domingo, 10 de abril de 2022

Ramos en la Pasión. Por Joaquín Manuel Serrano Vila
















Con la celebración del Domingo de Ramos entramos en la Semana Santa, aunque cuando realmente lo haremos será con la misa vespertina del Jueves, cuando dejemos atrás la cuaresma para adentrarnos en el corazón de la Semana iniciando el Triduo Pascual. Celebrar el Domingo de Ramos es algo especial, lo manifestamos al acudir al templo con los ramos queriendo decir: Señor venimos a acompañarte en estos días tan especiales, como lo hicieron aquellos que primero te vitoreaban y poco después te insultaban... Es un día peculiar éste, pues tiene cierto componente agridulce; empezamos con alegría cantando, bendiciendo las palmas y recordando ese texto de la entrada de Jesús a Jerusalén, para a continuación pasar a la liturgia de la palabra que toda ella nos habla de la pasión y muerte del Señor. Hasta el color litúrgico de este día nos está recordando que estamos ante un domingo de sangre y pasión.

Hoy es un día de esos en que no hace falta ir a buscar a nadie, pues hay una respuesta "tradicional" en todas partes para participar de esta celebración. Bendito sea Dios si el ramo o la palma nos sirve de pretexto para volver al templo aunque sea una vez al año y acercarnos al Señor. La Iglesia es casa de puertas abiertas que nos acoge y recibe siempre, que nos invita a quedaros no sólo hoy, sino a que vengamos en esta Semana Santa y todos los domingos. El ser humano necesita de Dios, pues sólo con Él podemos mirar más allá de los límites de nuestra existencia y seguridades. Si os dais cuenta, los cristianos hacemos las cosas al revés del mundo, las personas terminamos siendo polvo, y, sin embargo, los creyentes hemos empezado la cuaresma con el polvo, recordando que lo fuimos, somos y seremos, para rematar este tiempo con la Pascua que es renacer de nuestras propias cenizas, tal y como esperamos que algún día nuestras cenizas resuciten en carne como resucitó Cristo de entre los muertos. Pero para llegar a esa luz trascendente y supradimensional, hemos de pasar primero por la cruz y las cruces de este mundo, por ello os proponga estas cuatro sencillas ideas a partir de las lecturas de este domingo:

1-Nuestro rey llega en un pollino

Entra Jesús en Jerusalén consciente de que camina hacia su final, hacia su muerte. Es ya un primer sí del Señor al plan que el Padre tenía para Él, como repetirá en el huerto de los olivos diciendo: ''que no se haga mi voluntad sino la tuya'', para finalmente exclamar: ''Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu''... Las gentes que había por allí, lugareños y forasteros que acudían por la Pascua a Jerusalén le reconocen como el Mesías; que en Él se cumplía la escritura del profeta Zacarías que decía: ''Mira tu rey que viene a ti, humilde y montado en un pollino''. Entrar en un borrico es ya un gesto de abajamiento, no entra en un corcel brioso y elegante, sino en un animal que era utilizado para trabajar en el campo. Y lo que siempre me gusta resaltar y que me lo habéis escuchado más veces: ¿Quiénes son los primeros en vitorear y tomar los ramos?: los niños; los niños hebreos... Ojalá nosotros fuéramos como aquellos niños, los más humildes que identifican a Cristo por la pureza de sus corazones: ''en verdad os digo, si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos''. 

2-Nunca es inútil el dolor

''Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos''... Estas palabras de la primera lectura tomada del capítulo 50 del Libro de Isaías, y que forma parte del conocido "cántico del siervo sufriente", no sólo es una perfecta descripción de Cristo muchos siglos antes de su nacimiento, sino que es una invitación para nosotros a saber imitar al Señor. A veces pensamos que ser seguidores de Jesús se limita a cree en Él y en su Evangelio y ya está, pero no; es algo aún más profundo. Decirnos cristianos implica a toda nuestra existencia y ser, hasta el punto que anhelamos tener los mismos sentimientos del Señor que llegó a amar incluso a sus enemigos, que puso la otra mejilla, que supo ser instrumento de paz en una obediencia perfecta al Padre. Hay personas que sólo tienen fe mientras les va bien, otras la descubren cuando les va mal; más la clave es saber vivir unidos a Cristo siempre, en las buenas y en las malas situaciones. Evidentemente somos humanos; nos revelamos, no entendemos las cosas y nuestra alma a veces tiene la tentación de gritar las mismas palabras del salmista: ''Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?"... Este salmo lo cita Jesús desde la cruz convirtiéndolo en su "cuarta palabra" desde el madero. Benedicto XVI, en una bellísima catequesis sobre este texto nos decía: “Abandonado por casi todos los suyos, traicionado y renegado por los discípulos, rodeado por los que le insultan, Jesús está bajo el peso aplastante de una misión que debe pasar por la humillación y el aniquilamiento. Por esto grita al Padre y en su sufrimiento asume las palabras dolientes del Salmo: “un grito que abre los cielos, porque proclama una fe, una seguridad que va más allá de toda duda, de toda oscuridad y de toda desolación. Y el lamento se transforma, deja lugar a la alabanza en la acogida de la salvación”. Estemos atentos para cuando aparezca el dolor y la cruz en nuestras vidas, y no lo rechacemos, aprendamos a abrazarnos a la cruz conscientes de que nunca es inútil sufrir. Qué bien vienen también aquí las palabras de San Pablo en su Segunda carta a Timoteo: ''si con él morimos viviremos con él, si con él sufrimos reinaremos con él''...

3-Cristo despojado

La epístola a los Filipenses nos presenta a Cristo despojado, pero no despojado por otros, sino que aquí la grandeza precisamente está en este matiz: ''siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo''. Esta segunda lectura de hoy corresponde a Flp. 2, 6-11; son seis versículos: los tres primeros de esa "Kénosis", de la humillación del Hijo de Dios, mientras que los tres últimos nos presentan su exaltación como Señor de la historia y de todo lo creado. Hay un himno precioso que se recita a menudo en la Catedral en el Jubileo de la Cruz: el "Vexílla Regis Pródeunt" -las banderas del rey avanzan- en el cual hay un fragmento que dice: "Impléta sunt quae cóncinit David fidéli cármine, dicéndo natiónibus: Regnávit a ligno Deus" -se cumplió entonces lo que cantó David, diciendo a las naciones: "Reinará Dios desde el madero"-. Afirmar que Reinó Dios desde el madero es la mejor forma de resumir el contenido de este gran himno cristológico-paulino que no sólo nos presenta al Verbo encarnado abajado, sino ensalzado y unido al Padre. Contemplar a Cristo humilde, obediente, siervo... nos deja claro que nuestro Dios está con los últimos porque Él mismo se hizo el  último y siervo de todos. Por eso nuestro objetivo no es aspirar a que muchos nos sirvan, sino que nosotros podamos en nuestra propia vida servir a los demás. 

4-Interiorizar la Pasión

Ya sabéis que dos veces al año leemos y meditamos la Pasión del Señor; el Viernes Santo siempre lo hacemos leyendo a San Juan, mientras que en este día de Ramos cada año litúrgico nos ayuda uno de los tres evangelios sinópticos. Este año lo hacemos de la mano de San Lucas, el cual nos presenta a un Jesús manso y bondadoso. El autor nos habla de un Jesús silencioso que acepta los desprecios, los gritos e insultos y las órdenes despóticas de ir aquí o allá. Vemos a un Jesús que no escapa del dolor, consciente de que su muerte traerá la redención al mundo. Pero si algo sobresale en este pasaje es cómo se subraya la realidad de un inocente condenado de forma injusta, tal y como lo ven los propios Herodes y Pilato, uno de los crucificados y hasta un soldado romano... A pesar de que éstos dijeron: ''No encuentro culpa en este hombre''; ''Este no ha hecho nada malo''; ''este hombre era justo'', es maltratado, humillado y crucificado. He aquí el cordero inocente, el chivo expiatorio que con su entrega en la cruz quita el pecado del mundo. 

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