sábado, 3 de abril de 2021

La Madre de todas las Vigilias. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

La vida y la muerte están se debaten siempre en la esperanza. La resurrección del Señor nos abre a todos las puertas de la vida. Nada será ya igual. Lo que ocurrió esta noche ocurre también en las personas de sus seguidores. No se nos ha regalado la vida para arrebatárnosla en la muerte. Se nos ha dado para experimentarla en su plenitud. Dios que no tiene límites de espacio y de tiempo. En el bautismo hemos muerto y resucitado con Él para vivir por Él, con Él y en Él venciendo a la muerte.

Tras la proclamación del pregón pascual, varios pasajes del Antiguo Testamento nos introducen en la historia de los gestos de Dios que preparan un mundo nuevo para nosotros. La historia, pese a tanta desgracia que guarda en su seno, es una historia de salvación.

Con el Génesis y el relato de la creación. Para disgusto y contrariedad de quienes creen que solo las "ciencias humanas" penetran la realidad, el Génesis desarrolla el sentido que todos los seres tienen para Dios. Donde hay vida es porque allí está Dios dándole origen, densidad, sentido y dimensión...Y vio Dios que cuanto había hecho era muy bueno. 

En el Éxodo se narran las acciones del Dios libertador que acompaña a la suyos en las luchas por la libertad y alimenta su esperanza de lograr una tierra nueva en la que habite la justicia. Después los profetas sostienen la fe y la esperanza de una nueva Alianza: “Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”. 

Ya en la liturgia de la Palabra, el relato de Marcos comienza recogiendo el noble sentimiento de los corazones rotos de aquellas piadosas mujeres de conservar el cuerpo de Jesús y la confianza en que alguien les ayude en las tareas a efecto: "¿quién nos ayudará a correr la piedra?". Pero cuando llegan la piedra ya está corrida y el sepulcro está vacío. Un joven -ángel- ataja les asegura que el Resucitado irá por delante de los discípulos a Galilea: ¡Que vayan a Galilea!; allí lo verán.

La muerte no es un triste final, sino el tránsito de la resurrección; la Pascua, el paso gigante a la vida. 
Celebrar la Pascua es sabernos vencedores de la muerte por puro amor, y comprometernos con la fuerza del Espíritu Santo a la defensa y dignidad de la vida -de toda vida- como el puro regalo que por medio del Hijo Dios Padre nos ha entregado... ¡Vayamos a Galilea!...

¡Feliz Pascua Florida!

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