sábado, 3 de diciembre de 2022

Hermana Dolores, al encuentro del Señor. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Se nos ha ido la Hermana Dolores Arguelles Cabeza de una forma triste y terrible en esta primera semana del adviento. Sufrió un accidente hace nueve días, y aunque desde el primer momento los médicos no fueron optimistas ni vieron muchas esperanzas nos agarramos a la fe de que pudieran salir adelante de aquel trance y restablecerse poco a poco. Finalmente falleció en este 30 de noviembre, día de San Andrés. En Dolores se ha cumplido el adviento; ha venido el Señor a buscar a la esposa, al que ella hacía tanto aguardaba. Madre San Pascual solía decir a las primeras hermanas del Santo Ángel que ''la fe no es creer que Dios hará lo que quieres, es creer que Dios hará lo correcto''; esta máxima arroja luz a nuestro impacto por el final de esta querida hermana. 

Ovetense de pura cepa, de la parroquia de San Juan el Real en cuyo seno nació a la fe y descubrió su vocación guiada por los buenos consejos de los sacerdotes que en ésta conoció, que no fueron pocos. Siempre tuvo predilección por los niños, por la infancia, por eso la guiaron a la congregación de las Hermanas del Santo Ángel del P. Luis Ormieres, que tuvieron su primera casa en Oviedo en la Calle Santa Ana donde hoy está la sede del Museo de Bellas artes de la ciudad. Ingresó en la Congregación en 1956 en la Casa noviciado de Carabanchel Alto (Madrid. Hace su primera profesión en 1959, y la profesión solemne en Palencia en 1964.

Su vida religiosa transcurrió por siete destinos: Llerena, Palencia, Pravia, Gijón, Madrid, Lugones y Oviedo, aunque quizás uno de los que más le marcó fue el barrio madrileño de Canillejas. Ya jubilada fue destinada a Lugones, donde yo la conocí a mi llegada como Párroco. Mujer discreta, sencilla y nada amiga del hacerse notar. Le gustaba pasar de puntillas; parecía que no estaba, pero sí que estaba y hacía suyas las realidades de su entorno. Era algo tímida y reservada, pero también sabía cuándo debía interesarse por una familia, por un enfermo o por una realidad de la Parroquia...

Como Santa Teresa de Jesús, Dolores también era una mujer de fe, recia y muy andariega; eran kilómetros los que recorría a diario disfrutando en sus paseos donde desgranaba sus rezos y se ofrecía de ayuda a aquel que hiciera falta, o que se encontrara en su camino. Prestó un impagable servicio en la guardería de Cáritas en San Lázaro de Oviedo, en  la que continuó ya jubilada, vibrando con el carisma de su familia religiosa y queriendo ser también ella ''pequeña entre los pequeños''. 

Aunque pudiera parecer muy fuerte, era una persona con muchas cruces a sus espaldas; realmente era muy sensible, por lo que le afectaban los problemas de su familia, de su comunidad, de la Iglesia, del mundo... Era un espíritu indómito y libre, y eso no sale gratis; en el transcurrir del tiempo se volvió algo solitaria, no por rechazo del resto, sino porque ella era feliz siendo un verso suelto como a fin de cuentas lo somos muchos en mayor o menor medida. Sin embargo, vivía muy al día a día la realidad de su Congregación, de la Diócesis y del mundo, siendo especialmente sensible en el campo de la evangelización: prestó un gran servicio a la Diócesis colaborando en la Delegación de Misiones. 

En 2017 la despedimos con cariño en Lugones al ser destinada a la Comunidad de la Tenderina, en Oviedo. Siempre que yo acudía a la parroquia de San Francisco Javier a alguna celebración, o lo hacía cualquier persona de Lugones a un funeral o por cualquier motivo,  allí esperaba ella a la salida del templo para saludar, regalar un abrazo o dos besos, y acompañar hasta el coche o la parada del autobús, mientras se interesaba por los conocidos de Lugones o te contaba sus nuevos quehaceres en Oviedo. 

El pasado viernes 25 de noviembre Dolores se acercó como cada semana en autobús a la localidad de Nava para visitar a su hermana Marina, que vive allí en una residencia. Con gran acierto dijo hoy en su funeral Don Alberto, el párroco de San Javier, que allí vivían su particular "Ain Karem"; esa visitación de dos mujeres que se abrazan como María e Isabel, un misterio tan vinculado a Lugones. Solía pasar la tarde con su hermana, pero esta vez al marchar salió con prisa para cruzar la calle hacia la parada del autobús con la intención de regresar a casa a tiempo para la hora de la cena, cuando fatídicamente fue atropellada por un coche. Eran aproximadamente  las siete de la tarde el momento en que ocurrió ésto, habiendo ya poca luz; aquello supuso el principio del fin, un final muy triste... No sabemos el modo ni el día de nuestro término, que como bien dice nuestro Arzobispo: ''es la fecha misteriosa que Dios tenía anotada en su eterna agenda''. 

Querida Hermana Dolores, gracias por tu testimonio de vocación, por tus silencios, por el cariño que me tenías a mí y a la Parroquia de Lugones. Para ti ya el adviento acabó; no tienes que esperar más, ya el Altísimo te ha llamado por tu nombre. Partes de este mundo a la Casa del Padre, seguro que Nuestra Señora de los Ángeles, el Beato Luis Ormieres y la Madre San Pascual te muestran el camino. Que guiños nos regala el Señor, que después de cinco años en la comunidad de San Javier te despedimos en la parroquia de la Tenderina precisamente un 3 de diciembre: día de San Francisco Javier, Patrono de esa comunidad parroquial y de ese barrio tan querido de la Tenderina. Día también fundacional de la Congregación de las Hermanas del Santo Ángel... Descansa en Paz Hermana, y que los Ángeles te conduzcan al regazo de Abrahán. 

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