lunes, 6 de mayo de 2024

Hermana Bibiana, la reguerana peregrina que se hizo lugonense. Por Rodrigo Huerta Migoya


Se nos ha ido, por segunda vez, la Hermana Bibiana. La primera despedida fue en 2021 cuando con tristeza le decíamos adiós de la Comunidad de Lugones, tras veintinueve años de presencia activa y permanente en la vida de la Parroquia, y ahora el adiós que más cuesta pero qué, al mismo tiempo, nos llena de esperanza al caer en la cuenta que lo bueno e importante de verdad, es lo que le depara a partir de ahora en el encuentro con el Creador... Cuando la vi por última vez en sus horas finales, ya sedada e inconsciente en ese sueño inquietante en que nos sumimos para pasar del sueño temporal al eterno, se me encogió el corazón. Al pie de su lecho resonaba en mi cabeza esa oración que tan bien se sabía ella: ''dentro de tus llagas escóndeme''; y así el primer viernes de mes, día por antonomasia del Corazón de Jesús al que tanto invocaba, Cristo mismo le decía que fuera a Él; y ella, como buena consagrada, ha obedecido presurosa esa llamada que siempre esperó, sabedora de que habría de llegar este "dias natalis" para el que toda su vida religiosa ha sido un continuo adviento con esa súplica unánime: ''Ven Señor Jesús''. 

La Hermana Bibiana era reguerana, siempre presumió de sus raíces; allí nació y fue bautizada en el lejano año de 1926, y por aquellas caleyas correteó: de Andallón a Lazana, de Ania a Trascañedo, de Oteru a Viau. Recibió la Primera Comunión y la confirmación en su parroquia natal de San Julián de Viado-Santullano, y ahí se va fraguando su vocación en el seno de una familia cristiana de la que saldrían después que ella una religiosa más, su hermana María Luisa, y un religioso sacerdote en su primo Fermín. Muy joven, como la Santísima Virgen, subió las escaleras del templo para hacer su ofrenda: la de la propia vida. El Señor le dijo ''Ven y verás'', y ella le siguió sin titubeos. En estos 75 años de vida religiosa experimentó el asombro de descubrir que Dios paga siempre el ciento por uno; que decir Sí, lo cambia todo e implica muchos noes y coherencia a ese sí de Aquél que nos ha elegido para que demos fruto, y fruto abundante. 

Religiosa identificada con su carisma y espiritualidad congregacional; sabía integrarse y aventurarse en cualquier realidad social que se le pusiera por delante, por sencilla o compleja que fuera. Era dicharachera y alegre; conocía nombres, realidades de familias y novedades del vecindario, lo que la convertían en la cercanía andante. La Hermana Bibiana no sabía querer en abstracto, sino en concreto, y eso lo demostraba en cosas sencillas como ir a buscar el pan, o implicarse en realidades tan específicas de Lugones como la Asociación de Jubilados o Pensionistas, y hasta celebrar la fiesta de Santa Isabel como socia con su bollo preñao y su botella de vino: eran su forma de encarnarse en nuestro pueblo como el sembrador que salió a sembrar que nos dice la parábola. 

Son tantísimas las anécdotas, vivencias y situaciones que pude compartir junto a ella que daría para muchas páginas; más a veces, donde mejor se conservan no son en el papel, sino en la memoria del corazón. Recuerdo un domingo de invierno en que camino a casa de una familia amiga hacia las siete de la tarde, veo desde el Cruce Nuevo de Lugones entre una niebla que casi no se veía y una helada que había dejado las calles desérticas, bajar a la hermana Bibiana por la Calle Conde de Santa Barbara, con su falda y su abrigo negro. Fui a su encuentro y le dije: ¡Hermana!: ¿Pero de dónde me viene con la xelada que está cayendo? Y ella me respondió con su sonrisa picarona: ''Ay neñín, de llevar comuniones a la zona del Carbayu''... No había tempestad, obstáculo o miedo que se le pusiera por delante, con nueve décadas ya a sus espaldas. La casa se le caía encima; lo suyo era estar a pie de calle y siempre en contacto con la gente, por eso Don Joaquín la definió muy bien con el término de "andariega", pues hizo de su vida una peregrinación, no una ruta turística de vueltas sin sentido. Las larguísimas caminatas de Bibiana siempre tenían una meta clara con sus altos en el camino bien diseñados, a lo que se sumaba lo que iba surgiendo y la Providencia le ponía delante. Del portal de casa al Tanatorio 1,8 Km; hasta la Residencia Julia Nieto 2,5 km; hasta El Carbayu a llevar la comunión 1,2 Km... Y siempre por medio -¡siempre!- había más visitas que hacer, cuando no subir al HUCA, al Monte Naranco o a cualquier geriátrico de Oviedo donde hubiera alguien de Lugones ingresado: en autobús o tren... Guardo con cariño sus consejos, historias y enseñanzas, pero en especial su forma de ser tan auténtica como anárquica, tan fiel a su vocación y al mismo tiempo a sí misma... 

Cuando este día te di un último beso en la frente como despedida pensé: Mi querida Bibiana, descansa en paz y espéranos en destino. A buen seguro, cuando llegues al cielo te habrás de encontrar a la hermana Amparo para retomar la peregrinación, ahora por las nubes de Lugones. Contadles a los Ángeles cuánto los queremos en esta Parroquia y en este pueblo, pues con vuestras vidas hemos comprendido que ellos son absolutamente reales. 

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