domingo, 17 de abril de 2022

Del sepulcro nuevo a la vida nueva. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

















Con la muerte de Cristo empieza un tiempo diferente, pero cuando realmente se completa este comienzo es cuando resucita, dejando un sepulcro nuevo excavado en la roca que cambia el curso de nuestra historia. A partir de entonces, comienza una nueva historia donde "ya no hay muerte, ni luto, ni llanto ni dolor". Celebrar la Pascua es celebrar lo más grande que puede ser celebrado; nosotros no tenemos la oscuridad en la que tuvieron que vivir y morir aquellos que les tocó vivir los siglos previos a Jesucristo -por desgracia, también hoy siguen viviendo y muriendo muchos que desconocen al Señor- pero a nosotros se nos permite ya en nuestra vida terrena degustar lo que nos depara el futuro con Cristo. Celebrar la Pascua es un precioso recordatorio de que nuestro morir será comenzar lo relmente anhelado y esperado.

Hoy todo nos habla de fiesta; más aún, de la solemnidad de solemnidades: las campanas, las flores, la luz, el agua, los cantos... Todo nos habla de vida, pero no la vida caduca que conocemos, sino la que no termina: la eterna. En Navidad cantábamos ilusionados en la misa de gallo el canto del "Gloria" tras todo el adviento sin hacerlo; ahora nos ocurre lo mismo al recuperar el canto que mejor resume el sentir pascual, enmudecido estas semanas previas de Cuaresma: ''Aleluya''. Sí, hermanos; no somos conscientes de que no existe palabra más solemne para alabar al Señor y alegrar al mismo tiempo nuestra alma. El "aleluya" es un canto de futuro; no en vano, es en el Libro del Apocalipsis donde con frecuencia lo encontramos. También San Agustín afirmó que los que aquí en la tierra cantamos "Amén"; es decir: ''así sea'', en el cielo cantaremos "Aleluya"; nos alegraremos de no haber perdido el tiempo, de no haber seguido a un cualquiera, sino al único que nos ofrece una vida en plenitud.

Qué afortunados somos los creyentes; éste un día para dar muchas gracias a Dios por aquellos que nos llevaron a la pila bautismal, por los que nos dieron una formación cristiana y nos ayudaron a descubrir que Cristo está vivo entre nosotros, y vivos nos quiere para Él. Es lo que nos ha recordado la primera lectura del Libro de los Hechos: ''Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios''. Los que en toda la cristiandad acudimos esta mañana a celebrar la Pascua Florida, somos esos testigos designados; un motivo más para tomar conciencia de lo mucho que nos ama el Señor que nos ha llamado, escogido e invitado para ser los cristianos de la Pascua. Este texto nos presenta el discurso de Pedro ante un grupo pagano: la familia de Cornelio, y así trata de condensar la vida de Jesús en muy pocas palabras, y ahí vemos lo que es primordial para el Apóstol. No es que no de valor a los tres años de predicación y vida pública del Señor, sino que va a lo verdaderamente esencial, lo que nos debe atraer de Cristo; que murió y resucitó. La Iglesia nace de la Pascua, de la experiencia pascual, de que el mismo Cristo resucitado se reuniera con ellos para partir de nuevo el pan: ¡Cómo no vamos a decir que somos el pueblo de la Pascua! Casi en su totalidad el mundo reconoce a Jesús, lo admira, lo valora... Hasta los musulmanes lo consideran un gran profeta, otros admiran sus enseñanzas, sus parábolas o sus gestos, pero, se quedan lejos de descubrir que todo ello sólo se pueden entender con cómo termina su historia; no en la cruz, sino en la luz. 

San Pablo de nuevo en su Carta a los Colosenses, nos reclama coherencia de vida; si somos del resucitado: ¿por qué vivimos como si estuviera muerto?: ''Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está''. No esperemos a vivir al estilo del cielo mañana, sino que empecemos ya ahora esforzándonos en pasar de lo viejo a lo nuevo, del pecado a la gracia, de la muerte a la gloria. La resurrección de Jesucristo opera ya en nosotros, nos interpela para abandonar lo mundano; es difícil, quizá hoy más que nunca, pero hemos de luchar por llevar nosotros luz de resurrección a las tinieblas que nos rodean. La Pascua no podemos limitarla al futuro, necesitamos hacerla presente. Sólo perseverando de esta manera podremos encaminarnos hacia Dios, el cual habrá de considerar si somos dignos o no de alcanzar la eternidad que sólo Él nos ofrece. 

Por último, quiero fijarme en tres detalles bien hermosos extraídos del evangelio de este día:

1- El ejemplo de la Magdalena. Hemos escuchado cómo: ''María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro''... Una mujer con mala reputación es la que lleva la delantera, la que no ha huído ni temido por su vida. Ella quizá no entendía lo que ocurría, pero allí estaba ella antes incluso de ponerse el sol. A nosotros nos ocurre muchas veces como a la Magdalena, venimos siendo indignos, sin comprender en nuestra razón el misterio de la resurrección, pero con la certeza de que -como afirmaba Benedicto XVI- "El Señor resucitado se manifiesta en quienes creen en él, como el viviente que transforma la existencia, dando sentido salvífico también a la enfermedad y a la muerte".

2- Para mí es esta la noticia. Dice el texto: ''fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba'', estos dos hombres salieron corriendo al sepulcro. El evangelista no nos dice el nombre de ese discípulo, por lo que podemos adaptarlo a cada uno de nosotros. Tú eres ese discípulo amado a quien hoy va dirigida esta noticia; Cristo no está en la tumba, vive: ¡ha resucitado! Ahora se ha puesto de moda la cultura de los cementerios; hay recorridos turísticos por ellos, centros de interpretación, guías sobre el arte funerario, mapas para visitar las tumbas de personajes ilustres o famosos. Y, sin embargo, nos olvidamos la tumba más importante de la historia: el Santo Sepulcro de Jerusalén: “La tumba de Cristo es famosa por lo que no tiene dentro” .

3- ¿Habremos entendido que Cristo resucitó?. Ni siquiera sus discípulos tras tres años día tras día con Él se habían enterado de qué les hablaba Jesús cuando decía: ''destruid este templo y en tres días lo reconstruiré''. Nos lo ha recalcado el autor del texto en el evangelio proclamado, ''Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos''. Hoy nuestra confesión de fe ha ser más solemne que nunca: ¡Sí Señor! ''creo en la resurrección de la carne y en la vida del mundo futuro''... El Papa Francisco nos ofrecía anoche una invitación clara: "¡Celebremos la Pascua con Cristo! Él está vivo y también hoy pasa, transforma y libera. Con Él el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida. Porque con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y, aun en la oscuridad más densa, brilla la estrella de la mañana".

Queridos hermanos: que se note que hoy es Domingo de Resurrección, que ''Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo''

Feliz Pascua Florida 

Joaquín, Párroco

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