domingo, 16 de marzo de 2025

''Y subió a lo alto del monte para orar''. Por Joaquín M. Serrano Vila


Aún iniciando esta peregrinación cuaresmal, pudiendo parecernos como al pueblo de Israel que la meta, el objetivo y que la tierra prometida nos queda aún muy lejos, tenemos este regalo de la Palabra de Dios que en este domingo que nos alienta a no rendirnos: ¿Y cómo? Dejándonos vislumbrar, saborear, comprobar anticipadamente que no caminamos en balde, que el destino es mejor de todo lo esperado y que el Señor nos reserva algo inimaginable si sabemos perseverar en la fidelidad de su seguimiento; no sólo en este tiempo de gracia, sino a lo largo de toda nuestra vida. Esta realidad la vemos muy bien representada en la figura de Abraham, que dejó su hogar y su tierra para ponerse en camino a ese lugar que el Señor habría de darle. En el fragmento del libro del Génesis que hoy se proclama vemos cómo ante las dudas y los imposibles razonables, Abrhám sigue confiando ciegamente en el Altísimo, por eso cuando ya anciano le pide el Señor que cuente las estrellas, dado que así de numerosa será su descendencia, y aunque era ya muy viejo no se para a hacer preguntas, sino que obedece y lo hace. Igualmente, con el sacrificio de la novilla, la cabra, el ternero, la tórtola y el pichón... Y el Señor finalmente le asegura: ''Aquel día el Señor concertó alianza con Abraham en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra...». Es su fe, su gran fe en que el Señor no le engaña, que no quiere su mal, sino que el Señor cumple siempre sus promesas; es lo que hace que Abraham siempre avance, no se detenga ni pida tiempo muerto para pensárselo. Por algo le llamamos nuestro Padre en la Fe, pues tuvo claro en su vida al igual que el salmista que sólo el Señor sería su luz y salvación. 

San Pablo también nos da también algunas claves para esta cuaresma, y es que como tantas veces he insistido, los enemigos del alma siguen siendo "el mundo, el demonio y la carne''. No lo ha excluído el Concilio como dicen algunos; siguen siendo nuestro talón de Aquiles dentro de la Iglesia. Y el Apóstol advierte sobre esto en su epístola a los Filipenses sobre el paradero de perdición para los que ''solo aspiran a cosas terrenas''. Se nos olvida que hay algo en nosotros que debemos trabajar más, y es la interioridad espiritual. Igual que vamos al gimnasio a cuidar el cuerpo, a los centros educativos a estudiar ejercitando el cerebro, igual que cuidamos nuestra piel, nuestro cabello, nuestros dientes... También tenemos que cuidar nuestra alma, pues cuando nos llegue la muerte va ser lo único de nosotros que quede y tenga valor, y claro, si desde el día de nuestro bautismo hasta el día en que dejamos este mundo no hemos cuidado esa semilla plantada en nosotros: ¿Qué frutos o cosechas vamos a encontrar de nosotros mismos?. Por eso Pablo nos recuerda: ''Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo''. Y es que la asistencia a la eucaristía, la confesión frecuente, la oración íntima y personal, hemos de ejercitarla para prepararnos para ese día desconocido en que esperamos que el Señor pueda decirnos que le hemos sido fieles y que hemos cumplido con lo que esperaba de nosotros aquí... Hay un detalle en la segunda lectura que nos va a venir muy bien de cara al evangelio, cuando dice el Apóstol: ''Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso''.

El evangelio de este segundo domingo tomado del capítulo 9 de San Lucas, nos presenta la escena de la Transfiguración: el texto habla de que Jesús ''subió a lo alto del monte para orar''; no nos dice exactamente a cuál, pero la tradición siempre ha señalado el Tabor como esa altura donde tiene lugar ese acontecimiento de intimidad y que sólo tres discípulos presencian: San Juan, San Pedo y Santiago el Mayor. Quiso el Señor que hubiera sólo tres testigos: el discípulo amado, el príncipe de los apóstoles y el discípulo que en España tenemos por Patrono. Y allí tiene lugar algo que no entendieron en ese momento; un suceso extraño que describe el evangelista Lucas: ''mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén''. Tuvo lugar la Transfiguración: Cristo les permite ser testigos durante unos momentos de la gloria, se vuelve radiante, se muestra envuelto de luz en una epifanía en la que nuevamente queda claro quién es al oírse la voz del Padre al igual que en su bautismo en el Jordán: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Es uno de los misterios luminosos que contemplamos en el Santo Rosario. Hay un dato que no podemos perder de vista, y es que esto sucede cuando iban camino de Jerusalén; como nosotros en la cuaresma queremos también hacer ese camino con Jesús a la Ciudad Santa donde le recibirán con palmas, pero terminará siendo condenado a la más cruel e infame de las muertes. Jesucristo está preparando de algún modo a los suyos para lo que se acerca. No olvidemos que Juan será el único de los doce que no se separará de Él ni siquiera en la crucifixión, quizás por que sí supo entender que ese no sería el final, pues ya el Señor le anticipó aquí en el Tabor su glorificación final. 

También en este fin de semana celebramos la campaña del Seminario bajo el lema ''sembradores de Esperanza'', necesitamos orar por las vocaciones; no alguna vez, sino todos los días. Si no tenemos sacerdotes es por que rezamos poco, el Señor nos dijo: ''pedid al Dueño de la mies, que envíe obreros a su mies''. Por eso ésta, debe de ser una preocupación constante de todo bautizado, de toda comunidad cristiana. Pues, cuántas veces exigimos contar con sacerdote para mi parroquia, mi pueblo, mi celebración...Pero pocas veces nos preguntamos: ¿Cuánto rezo yo para que haya vocaciones? ¿Cuánto rezo yo por los seminaristas para que perseveren? ¿Cuánto he colaborado ecónomamente para el sostenimiento del Seminario, para que los jóvenes con vocación pero sin recursos se puedan formar y llegar a ser esos pastores que yo necesito?... En lo poco que llevamos de 2025 ya han fallecido cuatro sacerdotes diocesanos y un sacerdote religioso; hacen falta jóvenes valientes que tomen el testigo de los que se nos van. No son tiempos fáciles ni buenos; es más lo que está en contra que a favor, pero precisamente por eso hemos de apoyar entre todos la recuperación de una cultura vocacional en nuestras parroquias, familias, colegios, lo cual no supone hacer cosas extraordinarias, sino simplemente presentar el ministerio sacerdotal como un auténtico Tabor donde convivir con el mismo Cristo, y llevar a los demás la felicidad que da descubrir al Señor y optar por Él. ¡Feliz Domingo! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario