jueves, 1 de abril de 2021

Jueves Santo que brilla. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Estamos en ese primer día que brilla más que el Sol; jornada muy especial para todos los católicos al inaugurar el Solemne Triduo Pascual centrando hoy nuestra mirada en esa Santa y Última cena, con todo lo que conlleva y seguidamente acontece. Nos hemos venido preparando durante cuarenta días conscientes de que incluso es poco tiempo para lo grande que es lo que nos ocupa. Sólo el que vive en plenitud la liturgia de la Semana Santa alimenta todo su ser para el año completo. Pero si no vivimos estos días vitales para nosotros de verdad y con entrega, ningún sentido tendrá asistir al resto de celebraciones dominicales. 

Hoy queremos tomar conciencia del Amor de Dios que se manifiesta en ese "lavatorio de los pies" -que este año no hemos podido representar- como llamada a servir y no a ser servidos; en la "institución de la Eucaristía" como  alimento de salvación, y en la "institución del sacerdocio" como invitación a ser otros Cristo entre los hombres. También en esa cena pascual el Señor regala su testamento espiritual, el mandamiento del amor y la invitación a la fraternidad. Es un día con especial mirada hacia los que sufren, los enfermos a los cuales por motivo de la pandemia no podemos acercarles la sagrada comunión como en años anteriores, y una jornada para tener muy presentes en nuestra oración a los más pobres, también por las mismas razones han aumentado considerablemente y se manifiestan en las llamadas "colas del hambre" de muchas de nuestras parroquias e instituciones eclesiales y sociales.

Estamos llamados a alimentarnos del Amor de los Amores, pues sólo desde Él podremos dar amor a los conocidos y desconocidos, podremos servir y construir fraternidad. Pero todo empieza en el Altar, en el Sagrario; sólo a partir de que nos alimentamos y nos llenemos del Señor podremos llevarlo también en nuestra vida y sus obras a los demás. La realidad del cristiano es un constante equilibrio entre lo espiritual y lo social, conscientes de que algo no va bien cuando se desatiende o decae una de esas partes. 

No hemos tenido el tradicional lavatorio de los pies, pero en nuestro interior queremos ver al Señor como Él mismo se definió; como el que no ha venido a ser servido sino a servir, y dar su vida en rescate por muchos. Y aquí estamos invitados a su banquete con todo dispuesto en torno a su mesa, ante la que nos sentimos indignos pero dichosos. El Señor no disimula sus sentimientos; tiene el corazón roto ante una próxima traición, una triste negación y una cruel pasión que le llevará a la muerte. Preguntémonos: ¿le niego? ¿le traiciono? ¿Quién soy yo en esa mesa?... 

Al terminar la celebración saldremos del templo de forma recogida, en estricto silencio, y nos iremos a nuestros hogares. Pensemos en el camino de vuelta que el Señor también está caminando, se dirige al Huerto de los Olivos para retirarse en oración. Es lo que siempre hemos tratado de vivir en el traslado al Monumento (que este año no hemos podido tener), la hora santa y el escaso tiempo de vela que las restricciones sanitarias nos permiten esta vez. Pero podemos ayudar al Señor velando con Él desde casa, desde la conexión con el Oratorio de las Hermanas del Santo Ángel en Lugones, y luchar contra la pereza y el sueño como los propios discípulos, buscando colocar nuestro corazón muy cerca del suyo que ya está empezando a sufrir. 

Os invito también en esta fecha tan especial para todos los sacerdotes, que encomendéis mucho ante Él las vocaciones sacerdotales, a los seminaristas, a los sacerdotes que estamos en activo, a los jubilados y enfermos, sin olvidar a los difuntos. Es un día para tomar conciencia de los tesoros que tenemos en la Iglesia; el primero y principal a Cristo mismo que se queda entre nosotros y nos espera siempre en el tabernáculo; el tesoro del ministerio ordenado, de tener sacerdotes que cedan sus manos para ser las del mismo Señor que acoge, perdona, alimenta, bendice... Y el tesoro del mandamiento nuevo, enseñanza que tantos siglos después sigue siendo novedad para los hombres de todo tiempo y cultura. He aquí el deseo de Cristo: que demos amor trabajando por la fraternidad y viviendo la caridad. 

Feliz día Eucarístico - Sacerdotal y del Amor Fraterno

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