miércoles, 25 de mayo de 2022

Qué cosa sea lo esencial. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) La lectura del libro de los Hechos de los apóstoles de este pasado domingo, entre otras cosas decía: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables". En la homilía quise planteárselo a los fieles: a ver, ¿qué es lo fundamental para ser un buen católico?

Nos pasamos el día y no digamos las homilías y reflexiones con mucha verborrea y poco asunto. Párrafos y párrafos solemnísimos, rellenos de nada y sin posibilidad de evaluar nuestra vida. Hartos estamos, harto estoy, de frasecitas que parece que son algo pero con menos relleno que pollo en casa de pobres. Seguro que mucha gente me diría que lo indispensable es amarse, abrir el corazón al evangelio, hacer nuestros los sentimientos de Cristo Jesús y vivir el don de Dios en la comunión con los hermanos. Que no está mal, pero no lleva a ninguna parte. Nos falta concreción.

¿Que qué es lo indispensable? Cumplir los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Con eso basta y sobra para ser santos y llegar al cielo.

Yo sé que la palabra cumplir molesta, sobre todo a los no cumplidores. Es muy bonito eso de ser espíritu libre y con el cuento de no concretar hacer cada uno lo que le venga en gana. Me lo sé. Es viejísimo. Y más si añadimos que la obediencia nos hace esclavos, que es argumento de todo cantamañanas.

La cosa es sencilla: hago lo que me apetece, voy a misa si lo siento, porque hay que ser sincero de corazón, vivo mi libertad que está por encima de normas y preceptos y lo único que vale es amar con un corazón generoso. Esto es lo que se llama hacer lo que me apetece pero disfrazado de madurez conciliar y sinodal.

Mucho más simple y concreto lo de los mandamientos. Ahí sí que no hay duda: los diez de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia. Basta y sobra. Sencillísimo: ¿usted los cumple? Pues tranquilo, que va por el camino recto.

Me falta ahora lo de los pobres, porque ya se sabe que hay que estar con los pobres, que hasta ahí podíamos llegar. Cada ve que se habla de los mandamientos te tiran a los pobres a la cara con ese cansino argumento de que los que cumplen los mandamientos no quieren a los pobres y los que están con los pobres no necesitan cumplir los mandamientos porque han alcanzado un estatus superior.

Dos reflexiones:

Primera: que no he conocido a nadie más cumplidor con la doctrina de la Iglesia y con mayor compromiso con los pobres que santa Teresa de Calcuta, de la que la progresía en general abomina.

Segunda: el quinto mandamiento de la Iglesia es “ayudar a la Iglesia en sus necesidades, materiales, en lo que se incluye su acción solidaria con los pobres, y también espirituales, que no se nos olvide.

Y un colofón rafaeliano:

Porque dice ella que la cosa es aún más sencilla. Que cualquiera que cumpla con los de la Iglesia casi casi que lo tiene todo hecho, y que una persona que no se pierde la misa en domingos y festivos, se confiesa alguna vez, comulga al menos en Pascua, guarda el ayuno y la abstinencia cuando toca y ayuda a su comunidad, no está lejos del Reino de Dios.

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