Cada efigie del santuario tiene su particular historia, desde la que se ve en la
cueva, copia de la original, hasta la majestuosa Santa María que preside la
basílica desde hace un siglo
Cada inicio de septiembre miramos a Covadonga con más intensidad que el resto
del año. Pero existe producen mucha confusión o desconocimiento en los
visitantes las diversas imágenes que se pueden ver en el santuario (amén de
aquellas a las que pocos tienen acceso). Y no sólo entre los turistas o
profanos, sino también entre una notable mayoría de los asturianos. Este
artículo pretende dejar clarificado el asunto, sin dejar cabos sueltos.
Imagen románica del siglo XII que es copia de la que se veneraba en Covadonga
antes de ser destruida por el incendio acaecido en la Cueva el 17 de octubre de
1777.
Ésta es una talla en madera policromada que se conserva en el pueblo de
Cillaperlata -en la provincia de Burgos- bajo la misma advocación de Virgen de
Covadonga. De no haberse recuperado la talla desaparecida durante la Guerra
Civil se hubiese traído ésta y -de hecho- las conversaciones con el obispado de
Burgos ya estaban muy avanzadas. Todo indica que antes de 1777 se veneraban dos
tallas, una en la parte baja de la Cueva para las celebraciones multitudinarias
y otra -más parecida a la que ahora conocemos- en el interior de la Cueva,
espacio que estaba cerrado al exterior a modo de monasterio o iglesia
convencional.
Imagen enviada a Covadonga por el Cabildo de la Catedral de Oviedo en 1778,
después de que el Santuario hubiese quedado totalmente destruido por el incendio
del año anterior. En esta foto la vemos según se presentó durante un breve
periodo de tiempo con sólo el manto (sin vestido ni rostrillo) sobre su sencilla
talla. La polémica desatada por los que deseaban que la imagen se presentase
sólo con el manto (e incluso sin él) por entender que los vestidos eran una
sofisticación y los que deseaban verla en la forma en la que la conocieron
siempre se saldó a favor de éstos últimos, y la sugerencia hecha en 1971 por
Bellas Artes de Madrid para que se presentase sin vestiduras quedó
definitivamente olvidada.
El antipendio o frontal del altar recrea la legendaria Batalla de Covadonga,
con Pelayo y sus huestes arremetiendo contra los musulmanes, mientras preside la
escena una imagen sedente de la que durante muchos siglos se denominó Virgen de
las Batallas.
Esta imagen se destina a las procesiones durante la novena y en la fiesta de
cada 8 de septiembre (no es la original ni la que está en la Cueva).
La presentación del manto a la que estamos acostumbrados -en su típica forma
triangular- requiere de una previa y curiosa simulación que conocen muy bien las
teresianas que se encargan de ese cometido diaria y magistralmente.
La imagen que vemos en la Cueva es una copia de la original y está realizada
en poliéster. Se muestra delante de una exedra dorada que imita el estilo
prerrománico, en la cual se representan en alto relieve los Reyes Caudillos de
Asturias -desde Pelayo hasta Alfonso III el Magno-, pero sólo los siete que
realizaron empresas guerreras; por lo que faltan en este círculo de respeto los
cuatro restantes, a los que algunos llamaron injustamente reyes «holgazanes».
Réplicas de las coronas votivas del rey Recesvinto -del reino visigodo de
Toledo- son las dos lámparas que penden del techo.
Espléndida y majestuosa imagen sedente de Santa María que desde hace un siglo
preside la Basílica de Covadonga. Estuvo entronizada en la parte alta central
del coro canonical hasta hace algunos años. Se decidió bajarla y situarla más
próxima al altar, en la parte derecha del presbiterio (visto éste desde las
naves). Esta magnífica talla en metal parece una réplica que -de algún modo-
recuerda la imagen primitiva románica desaparecida en el incendio de 1777.
El escultor y orfebre catalán Sansó plasmó en ella la serenidad que da una
maternidad plena. Ahora -desde su cercanía- resulta aún más impactante y
emotiva.
Por razones de conservación y seguridad esta imagen no está expuesta al culto
en la Cueva, como lo estuvo durante más de dos siglos. Se guarda en una capilla
interior de la Colegiata de San Fernando (llamada Casa de Ejercicios, anexa a la
Cueva) y se presenta sin ningún tipo de ropaje. Es, por tanto, la más antigua
talla de la Santina que se conserva en el Real Sitio de Covadonga.
Parece asemejarse a una encantadora «menina», a pesar de las varias
restauraciones a las que fue sometida, las cuales transformaron su rostro
original por completo, puesto que la humedad y las termitas la habían dejado muy
deteriorada.
Y, por último, otra imagen de Covadonga -bastante desconocida en este caso-
es ésta que fue tallada en alabastro por José Capuz. Formaba parte de un
espectacular tríptico que había sido obra de Félix Granda Buylla y que
reproducía en plata escenas tanto religiosas como costumbristas asturianas. Tras
la guerra sólo quedó la imagen tal y como la vemos, en este caso en un retablo
hornacina procedente del monasterio de Valdediós. Puede contemplarse en la
iglesia baja o principal de la colegiata de San Fernando, inmediata a la Cueva.
Francisco José Rozada Martínez | Cronista
oficial de Parres
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