domingo, 1 de septiembre de 2013

Reflexiones a la Palabra

 
1ª) ¡Sabiduría para realizar una buena inversión mientras vamos de camino!
¡Cédele el puesto!... Jesús es invitado y acepta participar en un banquete. Este marco del banquete, permite a Jesús subrayar algunas actitudes. Es necesario recordar que le invita un fariseo principal (y ya sabemos que nunca actuaban con limpieza con Jesús). De hecho, el relato lo recoge claramente: ellos estaban espiando. Jesús, por su parte, observa las actitudes y actuaciones de los convidados: todos buscan los puestos más relevantes. En la sociedad en que vive Jesús y desarrolla su ministerio, aunque las comidas podían, excepcionalmente, incluir a personas de distinto rango social, lo normal era que tal cosa sucediese sólo en circunstancias especiales. Dado que una comida en común implicaba compartir una serie de ideas y valores, y también con frecuencia una misma posición social, convenía cuidar todos los detalles hasta los más mínimos para no contaminarse.
Así se comprende mejor el escándalo que producía en sus oyentes cuando Jesús hablaba con toda naturalidad de que en el reino se sentarían juntos todos, sin distinción de procedencias y situación social. Esto era inaceptable en su mundo social. ¡Y además se trata de un banquete de bodas! En este marco narrativo y dramático se desarrolla una escena en dos movimientos principales: lo que hacen los comensales y la reacción de Jesús. Un banquete de bodas estaba regido por un estricto protocolo que se observaba en su tiempo. En ese marco Jesús se atreve a proponerles una parábola que denuncia todo su estatus social. Es necesario estar muy atentos: ¡Hay que ser sagaces para saber la oportunidad de cada acontecimiento! Si quieres crecer en el honor y la estima de los demás vete espontáneamente al último lugar; si el que te invitó tiene otro puesto más alto para ti, ya te hará subir de escalafón. Jesús está pensando en sus discípulos y quiere que sean sagaces y sepan leer adecuadamente los signos de los tiempos y las circunstancias de la vida en vistas al reino, que es el banquete definitivo y glorioso. Él es el Maestro por antonomasia e insuperable. El discípulo es invitado a aprender en esa escuela en la que el Maestro va por delante con sus actitudes. Nuestro mundo sigue necesitando esta desconcertante y escandalosa lección.
 
2ª) ¡Es necesario adoptar y aceptar los criterios que propone Jesús, el Maestro!
¡Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos. Jesús se centra ahora en el mundo del anfitrión. Según las normas y el protocolo, vigentes en tiempos de Jesús, el que invita a la boda lo hace, regularmente, a personas de su mismo rango social. Por tanto, espera recibir de ellos, en su momento oportuno, una invitación equivalente. En el fondo, ateniéndose a su protocolo, la invitación a una boda no es expresión de generosidad, sino un intercambio de valores del mismo precio. Jesús ha repetido una y otra vez que el reino es como un banquete de bodas en el que caben todos, porque todos son invitados por el Padre del Hijo que celebra su boda (¡las bodas del Cordero que durarán por la eternidad!). De nuevo el tema de las bienaventuranzas o congratulaciones que tanto le gustaba a Jesús recordar y repetir. Es cuestión de que el discípulo de Jesús sepa optar y elegir bien en cada momento. ¡Desconcertante mensaje para sus desconcertados oyentes! Esto rompía todos los esquemas del estatus social de su tiempo, como acabamos de recordar, recogiendo algunas reflexiones que nos ofrecen los estudiosos del evangelio desde las ciencias sociales. ¡Jesús es así!. ¡El Padre es así!. ¡El Evangelio es así!. Pero la promesa es desbordante: una bienaventuranza y una recompensa gozosa para siempre. Los hombres de nuestro tiempo necesitan que los discípulos de Jesús seamos testigos, en medio del mundo, de estas realidades espléndidas y escandalosas a la vez.
 
Fray Gerardo Sánchez  Mielgo
Convento de Santo Domingo .Torrent (Valencia)

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