domingo, 8 de diciembre de 2019

''Inmaculada, España y Azúl''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Este año, el segundo domingo de adviento ha sido eclipsado un poco por la ineludible Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, más ello nos ayuda también a adentrarnos mejor en la fuerza que imprime en los hombres de fe la que sin duda es el personaje central de este tiempo litúrgico. 

María es la puerta entre Dios y los hombres; gracias a ella se realiza el plan de Salvación que el Señor tiene para la humanidad, pues aunque criatura humana, reconocemos que está por encima de nosotros por la pureza de su alma y de su vida que jamás se vio manchada por el pecado. 

Es un misterio que nos supera, pero que la Iglesia reconoció como dogma de fe en pleno siglo XIX, no inventando nada nuevo sino reconociendo una tradición que la Iglesia siempre tuvo presente, y cuya verdad nos revela el arcángel en el evangelio de este día al saludar a María como ''llena de gracia''. No es una invención de teólogos iluminados ni de beatos anticuados; si creemos que Dios se ha hecho hombre, ¿no vamos a creer que el Señor preservara a su Madre del pecado?. 

El dogma es una cuestión ciertamente compleja que causó divisiones entre congregaciones religiosas, universidades, otros teólogos y corrientes de pensamiento, quizá por eso tardara tanto la Iglesia en hacer suya una verdad que el pueblo fiel -en la práctica- siempre tuvo claro: que María, la madre de Dios, sólo podía ser Inmaculada. Es lo que la Iglesia ha reconocido en el "Sensus Fidei" (el sentir y vivir de la fe del Pueblo de Dios).

España; nuestra gran nación, nuestra Patria, la tiene por Patrona junto al Apóstol Santiago, y es que si en algo se ha caracterizado siempre España, como decía San Juan Pablo II, es por ser tierra de María. Desde el rey visigodo Wamba, Fernando III el santo, Jaime I el Conquistador, Carlos I de España y V de Alemania, Felipe II o Carlos III, fueron monarcas que reconocieron y potenciaron el culto y devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen María. A principios del siglo XIV ya había en Gerona -sí, Gerona; lo de "Girona" se impuso depués- una Cofradía dedicada a Ella, y también los franciscanos hicieron por toda España una gran labor de divulgación de este culto mariano. En 1615, en Sevilla, se hizo la defensa de la Toda Pura en Sevilla, donde la ciudad entera juró defender este dogma... En 1644 la Inmaculada era ya fiesta en todo territorio del reino español, y sesenta y cuatro años después, en 1708, el Papa Clemente XI introduce dicha fiesta en el Calendario Litúrgico de la Iglesia Universal.

Pero el hecho que verdaderamente marcó un hito en el culto de España a la Inmaculada, tuvo lugar en la batalla de "Empel" (Holanda), en Diciembre de 1585, cuando los Tercios del Ejército Español comandados por Francisco Arias de Bobadilla, en minoría frente a los rebeldes de lo Países Bajos se enfrentaron a una flota de cien barcos. Se encontraban en isla de Bommel, situada entre los ríos  Waal y Mosa, cuando viendo que no tenían posibilidades de sobrevivir, el jefe enemigo les propuso una rendición honrosa, a lo que el jefe español respondió: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Preparándose para la batalla, un soldado español que cavaba haciendo una trinchera, encontró un icono de la Virgen María y los soldados españoles lo colocaron en un altar, considerándolo un guiño del cielo. Se encomendaron a la Inmaculada Concepción en aquel atardecer del día 7 para el día 8. Aquella noche se desató un frío atroz, niebla y viento fuera de lo común helando las aguas del río Mosa. Los españoles, en plena noche, caminaron con cuidado sobre el hielo y sorprendieron desprevenido al enemigo; vencieron aún siendo los españoles menos de cinco mil. El jefe enemigo, almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: «Tal parece que Dios es español». Desde entonces, La Inmaculada es la Patrona del Arma de Infantería del Ejército Español.

En el año 1864 la Santa Sede concedió al clero español el privilegio de vestir los ornamentos liturgicos de color azul como muestra de gratitud por la defensa que el clero, religiosos y fieles de la nación española hicieron siempre del dogma inmaculista. 

Pero más allá del recuerdo histórico, ¿a qué nos invita la celebración de María Inmaculada? Lo primero a reconocernos pequeños, frágiles, pecadores...pero llamados a imitar a la Madre del Señor no sólo en su docilidad a la Palabra, sino en nuestras costumbres de vida. Mirar a la Purísima ha de impulsar nuestro deseo de pureza; pureza para nuestras palabras, para nuestros pensamientos, y para nuestras obras. El apóstol en su epístola nos ha dejado bien claro que para esto nos ha elegido el Señor, para ser ''santos e irreprochables ante Él por el amor''. 

María es nuestro mejor ejemplo, tratemos de imitarla como hizo igualmente en su integridad otra insigne mujer cuya fiesta propia hemos recordado el pasado miércoles, pero que siempre actualizamos en nuestra Parroquia el domingo más próximo: Santa Bárbara.

Que por intercesión de Santa Bárbara nuestros mineros, bomberos, artilleros, y todos aquellos que trabajan profesionalmente en riesgo constante de sus vidas puedan trabajar y vivir seguros; y la Madre de Dios en su Inmaculada Concepción cuide y proteja nuestra Nación, al Rey y al Ejército Español.

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