domingo, 6 de noviembre de 2022

''No de muertos, sino de vivos''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Celebramos el día del Señor en este domingo XXXII del Tiempo Ordinario, en el que las lecturas nos hablaran de algo muy acorde a lo que hemos festejado y recordado estos primeros días de noviembre: "que no es un Dios de muertos, sino de vivos". También en esta jornada hay dos realidades que no podemos omitir: el día de la Iglesia Diocesana a la que pertenecemos y hemos de sentir como propia desde nuestra oración y colaboración, y la memoria de los Santos y Beatos Mártires del siglo XX en España.

Mi consuelo hoy y mi esperanza mañana

El texto de la Segunda carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Tesalónica, nos regala dos vertientes; es una invitación del autor a saber encontrar en el Señor el consuelo dado "que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno". No consolarnos por penas vanas y pasajeras, sino vivir el consuelo de esperar en paz lo que habrá de venir y desconocemos. Como ya comentamos el pasado domingo, el problema de esta comunidad cristiana era precisamente que no habían entendido el sentido de la parusía (segunda venida del Señor). La cuestión no es que venga primero o después, sino que hayamos descubierto el sentido de la vida a través de Dios; sólo así también la muerte cobrará sentido para nosotros. La clave es vivir la esperanza: ¿en quién pongo yo mi esperanza? ¿A quién espero?... También a los primeros cristianos les desgarraba la experiencia de la muerte de los suyos; sin embargo, no se quedaban en la duda o la nada sino en la "esperanza dichosa" que Dios nos ofrece.

El martirio, ofrenda de amor

La primera lectura de este domingo nos viene muy bien a los españoles que en este día recordamos a nuestros mártires, y es que el texto no podría ser más apropiado y explícito. Nos vamos acercando al final del año litúrgico, por ello cada vez más los textos de la palabra de Dios nos hablan del final; el final de la vida, del mundo, y he aquí un tema también profundamente escatológico como es el del martirio. El texto nos relata el conocido martirio de una modélica familia de judíos allá por el siglo II a. C. y ello es una puesta en valor de aquello a lo que estamos llamados hoy también nosotros: el martirio; quizá no el que vivieron los sacerdotes, obispos, religiosas y fieles de nuestra España del siglo pasado, pero sí un martirio silencioso, digital, social... Mirar a los Mártires de todos los tiempos es acudir a la escuela del amor sin reservas, del perdón y la autenticidad de la fe. Ellos no dudaron entregar su vida, pues sabían que aquí nada dejaban ni nada perdían; al contrario, lo ganaron todo. ¿Tendremos nosotros tan claro como lo tuvieron los Mártires que ni el dinero, ni las posesiones ni únicamente el pasarlo bien en esta vida lo es todo?.

Lo de aquí y lo de más allá

El evangelio de este domingo puede parecernos muy complejo, pero en realidad no lo es tanto. El primer detalle que el evangelista San Lucas nos regala es que los saduceos que se acercan a Jesús no creen en la resurrección y como siempre, intentan complicar a Jesús la existencia sacándole un tema jurídico -inventando el ejemplo- pretendiendo contraponerlo a Moisés "que dejó escrito...": ¿tú qué dices?... El tema era de una mujer que supuestamente había estado casada en distinto tiempo con siete hermanos, y la pregunta de los saduceos buscando rizar el rizo y meter al Señor en un apuro. Es cierto que Moisés dejó esa ley llamada de la "halizah", que hoy puede sonarnos antifeminista, pero en aquel tiempo era la forma de asegurar el futuro de aquella mujer que se vería en la desgracia de quedar viuda joven, y por tanto destinada a pedir limosna en un total desamparo. Más ante el intento de tender una trampa generando dudas Jesús es tajante: ''En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección''. Es como decir lo de aquí nada tiene que ver con lo de más allá. Para los saduceos todo terminaba en la muerte, pero Jesús al querer enfrentarle a  Moisés les responde precisamente recodándoles la escena de Moisés y la zarza donde Dios se le manifestó no sólo como el Dios de su pueblo y sus tradiciones al autodenominarse Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob; lo más importante es viene a continuación y que confirma sus palabras de que la realidad de que los muertos resucitarán. Ya lo había indicado el mismo Moisés al dar a conocer lo que Yavhé le dijo en el Sinaí; ''No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos''.

No hay comentarios:

Publicar un comentario