Nuestra peregrinación por el desierto va encaminándose hacia su ocaso, pues con este domingo V de Cuaresma nos metemos en la semana que llamamos de pasión o dolores, previa ya a la Semana Santa. El próximo domingo acompañaremos al Señor con nuestras palmas adentrándonos así en la semana del año más importante para el católico. Si el próximo domingo será domingo de ramos en la Pasión, y el próximo de Resurrección, en éste la palabra de Dios nos invita a reflexionar precisamente sobre muerte y vida. Quizás la pregunta es si estamos del lado de la vida o de la muerte, o lo que es aún más importante: ¿estamos vivos o muertos para Dios?.
I. Sólo se vive en el Espíritu
La carta de San Pablo a los romanos nos viene muy bien ante los problemas que se viven en el seno de la Iglesia, hay una corriente en Alemania que ha querido aprovechar el reciente Sínodo para reivindicar el estilo de Iglesia que ellos quieren: moderna, con mujeres sacerdotes, con la aceptación de todo tipo de géneros y familias, en definitiva una iglesia que haga suyas las corrientes de moda, la agenda 2030 y todas las líneas ideológicas que propugna el mundo pagano y los políticos arribistas. No han entendido nada, y el Apóstol nos lo dice de hoy de forma meridiana: ''Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios (...) El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo''. Tengamos presentes que a lo largo de la historia siempre que se ha olvidado esta idea y se ha apostado por el error de tratar de amoldar el evangelio a las corrientes del mundo, lo cual sólo ha conseguido un estrepitoso fracaso. Y parece que el demonio no se ha rendido en su lucha contra la Iglesia; le molesta que le quite clientes, por ello busca la forma de dividir desde el interior proponiendo proyectos que no harán mejor a la Iglesia católica, sino que la convertirían en una nueva rama protestante de tantas ya existentes, y por cierto, en franca decadencia. Es una tentación bien humana: darle al cuerpo lo que nos pide, hacer lo que nos apetece y justificar lo injustificable. No es que la Iglesia quiera que vivamos privándonos siempre de todo, sino que sepamos a vivir en la mesura y equidad no sólo llamando al mal, mal, y al bien, bien; sino además, superando el ego propio que tan a menudo es nuestro principal enemigo y el que nos mueve tantas veces a llevar a cabo las malas acciones. También el problema de la Iglesia en Alemania es el egoísmo; no hay país en el mundo donde esté mejor tratada la Iglesia y, sin embargo, en algunos casos han dado la espalda al Espíritu para aferrarse al mundo. En Alemania los obispos, sacerdotes, religiosas, sacristanes y hasta los catequistas están equiparados a funcionarios del Estado, por lo que reciben muchísimo dinero de las arcas públicas y no hay lugar en el planeta donde los párrocos cobren tan importantísimos sueldos. De aquí les viene el problema; si el estado que les da tanto dinero dice que la ideología de genero es buena, la agenda 2030 etc.: ¿Qué pueden hacer ellos? pues ser fieles a Cristo y a su Iglesia predicando lo que dice el Catecismo, o mirar para otro lado negando la mayor e ir contra del Magisterio y la Tradición para no perder tan buena posición económica. Pidamos en estos días por estos hermanos nuestros para que vean la luz de la sensatez y no provoquen un nuevo cisma. Nosotros por nuestra parte, mantengámonos fieles al Señor no estando sujetos a la carne, sino al espíritu, "ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros''.
II. Muerte y vida
La primera lectura del profeta Ezequiel es de esos pasajes que en la cuaresma nos tocan el corazón: ''Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros''. La profecía de Ezequiel hemos de leerla siempre en doble clave: por una lado es cierto que alude a la restauración del pueblo de Israel, pero también aquí vemos prefigurada la misión y ministerio del mismo Cristo. Por ello cuando el profeta nos relata ese oráculo donde el Señor dice ''abriré vuestros sepulcros'', en su momento sólo entendían que el Señor solucionaría la situación de Israel cansados de tantos enfrentamientos, de tantos caminos fallidos y en un estado de orfandad y muerte. Este pasaje se conoce como "el paso del profeta por el valle de los huesos secos"; a veces decimos familiarmente que a los profetas sólo los escuchan las piedras; pues bien, aquí vemos en mi opinión dos evocaciones muy llamativas: por un lado un lugar de muerte, que nos recuerda la tristeza que supone no tener tierra como les pasó a los israelitas, y es que sus muertos fueron quedando atrás por el desierto, en lo desconocido. Cuando uno tiene su tierra, su pueblo, su sitio, allí tiene sus raíces y sus difuntos. Aquellos huesos perdidos que Ezequiel contemplaba y que estaban desperdigados y olvidados, estaban perfectamente identificados por Dios, que no se ha olvidado de donde están, sino que se reafirma en las palabras del oráculo: ''Os infundiré mi espíritu, y viviréis''. También en este texto vemos a Jesucristo, primogénito de entre los muertos, como el único que ha vencido a la muerte y que al igual que profesamos cada domingo en el credo: ''y que de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos''. Parece que se nos está preanunciando la Pascua, y es que estas palabras de la profecía de Ezequiel tal mismo parece que nos las estuviera diciendo el mismo Cristo resucitado: ''Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor''.
III. La resurrección y la vida
De nuevo el evangelio dominical está tomado del evangelista San Juan, que hoy nos presenta el pasaje de la muerte de Lázaro. Os invito a volver sobre él, a releerlo en casa y descubrir aquello en lo que nunca habíamos caído en la cuenta, y es que es un peligro que tenemos cuando se nos proclama un texto que conocemos bien, que lo damos por sabido y no lo aprovechamos como debiéramos. Además, es uno de los textos que propone la liturgia para los funerales, por lo que lo tenemos muy trabajado todos; sin embargo, pongamos la mirada en algunos detalles que nos pueden ayudar en esta semana. En primer lugar, sabemos que Jesús quería muchísimo a esta familia de Betania, eran de sus mejores amigos, podríamos decir que donde iba de descanso o vacaciones, donde se sentía como en casa y, sin embargo, Lázaro se pone enfermo, le mandan aviso y al no acudir con presteza fallece: ¿qué lección sacamos de aquí? pues que la fe, nuestra relación con el Señor, no puede depender exclusivamente de cuando me va bien, sino que debemos saber vivir lo bueno y lo malo en clave de Dios: ¿cuántas personas conocéis que están enfadadas con Dios porque se les ha muerto un ser querido muy joven, por que el negocio no les fue bien, o tantas otras realidades?. Pues deberían fijarse en este texto y ver que Jesús tampoco fue a curar a su amigo Lázaro cuando estaba enfermo. Para nuestro día a día debemos entender que no por tener fe, por ser amigo de Jesús o venir a misa los domingos estoy exhento de la cruz. A esta lectura aún habrá quien piense: que ingrato ha sido el Señor, que hasta a sus mejores amigos deja en las estacada... ¿Por qué hace esto Cristo?: por amor. Sí; no nos entra fácilmente en la cabeza, pero es así; la cruz nos lleva a la luz, el sufrimiento vivido con fe es la llave que nos abre la puerta de la gloria. No olvidemos esto cuando se nos presente en nuestra vida el sufrimiento. Cristo no deja morir a Lázaro para poder hacer después la demostración de que puede devolverlo a la vida, sino porque el Señor no viene a nosotros como tampoco fue a los de Betania para darles un salvoconducto para no padecer jamás, sino a llenarles de la alegría del evangelio con el que las penas se viven de otra forma... Un ultimo detalle es que a menudo se llama a este texto "la resurrección de Lázaro", pero no es del todo exacto, pues Lázaro no resucita, sino que revive. Unos años después volvió a morir y ya no apareció Jesús a los pocos días para sacarle de la tumba. La pregunta final es: ¿de que sepulcros hemos de salir nosotros para vivir en la claridad de la presencia de Dios? El grito del Señor: ''sal fuera'' va dirigido también a nosotros, que tantas veces vivimos como muertos en vida. Nuestra fe requiere de obras y debe apoyarse en la confianza de tener claro que todo el que cree en Él ''aunque haya muerto, vivirá''...
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