1ª) ¡Juan desea tener una información más completa sobre Jesús!
Juan que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? A Juan, en la cárcel, han llegado informaciones de las actuaciones y palabras de Jesús. También le han informado de cómo Jesús es realmente una bandera discutida, un signo de contradicción. Ciertamente Jesús ha suscitado las más opuestas reacciones. El pueblo tiene su imagen del Mesías ya bien formada. Jesús se presenta anunciando el reinado de Dios como inminente, signo de la era mesiánica. Pero, por otra parte, su actividad no lleva el marchamo de la rebelión contra nadie para conseguir la total liberación. La actitud de Jesús desconcierta a todos. Tampoco se produce el terrible juicio que el propio Juan había anunciado. ¿Quién es Jesús y cuál es su misión? Y Juan quiere tener una información adecuada. La pregunta de Juan sigue planteada por muchos creyentes y discípulos suyos en este mundo nuestro. Jesús sigue siendo objeto de búsqueda incansable. En el fondo sigue inquietando al mundo moderno. Sigue desconcertando al hombre de hoy. Los creyentes somos llamados a ofrecer la imagen adecuada de Jesús. Esta es nuestra tarea, nuestra misión en lo cotidiano de cada uno. Porque el hombre necesita del encuentro con Jesús, porque sólo él es el verdadero Mesías que responde a las necesidades más profundas de los hombres.
2ª) ¡Jesús satisface el deseo de Juan, su Precursor y su testigo encarcelado!
Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia". Lucas añade algo importante: En aquel momento, Jesús curó a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. después les respondió: Id y contad a Juan... (Lc 7,21-22). El conjunto pende de la frase: los pobres son ya evangelizados. Este texto es una combinación -libre- de citas tomadas de Is 35,5s y 29,18s (descripciones del tiempo de la salvación) con Is 61,1s (buenas noticias para los pobres). Las imágenes que utilizan son todas ellas expresiones antiquísimas en Oriente para designar el tiempo de la redención, en el que no habrá ya sufrimiento, ni lamentos, ni dolor. Por consiguiendo, en Lc 7,22 y Mt 11,5 tenemos a la vista un jubiloso clamor escatológico de Jesús. Para sintonizar mejor nuestro oído con su contenido, escuchemos esta lista que se encuentra entre los rabinos del tiempo de Jesús y fijémonos en el contraste: cuatro pueden compararse con un muerto: el paralítico, el ciego, el leproso y el que no tiene hijos. A la situación de tales personas, y según el pensamiento de aquella época, no se le puede llamar ya vida. Están, prácticamente, muertos. Pero ahora se presta ayuda a los que, sin perspectiva alguna, estaban desesperados. Ahora, los que se parecían a los muertos, son suscitados a la vida. Fluye el agua de la vida, se ha terminado el tiempo de maldición. La consumación el mundo está comenzando ya ahora. Estrechamente asociado con este clamor de júbilo está Lc 4, 16-21: el discurso-programa de Nazaret que se abre con una cita expresa de Is 61,1s. Toda la predicación se compendia en esta frase: ¡Hoy se ha cumplido esta palabra!
3ª) ¡Dichosos los que no se escandalizan de Jesús!
Dichoso el que no se sienta defraudado por mí. Los signos ofrecidos por Juan responden al proyecto más genuino de Dios para la época mesiánica como lo atestiguan los profetas. Pero la historia se había encargado de deformar aquella imagen auténtica. La esperanza en el salvador se había deslizado hacia otros intereses. Jesús quiere llevar a Juan la verdad. Pero es desconcertante. Juan podía haberse visto defraudado. Jesús le advierte que este es el camino y la verdad. Y le proclama feliz si es capaz de superar el escándalo, el tropiezo, la decepción. Jesús le conduce hacia el campo de las bienaventuranzas entendidas como congratulaciones de Jesús a pesar de las resistencias y las dificultades. Hoy sigue Jesús proclamado esta congratulación para sus discípulos, para los creyentes que viven en este mundo nuestro tan poco dispuesto a seguir a un maestro que parece no llenar las aspiraciones de los hombres. Con frecuencia decimos y nos decimos que hay que estar en la realidad; que el Evangelio parece no acabar de responder. Y, sin embargo, Jesús nos invita a entrar en la verdadera realidad: Él mismo y su mensaje. El ofrece realmente la respuesta más acabada que necesita el hombre. Pero es necesario proclamarlo con la vida y las palabras. Y esta es nuestra tarea.
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