viernes, 12 de mayo de 2023

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Asturias misionera. Un libro

Acabamos de presentar un libro viajero. De viajes hablan sus páginas. No son un cuaderno de bitácora con aventuras turísticas o mapas de tesoros piratas, sino el relato de hazañas misioneras llevando el Evangelio más allá de nuestra hermosa tierra asturiana. Y recuerda aquello que dijo Jesús en el trance de su adiós, cuando mirando a sus discípulos les quiso confiar su misma misión: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 15). Desde entonces, ¡a cuántas tierras llegaron los pies de los mensajeros! ¡en cuántas lenguas se contó la Buena Noticia! ¡cuántos escenarios políticos y culturales fueron telón de fondo de la llegada de los misioneros! 

El libro, “La misión, en el corazón de la Iglesia de Asturias”, es una buena recopilación de cuanto, en estos últimos decenios, sacerdotes, religiosas y laicos, fueron misioneramente allende el Musel y más allá del Pajares, dejando en Asturias su tierra, su lengua, sus lazos familiares y amistosos, y tantos usos y costumbres que nos identifican. Como única motivación, cumplir aquel mandato del Maestro, sintiéndose continuadores de la encomienda de Jesús hasta llegar a todos los “finisterres” detrás de todas nuestras fronteras. En África, en América, en Asia, y también en Europa, nuestros misioneros han podido prestar los labios a Dios para que en ellos se escuchara la Palabra que no engaña y trae vida. También a través de sus manos el Señor ha podido repartir a raudales su gracia. Somos instrumentos de esa paz y ese bien que con nosotros Dios mismo quiere dar si nos dejamos enviar con esa dulce y liberadora embajada. 

Los paisajes misioneros que los pies de nuestros hermanos han ido surcando, han sido ciertamente bien distintos. Basta hojear estas páginas para ver cómo han ido pasando los tiempos y los lugares delante de sus ojos, con tantas circunstancias de diversa índole que, sencillamente, los hacían diferentes. Pero el hecho de aceptar ser enviados a donde el Señor en su Iglesia los mandaba, hacía que pudieran abrazar tantas vidas con todas sus idiosincrasias: niños y jóvenes, adultos y ancianos, con todos los factores que se dan en las diferentes biografías y en la entraña de los pueblos que iban conociendo. 

Son mundos bien diferentes a los que por motivo de nacer en el lugar donde nacimos, y en la época de nuestros años, y dentro de la familia que nos deseó, nos esperó y nos acogió, y en una comunidad cristiana como la de nuestra parroquia, o en un colegio en el que crecimos en tantas direcciones humanas y creyentes, y con nuestra vocación eclesial concreta que poco a poco fuimos descubriendo y secundando… En fin, ¡cuántas variables que en nuestra biografía han hecho que seamos como somos porque así Dios lo quiso propiciando las diferentes circunstancias que nos han arropado y sostenido! 

Dios bendice una experiencia de auténtica pasión cristiana llevando el Evangelio escuchado y vivido en Asturias hasta los confines a los que nuestros misioneros han llegado: anuncio de Cristo, catequesis a niños y adultos, sacramentos de la Gracia repartidos, construcción de comunidades e iglesias, colegios, dispensarios y un sinfín de gestos y dones que hemos sembrado con todos aquellos hermanos a los que fuimos y con los que Dios nos enriqueció el alma. Siempre tendremos un mapa con la silueta de Asturias o con el entero mapamundi delante, señalando un lugar al que Dios nos envía y en donde sus hijos, nuestros hermanos, nos esperan. Si somos cristianos, somos misioneros. El Señor nos dice también a nosotros: “sal de tu tierra y vete a la que yo te mostraré” (Gén 12). Como repite el papa Francisco, somos una Iglesia en salida, una Iglesia misionera que no sabe de fronteras para nuestros pies, ni late con un corazón encogido. Esta es la divina aventura de quien se sabe enviado y peregrino. 


+ Jesús Sanz Montes,
Arzobispo de Oviedo

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