viernes, 7 de agosto de 2015

RESIDENCIAS GERIÁTRICAS Y CALIDAD DE VIDA. Por Joaquin Manuel Serrano Vila



RESIDENCIAS GERIÁTRICAS Y CALIDAD DE VIDA

Cuando era niño en Candás, recuerdo a los güelinos sentados en “El Paseín” o por “el muelle” ayudándose con su cayado o en algún apoyadero, contándose unos a otros y al que se arrimaba las “batallas de la vida”, las cuales inspiraban un respeto reverencial y una condescendiente ternura y aprobación de los más jóvenes ante sus repetitivas historias…

Hoy, apenas encontramos esa estampa por ningún pueblo, pues la vorágine de la vida y, en cierto modo, el hedonismo de nuestra sociedad moderna, ha ido relegando a los mayores a los llamados geriátricos, so pretexto de una mayor calidad de vida que, desde subvenciones y de sus mismas pensiones, resulta finalmente demasiado cara y, en otras tantas, de no tanta calidad.

Antes, los abuelos vivían y morían en casa, cuidados y rodeados de los suyos, aunque éstos al final fuesen solamente sus propios vecinos. En otro tiempo, una madre era capaz de criar a diez hijos y hoy diez hijos no son capaces de cuidar  -¡ni por turnos!- a su madre. Esto generó la proliferación como champiñones de las residencias geriátricas (públicas y privadas) donde poco a poco los vamos dejando a precio de oro que acalla nuestras conciencias y salva nuestras carencias de tiempos y contratiempos para poder cuidarlos. Un negocio -con total seguridad- suculento y rentable para los avispados empresarios del sector, que, a resultas, les exige mucho menos de lo que pueda parecer, pues los decrépitos ancianos, por sus propias circunstancias o no protestan, o no tienen opción de protestar; o, al final, da igual que protesten que no, pues sus familiares y esta sociedad ni quieren ni tienen tiempo para saber cómo son atendidos.

 Paradójicamente y por triste defecto, las residencias geriátricas son una solución -o la única- para la gente que puede pagarlas (los demás tendrán que hacer cola ante los asilos de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados) y, sin duda, no todas son iguales ni en el precio, ni en el trato, ni en el cuidado y atención. Acertar en esto, amigos míos, es absolutamente clave para los pobres abuelos y para los familiares que tengan corazón. El equipo de “Pastoral de Enfermos y de la Salud” y el sacerdote de esta Parroquia, atienden y celebran la misa en varias de ellas dentro del ámbito de su jurisdicción, y, como hemos dicho, no todas son iguales…

Sería un buen propósito para este verano revisar las relaciones y atenciones que tenemos con nuestros mayores; preocuparnos por un digno final para ellos que no pivote sólo en nuestra comodidad o “impedimentos”, y que evite, en no pocos casos, el cruel olvido en idealizadas y rentables mazmorras para sus guardianes de aquellos que nos lo han dado todo, donde, muchas veces despersonalizados, demenciados y acobardados en no pocas, esperan, aparcados en batería  y desde los  gritos del silencio -su silencio-, la pronta llegada de la “hermana muerte” que les libere por fin de su deportación y cautiverio en los nuevos y sibilinos “guetos” de nuestro tiempo, frutos de una hipócrita sociedad moderna tan llena de “calidad de vida”.


Joaquín, Párroco

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