Homilía en la Toma de
Posesión como Párroco de Viella
D. Joaquín Manuel Serrano Vila
Domingo XXV del Tiempo Ordinario
Sr. Arcipreste de de Siero D. José Julio
Velasco, querido hermano D. José Luis, religiosas y acólitos, (…), catequistas
y colaboradores de la Parroquia; Asociación de Vecinos de “La Nozana”, miembros
de entidades culturales y Agrupación Coral…
Un saludo
muy cariñoso también para mi familia y para todos aquellos amigos y allegados
que hoy habéis querido acompañarnos a D. José Luis y a mí en su despedida y en mi
presentación; muy particularmente saludo a la buena gente de Lugones que sé que
hoy muchos “piraron” allí la misa para
estar en ésta…
Pero saludo
muy especialmente a todos vosotros, queridos feligreses y “paxarros”; hijos todos de ésta, que ya también desde este
instante es mi Parroquia de Santa María de La Asunción de Viella; a los vecinos de Naón, de La Fresneda vieja (la de toda la vida -que insistentemente
alguien ya me dejó claro en el contestador del teléfono de Lugones-), de La
Belga, El Cogollo, La Nozana y de Viella capital.
También un
saludo cordial y sincero a los no creyentes, a los escépticos e indiferentes y
a todos los curiosos que os asomáis hoy para echar un vistazo a la traza del
nuevo cura. Sabed que os respeto y comprendo, pues muchas veces los que estamos
en la Iglesia no siempre somos espejos claros del Evangelio. Para vosotros, de
corazón, una coletilla que los de Lugones ya me han escuchado decir en más de
una ocasión: Las puertas de la Iglesia
están siempre abiertas para entrar, salir, incluso dando un portazo, y volver a
entrar... Ni de un lado ni de otro de la puerta soy amigo de los portazos,
pues éstos desencajan el marco y luego todo ajusta peor. En mi casa suelo dejar
siempre entreabiertas las puertas, de forma que desde cualquiera de los dos
lados se pueda pasar sin más.
Parece ser éste un día de muchas
celebraciones, pero en realidad sólo celebramos una: “El Día del Señor”; y lo
hacemos en y como Comunidad, sabiendo de nuestras virtudes e imperfecciones y,
desde la constatación de que nuestros defectos son más que nuestras virtudes, debemos
reconocernos “pequeños” ante Dios y necesitados de Él para poder caminar
juntos.
Y en este camino que hoy yo inicio
con vosotros, quiero proyectar ya algunas prioridades: Cuando llegué a Lugones
hace escasamente cinco años, observé que apenas había niños y jóvenes en las
celebraciones -ya sé que es un problema
muy general en los tiempos que corren- pero enseguida dije: ¡necesito
monaguillos!.. Hoy en Lugones las misas de niños son una fiesta; tenemos un
buen grupito de los que ya no son tan niños y hasta tenemos monaguillos para
ayudar hoy en Viella… ¡pero yo los quiero y necesito de aquí!
También me dijo un buen amigo que la
homilía de hoy podía comenzarla con un “Carísimos
hermanos”, no por lo espléndidos y caritativos que son los feligreses y vecinos
de Viella, que no lo dudo -habrá ocasión
de demostrarlo- sino porque posiblemente seáis de los fieles “per cápita” más caros de Diócesis, a tenor de lo que,
según me consta, debemos.
Frivolidades aparte, no podía ser al
respecto más apropiado para esta celebración el Evangelio de hoy. También el
Párroco es administrador; no sólo de los sacramentos, sino de los bienes o de
las necesidades materiales de la Parroquia. Decía D. José Luis hace poco en la prensa
que yo era más joven y “mejor” que él. Lo primero lo marca sólo el DNI, pero a
lo segundo, le contesto hoy aquí con algo que, aunque ya va en camino, me falta
en la plenitud de la que tú ya gozas y que recoge el Libro de la Sabiduría: “Las canas del hombre son la prudencia”.
Evidentemente, yo no soy D. José Luis,
y, lógicamente, tengo mis propios criterios, pero también todos debemos tratar
de ser buenos administradores de nuestra propia vida y de nuestros compromisos
como cristianos, y quizá, cabría también,
al hilo de éste Evangelio, tener un poco de dolor de los pecados y el propósito de
enmienda -que diría el Padre Astete-
en la administración de nuestra vida cristiana con alguna pregunta, pongamos, como
ésta: ¿ayudo yo en lo que puedo y de corazón a mi Parroquia y a mis hermanos en
sus necesidades, o siempre exijo todos los derechos sin ninguna obligación?...
Quiero agradecerte por tanto, querido
D. José Luis, tus esfuerzos y desvelos de veintidós años como administrador
fiel de esta Parroquia, pues lo hecho, hecho está; y aquí se queda. Y que tu
nueva encomienda en la de La Barreda, junto con la de Bobes y La Fresneda (“La Peña el gatu” -que también me dejaron
insistentemente claro en el contestador) te siga dando muchas satisfacciones y
éxitos pastorales. Y junto contigo, extender el agradecimiento a aquellos que
han tenido algo que ver con Viella en su encomienda pastoral: el Padre Pedro,
Dominico, que con cierta regularidad te ayudaba en momentos de necesidad, o el neopresbítero
ya, D. Celestino, que fue seminarista entre vosotros, colaborando en la
catequesis; lo mismo que el seminarista David, que hizo lo propio durante el
curso pasado.
Pero si hay alguien a quien me consta
que la gente de Viella lleva en el corazón con un entrañable recuerdo que yo quiero
actualizar hoy también por su muchos años de servicio a esta Parroquia, es el D.
Basilio, al cual conocí ya en sus últimos años en Lugones, limitado y deteriorado
en su silla de ruedas y al que cada domingo me tocaba ponerle la estola para la
concelebración; y al que finalmente tuve la satisfacción de administrar la
Santa Unción y acompañar en sus últimos momentos, celebrando posteriormente su
funeral y dándole sepultura en este Cementerio Parroquial. Que en Paz Descanse.
Con esta acrisolada herencia de mis
antecesores hermanos, comienzo hoy mi andadura entre vosotros atreviéndome a
pediros para mí oración, paciencia y caridad con mis defectos y limitaciones;
sabiendo que los curas de hoy nos vemos en la obligación de hacer malabares
para atender cada vez más encomiendas (aprovecho
para deciros que las misas de los sábados serán a las 6 de la tarde y las de
los domingos a la 13´15h) pero también os prometo que haré todo lo que esté
en mi mano para que esta Parroquia no sea ningún segundo plato, sino que
trataré de dedicarle el mismo esfuerzo y tesón que a mi queridísima de San
Félix de Lugones; y, si San Félix es muy querido, no lo será menos la Santísima
Virgen María en Viella.
Al igual que de esta Parroquia
saliera también D. Ramón, sacerdote fallecido hace pocos años, ojalá el “Dueño
de la Mies” pudiera premiarnos con alguna nueva vocación para repartir la
preciosa carga de anunciar el Evangelio; y para que a ninguna parroquia, en
ningún lugar, le falte un sacerdote que les haga presente a Cristo.
Que la Madre del Divino Pastor, la Santísima
Virgen de La Nozana nos ayude e interceda por nosotros para que desde hoy mismo
sepamos caminar juntos con un corazón de carne, y por Ella, mediadora eficaz en
la unión de las personas que relata la fiesta de las bodas de Canaá, no dejemos
de escuchar en el oído el susurro: “Haced
lo que Él os diga”.
Que así sea.