martes, 23 de agosto de 2022

Con Santa María y Santa Isabel. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Qué gran dicha recuperar poco a poco tanto que en estos dos duros años de pandemia quedó postergado, entre ello nuestras fiestas de fechas tan señeras y queridas y que forman parte de la esencia y la identidad de nuestro Pueblo. El año 2020 no pudo hacerse fiesta, ni había ganas ni motivos para ella; en 2021 aunque algo se pudo hacer, todavía no estaba la situación para tirar cohetes ni voladores. Más este año sí; podrá Lugones vestirse de nuevo de guirnaldas y banderines con todo lo que conlleva. Somos conscientes del mal trago que la Comisión de Fiestas ha tenido que vivir todo este tiempo durante esa larga incertidumbre que prolongaba una y otra vez en la incógnita de cuándo vendrían tiempos mejores. Agradecimiento de entrada, pues, a ese gran equipo que da lo mejor de sí mismo cada año para organizar en nuestra Localidad unas fiestas de primera. Hacer algo grande por los demás no sólo trae aplausos, a veces también incomprensiones, críticas y juicios; algo por otra parte inherente a cualquier implicación social o de proyección pública. Desde esta consideración, mi felicitación sincera a todas las personas que de forma voluntaria hacen posible estos días alegres para los lugonenses.

Desde la Parroquia no hemos dejado de celebrar ninguno de los dos años anteriores esta festividad tan entrañable; podíamos haberla pasado como un domingo más del año, pero ni en aquellas difíciles condiciones el cuerpo no nos lo llevaba. Aunque no hubo “Fiesta Pagana”, sí tuvimos la fiesta religiosa: el triduo previo, la misa solemne del domingo, la bendición de las embarazadas, y la misa por los difuntos. Lo único que no hubo, siguiendo las indicaciones sanitarias y del Arzobispado de Oviedo, fue la procesión. También a nosotros nos dio pena no poder salir a las calles con las imágenes de las santas primas, pero así son las cosas: “el hombre propone y Dios dispone”. Ahora ya es momento de vivir el presente para desde éste encaminarnos al mañana. Y lo que ya nos ocupa de forma inmediata es celebrar y festejar; dejar por unos días los sinsabores de la rutina de todo el año y participar de estas jornadas en un deseado clima de amistad y confraternización.

Este año toca estrenar nueva ubicación para el prau de la fiesta. Es cierto que cuando se iniciaron las obras de la tercera fase del “bulevar”, a todo el mundo le dio pena y nostalgia ver cómo empezaba a desaparecer “el prao de Santa Isabel”, aquel que con tanto mimo cuidaba en su época Alfredo, un enamorado de esta fiesta que tuvo la dicha de morir el día propio de ésta, y de ser enterrado el “lunes del bollu”. No vamos a negar que de entrada no nos gustan las mudanzas, más quién sabe si con el tiempo saldremos incluso ganando con la nueva ubicación que ahora se inaugura. Donde sea, seguiremos celebrando lo que nunca ha cambiado: Santa María y a Santa Isabel, dos mujeres que protagonizan el relato de una época en la Dios quiso darnos su lección “progresista” ensalzando a la mujer -a las mujeres- y la maternidad. Ya no es por la mujer por la que llega el pecado, ahora es por una nueva mujer por la que nos viene la salvación, la cual hace alegrarse y saltar de gozo la criatura que hay en otra - Isabel- que ya había perdido toda esperanza como mujer y como madre.

Antes de que llegara a nosotros “el covid” leí una novela que me regalaron titulada ''Que acabe en siete'', de María Bobes, escritora nacida en Viella. En el libro me encontré el siguiente dato que quiero compartir: Tuve un tío fraile que estuvo mucho tiempo de misionero en el Congo (...) Era un hombre conocido en toda la Provincia por su enorme bondad. Decía que para un misionero, la Visitación de María a su prima Isabel era el modelo de visita, porque la había hecho con el único propósito de compartir la alegría de llevar a Dios dentro''.

Cada día, Dios se acerca muchas a veces a nuestra vida por medio de otros, al igual que le pasó a Isabel, la cual fue capaz de descubrir que no la visitaba sólo su prima, sino el mismo Cristo aún oculto las entrañas de su prima. Para los ateos o indiferentes, esta fiesta es una invitación a dejarse visitar y sorprender por Dios, sólo hay que estar atento a los indicadores que el Señor pone por medio. Y para los que somos creyentes, celebrar la Visitación es una llamada a ser misioneros, a saber portar y transmitir la alegría de llevar a Jesucristo a los demás, como hizo María con Isabel.

Un buen amigo sacerdote que ha fallecido este año y al que le encantaba venir a Lugones, D. Luis Marino, en el año que nos presidió la misa solemne de la fiesta reflexionaba que la celebración de la Visitación de María a Isabel se introduce en la liturgia de la Iglesia en el siglo XIV, un momento terrible para ésta y para toda la sociedad de aquella época por múltiples crisis y enfermedades. Tampoco nosotros estamos libres de dificultades, pero con el ejemplo de estas dos primas seguiremos superándolas.

Que estos días de celebración sean un buen motivo para disfrutar del gozo de un pueblo unido en fiestas, entremezclándonos unos y otros, locales y visitantes, y descubrir que incluso con la persona más insospechada podemos llegar a compartir una sidra o una cerveza, comprobando que Dios se vale de sus mediaciones para demostrarnos que como seres humanos e hijos de la Creación divina tenemos más semejanzas que diferencias… Un corazón noble siempre identifica mucho más lo que une que lo que separa.

Con María de la Visitación y Santa Isabel: Felices fiestas 2022

Joaquín, párroco

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