparatados
y una comida “familiar”, sino una fiesta sencilla que celebra el avance en el itinerario
de su vida de fe. Con la Comunión, el niño se va integrando en su Parroquia
para vivir en Comunidad su condición de bautizado junto con otros niños y
adultos que se encuentran cada domingo en la Iglesia para celebrar, conocer y
practicar el mensaje del Amor de Dios, que se nos anuncia y se nos da por medio
del Evangelio de Jesucristo y la Eucaristía.
Pero como las buenas intenciones y lo que debería de ser
cotiza a la baja, y muchas veces lo que más cuesta no se valora, pues
también cuantificaremos económicamente lo que a la Parroquia le cuestan las
comuniones cada año:
Entre los meses de Octubre, Febrero o Marzo (aún economizando en lo posible) se nos
va de calefacción en los locales parroquiales donde se imparte “el cate”, unos 500€
por facturación; y de “luz”, unos 300€ (hay meses de menos -¡y de más!-).
No hablamos ya de limpieza, porque nos la hacen voluntarias (que además son catequistas). Hubo un
tiempo en que se pagaba a una empresa 200€/més por ello. Flores para
adornar las celebraciones (4 domingos de
Mayo), 550€; Recordatorios, cruces y
biblias infantiles 440€. Aunque en
las “ofrendas” (salvo raras
excepciones más generosas -que también las hay-) haya sobres vacíos, con
calderilla o 5 o 10€ de media; nunca se han superado los 250€. Supongo que el
dinero se necesitará para pagar el cubierto, la consola del niño y los trajes y
zapatos de todos…
Lo que está muy claro es que a la Parroquia cada año le
cuestan mucho las comuniones, pero, después de todo esto, lo
que más nos cuesta (las
catequistas lloran al final de la misa) es perder a la mayoría de estos
niños para siempre.
Joaquín,
Párroco
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