martes, 17 de mayo de 2022

Chère Mère, descubriendo a la Madre San Pascual. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Dios siempre llega puntual a la vida de cada hombre y cada mujer. ¡Qué grandeza la de aquellos cuyas vidas se entrelazan para ser una nada más!: "una sola carne". Más ocurre también la unión espiritual entre una mujer y un hombre sin más fin que trabajar juntos cada uno consagrados a Dios y a los hermanos. Es cierto que no se da con mucha frecuencia, pero cuando ocurre los resultados sobrepasan cualquier cálculo que pudiéramos imaginar. Y es que éste es el deseo del Señor para su Iglesia. No es nada nuevo hablar de sinodalidad e insistir en ese caminar juntos sin al asomarnos a los veintiún siglos de historia de nuestra Iglesia y ver el costoso y a la vez valioso camino en comunión; avanzar en esa nuestra común-unión, es caminar juntos al cielo. Y ejemplos tenemos muchos: los carmelitas descalzos evocan siempre aquel primer encuentro de una tal Teresa con un joven Fray Juan de Santomatía; aquel día quiso el Señor que sus dos vidas se cruzaran para lograr algo grande para la Iglesia. Algo así pasa por mi cabeza al tratar de imaginar cómo sería aquel primer saludo, el primer encuentro, la chispa espiritual que se encendió cuando el P. Luis Ormieres y la hermana San Pascual comenzaron la génesis de una amistad que terminó convirtiéndose en los sólidos cimientos de un nuevo carisma para la Iglesia Universal, y que el Espíritu Santo depositó en sus almas. 

No fueron fáciles los tiempos de la Francia del siglo XIX, y quizás éste sea el secreto del despertar vocacional que de forma muy específica vivirá la vida consagrada en esas tierras galas, haciéndose verdad que no cae en saco roto la vida que se entrega por amor aunque todo esté en contra, y es que siempre "saca el Señor fuerza de nuestra debilidad". Como en toda la historia y latitudes de la Iglesia había en aquella Francia dura persecución religiosa, y esto me trae al pensamiento el reciente decreto del Papa Francisco que aprobaba la canonización de las carmelitas mártires de Compiègne, cuya historia se hizo tan popular por el filme: "Diálogo de Carmelitas"...

Madre San Pascual pudiera parecer una sombra tras la figura del Beato Luis Ormieres, un nombre que acompaña o una mera figura secundaria, pero nada de eso; el papel de esta mujer es vital no sólo ya para que la Fundación viera la luz, sino para comprender la espiritualidad y la esencia de la familia Santo Ángel de la Guarda. Acercarse a su biografía, contexto y evolución, implica entrar en el alma de una mujer inflamada por el amor de Dios que necesitaba gastarse y desgastarse para dar a conocer a los más pequeños, a los que tanto ama el Señor, que Él no se desentiende de nosotros ni cuando nosotros mismos nos alejamos y vamos por mala senda, que nos envía sus ángeles para que nuestro pie no tropiece en la piedra y te guarden en tus caminos.

Julian Marie nació en una familia acomodada, hija de un general de artillería; era su hogar profundamente religioso llevando a gala compartir la misma sangre que el gran San Luis María Griñon de Monfort, considerado por muchos el gran mariólogo de todos los tiempos, el que más y mejores obras ha escrito para honrar a la Madre de Dios. ¿Cómo no iba Madre San Pascual a incentivar ese espíritu mariano a la Congregación con tales antecedentes en ella que siempre se sintió fiel hija de María, Reina de los Ángeles?. Era imposible no estar tan unida a la Madre del Cielo cuando tan niña perdió a la suya en la tierra. Y no sólo a su madre, también a sus hermanos, debido a una enfermedad pulmonar, y al poco tiempo también a su padre. De su familia sólo quedaron ella y su hermana Felicite. Dicen que la última petición de su madre a la Virgen había sido que sus niñas salieran adelante libres de la enfermedad de tres sus hermanos. He aquí un fuerte nexo de unión de la Congregación con su Madre fundadora y a la vez con la del Redentor. Cuando en noviembre de 1850 llega con el P. Luis a Villasavary San Pascual lo tiene claro, esta casa se llamará: ''Santa María de los Ángeles''.

También es determinante saber que siendo muy niña, ella y su hermana se quedaron huérfanas, teniendo que hacerse cargo de éstas unos parientes lejanos, la viuda Glain y su hermano sacerdote el P. Maubec. Así las pequeñas se van a la ciudad de Auray, donde el sacerdote el sacerdote estaba destinado y vivía atendido por su hermana. Las pequeñas sólo estarán con ellos en vacaciones, pues deseando darles una buena formación las envían a al colegio de las Ursulinas de Ploermel, a unos 63 km de distancia. Las Ursulinas se ven obligadas a irse, y es cuando aparece en escena el P. Deshayes quien aprovecha la marcha de las religiosas para abrir una nueva casa de sus hermanas de la Instrucción Cristiana. Así conoce la pequeña Julian esta joven Congregación. Aquí sólo permanecerán las religiosas hasta 1823, un año después se establece en el lugar la rama masculina de la Congregación, más conocidos por el nombre de "Menesianos" en alusión al P. Juan María de La Mennais, que junto al P. Deshayes son los fundadores y donde está hoy su casa madre. La fundación de las religiosas del P. Deshayes había sido muy curiosa: él había fundado y dirigía espiritualmente a varias chicas con inquietud vocacional, las cuales le ayudaron en su escuela parroquial entre 1907 a 1818. El buen sacerdote no quería ser egoísta reteniéndolas en su pobre escuela y negarles la posibilidad de seguir formándose y llegar a ser religiosas en lugares de mayor necesidad. Con este buen propósito y generosidad, las envía recomendadas a las Hijas del Espíritu Santo, también llamadas "hermanas blancas" o de "la caridad de Plérin", fundadas en 1707 en la bretaña francesa por dos mujeres que optaron por consagrarse a pobres, niños y enfermos con la ayuda del sacerdote diocesano Don Jean Leuduger. En concreto, esta Congregación nació en el puerto del Légué, en la bahía de Saint-Brieuc. Pero las jóvenes del P. Desheyes sintieron que aquel no era su sitio, regresando todas de nuevo a Beignon. Tras un tiempo de discernimiento nace en 1820 la Congregación de Hermanas de la Instrucción Cristiana. Más adelante serán más conocidas como las Hermanas de Saint-Gildas, debido a que el padre fundador Don Gabriel Deshayes, adquirió en 1828 la abadía de Saint-Gildas-des-Bois, un imponente monasterio medieval dependiente de Cluny, que estuvo habitado por la Orden de San Benito hasta el año 1790 en que son expulsados durante la Revolución Francesa. Aquí se veneraban parte de las reliquias de San Gildas el Sabio, santo inglés del siglo V cuyo culto radicaba en la abadía de Saint-Gildas de Rhuys, de donde procedían las reliquias. Este majestuoso cenobio se convierte en la casa madre de la Congregación -de Derecho Diocesano- en la que ingresa nuestra Julian.

Su hermana Felicite será también un referente destacado para ella: la admira, y al ver su decisión firme de ingresar en la Congregación le hace plantearse igualmente la llamada del Señor. Nuestra joven busca responder a la fuerte inquietud de su interior, y esto empieza a tomar forma con su Profesión Simple como hermana de la Instrucción Cristiana cuando apenas tenía 17 años. La Profesión tiene lugar en Beignon, y es que si los religiosos tienen su sede en Ploermel, las religiosas la tenían en Beignon, que era el pueblo natal del P. Deshayes y donde éste inició la fundación de una escuela parroquial -como años después hará el P. Ormieres en su propio pueblo-. En estos momentos Luis Ormieres era un sencillo seminarista de Carcasone con la única aspiración de ser un buen cura de pueblo, mientras que ella una joven que empieza a dar sus primeros pasos en la vida religiosa. Cuando Julian llega al noviciado su hermana es ya una religiosa respetada, ahora con el nombre de Sor Escolástica, siendo ya la Maestra de Novicias. La formación era dura, y ni la unión de sangre permitía disculpar nada, aún así, la jovencísima aspirante se ganó a novicias y religiosas por sus numerosas virtudes. Julián dejará atrás su nombre mundano el 19 de agosto de 1826 al tomar el nombre de Sor San Pascual, en honor de San Pascual Bailón, apóstol de la eucaristía. La joven Sor San Pascual era inteligente, ingeniosa y alegre, y facilitaba mucho la convivencia... Era lo que podríamos llamar "un mirlo blanco"; sus superioras se percataron desde el primer instante. Era todavía una chiquilla cuando ya le encargan las clases del catecismo, y hasta es requerida para ejercer de Maestra de Novicias como su hermana. Estaba claro que las dotes de formación, disciplina y mando les venían de familia. Es requerida a la Casa Madre de Saint-Gildas donde irá asumiendo cada vez más cargos: asistenta general, ayudante de la ecónoma, secretaria general, y todo ello siendo aún una jovencísima religiosa. 

La figura de Don Gabriel Deshayes es muy interesante, su principal campo de apostolado fue con los sordos, hay que destacar el compromiso de este sacerdote diocesano formado entre Saint-Malo y Dinan con la vida consagrada, no en vano Don Gabriel estuvo vinculado a las congregaciones de las Monfortianas y a las Hijas de la Sabiduría a las que ayudó muchísimo; fue el segundo fundador de los Hermanos de Saint-Gabriel, de los Hermanos de la Instrucción Cristiana de Ploermel, de las Hermanas de Saint-Gildas y de los Hermanos Agricultores de San Francisco de Asís. Le unía al joven Luis Ormieres una gran amistad, por eso cuando el joven sacerdote de Quillán le manifestó que le gustaría poder fundar una escuela siguiendo su ejemplo no dudó Deshayes en ofrecerle la posibilidad de que sus monjas de Saint-Gildas le ayudaran. La Providencia facilitó el camino al P. Luis Antonio cuando la hija del que era el alcalde del pueblo -la señorita Roillet- acude a verle para hacerle saber que su padre había dejado en testamento una parte de su herencia en favor de las niñas pobres de la localidad. Parecía verse el cielo abierto, pero el diablo aún hizo algo de ruido poniendo palos en las ruedas; apareció un contratiempo grande con un pleito entre la heredera y el Ayuntamiento que dejó en el aire el proyecto de la fundación de la escuela. 

Tanto se retrasó aquella burocracia que el Obispo de Carcasone decidió darle al P. Ormiers una encomienda pastoral para que ayudara en una parroquia próxima como coadjutor entre tanto se resolvía el conflicto. Y cuando la cuestión civil parecía resuelta, vinieron problemas propiamente eclesiales con la oposición total del Vicario General de Nantes, pues éste consideraba que una fundación nacida como de derecho diocesano y la cual tenía todas sus casas dentro de la diócesis no debía de fundar en otra. Finalmente se aceptó la fundación de Quillán, para lo cual el P. Ormiers se desplazó hasta la Casa Madre de Saint Gildas para conocer a la que le habían dicho que iba a ser la superiora y a las dos hermanas que la acompañarían. Fue el 28 de julio de 1839 cuando el P. Ormieres y Sor San Pascual se saludan por primera vez para hablar de la fundación en Quillán. El 3 de noviembre las tres hermanas parten para Quillán con el P. Deshayes; las otras dos hermanas eran Sor San Lorenzo y Sor San Hilarion. Tras un mes de viaje llegan a Carcasone donde aguardaba ilusionado el P. Ormiers para presentarles al Sr. Obispo, Monseñor Joseph Julien de Gualy de Saint Rome, del cual dependerán a partir de entonces. El 3 de diciembre el P. Ormieres y la M San Pascual fundan el Instituto de las Hermanas del Santo Ángel en Quillán, y el 8 de diciembre en la misa solemne de la Parroquia es presentada la Fundación e inaugurada la Escuela. 

Los comienzos fueron muy cuesta arriba; aunque había chicas de la región que se interesaron por ingresar en el Instituto muchas abandonaban por la dureza de la vida tan pobre que llevaban, y se levantaron calumnias sobre que las hermanas no se portaban bien con las vocaciones. Una hermana quiso volver a Saint Gildas, y la otra cuando apenas llevaba cuatro meses en Quillán murió enferma en olor de santidad. Sólo quedaba la Madre San Pascual cargando con el peso de la obra, lo que la hizo enfermar gravemente hasta el punto de considerarla desahuciada. El. P. Luis oró con insistencia para que Sor San Pascual recuperara la salud y poder seguir intentándolo. El Señor escuchó sus ruegos, y con la Hermana ya recuperada pidieron de nuevo ayuda a Saint Gildas para que les mandara nuevas hermanas. Tras la muerte del P. Deshayes se rompió el buen entendimiento entre Saint Gildas y Quillán, y el P. Ormieres no tuvo otra salida que solicitar el reconocimiento oficial como nueva Congregación. Habían transcurrido doce años desde el inicio y parecía que la obra se iba consolidando. Las hermanas no se encerraron en Quillán, sino que se movieron por toda la diócesis de Carcasone, incluso fuera de ella, acercándose a enseñar a tantos pequeños que no sabían leer ni escribir. En 1852 Napoleón III reconoce mediante decreto imperial esta Congregación independiente, denominada ya "Hermanas del Ángel de la Guarda". Madre San Pascual les dirá a sus "hijas" que eso es lo que debían de ser: ''ángeles visibles'' para aquellos que Dios ponga en sus caminos. En 1853 la Madre San Pascual es elegida de forma unánime como primera Superiora General del Instituto. 

La Congregación se extiende con mucho sacrificio, pasando por muchas pruebas, pero confiando siempre en Dios. El P. Ormieres y la Madre San Pascual no descansan en perfilar la espiritualidad más auténtica y fiel al evangelio para la familia del Santo Ángel. Han de sufrir murmuraciones, incomprensiones, estrecheces y hasta un accidente de carruaje en el cual las hermanas resultan ilesas, lo que para los vecinos de Quillán fue un milagro del Ángel de la Guarda. En 1854 las religiosas abandonan por un tiempo los libros y la docencia, volcándose en la atención de los enfermos de cólera ante la pandemia que sufre el país; aquel gesto fue muy valorado y propició aún más vocaciones para la Congregación. Volverán a hacerlo entre 1870 a 1871 para asistir a los heridos de la guerra franco- prusiana. Desde 1858 la casa madre de la Congregación ya no estará en Quillán, sino en La Molle-Montauban (Tarn et Garonne) por expreso empeño del Sr. Obispo, aunque con el descontento general de los paisanos del P. Ormieres. En 1861 las hermanas fundan en Ecuador, pero lo que deseaban de corazón los fundadores era llegar a fundar en África. Así parten tres hermanas rumbo a España para en Cádiz tomar un barco, pero la Obra Misional de Lyon denegó finalmente la autorización y estando en Cádiz son avisadas para que regresen a Francia. Una de estas hermanas pidió audiencia al obispo del lugar para pedirle ayuda con los trámites para fundar en África. El obispo gadicense en aquel momento era un religioso capuchino: Fray Félix María Arriate y Llano, el cual pidió a la hermana que se quedaran a fundar en su Diócesis. El P. Ormiers da el visto bueno y así fundan en 1864 la primera comunidad en España, en Puerto Real. El 6 de Junio de 1867 el obispo de Montauban Mons. Juan Marie Doney erige canónicamente el Instituto del Ángel de la Guarda como Congregación; un mes después, el día 16 de julio, es recibido en audiencia el P. Ormiers por el Papa Pío IX. 

El 2 de Octubre de 1875, fiesta de los Ángeles Custodios, fallece la Madre San Pascual Lavrilloux en la Molle-Montauban, a los 66 años de edad. Murió con fama de santa, admirada y querida por sus hijas. A su muerte, la Congregación estaba ya muy extendida gracias en parte a su intachable labor como Superiora General durante veintidós años, más los catorce primeros del Instituto, en los cuales ya cargaba con el peso de ser la servidora de todas. Mujer de Dios, mujer de Iglesia, mujer de misión. Creo, sinceramente, que su vida de piedad y compromiso merece un investigación minuciosa, e incluso un estudio serio sobre la posibilidad de abrir su causa de beatificación. En este caso, más valdría tarde que nunca: ¿Por qué no iba poder la Madre San Pascual llegar a los altares?. El gran problema, como en muchos otros casos de verdaderamente "santos" no reconocidos, es precisamente ésto: el desconocimiento de la heroica vida tanto de Cheré Meré como del Beato Luis Antonio. Con el fundador algo se ha avanzado,  pero aún queda mucho por conocer de su vida. Quizá la primera ayuda para acercar más y dar mejor a conocer la persona de Madre San Pascual sería encargando un retrato más familiar, de cuerpo entero, donde salga sonriente y acompañada con las niñas a las que instruía... Parece algo insignificante, pero todos sabemos que una imagen dice más que mil palabras, como en el caso del P. Luis, con el que hemos visto la acogida que tuvo su nueva representación: ¿Cómo dar a conocer a las gentes del siglo XXI la historia de tan singulares fundadores? Lo que de entrada graba la retina de nuestros ojos es fundamental. Ahí está el caso, por ejemplo, de la Beata Petra de San José; mucha gente no sabía ni que existía esa mujer, y con la apuesta de las "Madres de Desamparados y San José de la Montaña" -muy recomendable el vídeo al respecto en "youtube": Curiosidades de la película Petra de San José se ha hecho más presente y conocida... Ojalá la vida de esta gran Hija de la Iglesia que ha sido la Madre San Pascual, sea más conocida y reconocida. Aunque la publicación de esta reseña sea con un día de retraso: Feliz día de la Madre San Pascual. Gracias Chère Mère por haber sido "ángel visible" para los demás. 

Joaquín, párroco

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