domingo, 5 de mayo de 2024

''Permaneced en mi amor''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Seguimos avanzando en este Tiempo Pascual ya en su sexto domingo, en el que el tema central que nos presenta la palabra de Dios es delicado, pues es algo que aunque damos muchas veces por sabido quizá no tenemos bien interiorizado, o que tal vez por mal uso de esta idea hoy en día se ha desfigurado más. Me refiero al concepto de ''Amor''. No podemos perder de vista que el Señor ha insistido mucho en ello siempre en los momentos de despedida: en el cenáculo horas antes de su muerte y ahora resucitado, preparando a los suyos para su retorno al Padre con su Ascensión. Hemos escuchado: ''Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor''; que es también incidir de nuevo en la idea del domingo pasado con "la vid y los sarmientos", pues para pertenecer a Cristo debemos permanecer fieles a su amor, que se nos da a manos llenas.

El evangelio de este día tiene versículos muy profundos que requieren que volvamos sobre el texto y nos detengamos con sosiego en cada parte, tratando de descubrir qué nos dice el Señor de corazón a corazón. Por ejemplo, yo me detendría en algo muy concreto como la siguiente afirmación: ''Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor''. Si Jesús hubiera pronunciado estas palabras en el templo o en presencia de los escribas y sumos sacerdotes seguro que hubiera tenido problemas, pero lo dice cuando ya nada tiene que temer, pues resucitado vive para siempre y la realidad del mundo no le afecta, pero más aún, lo dice a los suyos para que se enteren por dónde va el camino que Él nos traza.

El Señor dice: ''si guardáis mis mandamientos'', pero no dice los mandamientos de la Ley de Dios: ¿a qué se refiere entonces? Pues a que debían de superar aquel encorsetamiento hebreo de vivir pendientes de las pequeñeces, de si caminaron un paso de más o de menos el día de descanso en lugar de amar de corazón a Dios y al prójimo. Esto también nos puede ocurrir a nosotros; estamos muy pendientes de ir a misa cada domingo: no robar, honrar padre y madre... Pero luego no sabemos amar. No sabemos amar a Dios ni a los hermanos, pues a veces hacemos lo sencillo complicado, cuando al Señor podemos hablarle a pecho descubierto y presentarle en cada momento las alegrías y penas que nos acompañan, pues Él ya las conoce antes de que se las llevemos, por lo que no necesitamos andar con rodeos.

Y también necesitamos redescubrir el amor hacia el otro, hacia el hermano que vive en mi casa, en mi edificio, en mi barrio, en mi trabajo, en mi parroquia... Es un reto complicado lograr amar al incluso al antagónico: ¡cierto! Pero, ¿Cuántas veces a los que decimos que queremos no los tratamos como merecen?... No basta decir "te quiero"; sino demostrarlo, dado que "obras son amores", y los seguidores del Nazareno somos llamados con amor a llevar su corazón al mundo entero. Estamos alegres por la resurrección del Señor; ciertamente, pero de nada sirve conocer esta verdad que lo cambia todo, si no resucito yo también buscando mejorar mi vida y así lo transmito. ¿De que nos habría servido que las mujeres aquella mañana del domingo de Pascua cuando fueron al sepulcro y llevaron el gozo de descubrir que Jesús estaba vivo, se lo hubieran callado para disfrutarlo sólo ellas?. Algo tan grande no lo podemos omitir ni ocultar. Como nos ha dicho el mismo Señor: ''Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud''.

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