domingo, 4 de abril de 2021

''Nuestra alegría y nuestro gozo''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Hoy sólo hay cabida para el gozo, conscientes de que ''Este es el día en que actuó el Señor". Quizás hay muchas preocupaciones en nuestra cabeza, y es normal cuando vivimos una crisis sanitaria, económica, social, pero nada de eso ensombrece la luz de esta Solemnidad de Pascua, resplandor de Jesucristo vencedor que la pasado de la noche santa a ser el lucero que no termina.

Los creyentes ya nada hemos de temer, nada ha de preocuparnos en exceso ni quitarnos el sueño, pues el enemigo -la muerte- ha sido vencida. Pudiera parecer que no importan los muertos que llevamos, los enfermos que hay, las personas que pasan necesidad,  y sí que nos importan mucho, pero precisamente por ellos celebramos también nuestra fiesta mayor y más grande de todo el año, conscientes de que en todos se pueden cumplir las palabras del Señor a Marta: ''Yo soy la Resurrección y la vida, el que crea en mí aunque haya muerto vivirá, y el que viva y crea en mí no morirá para siempre''.

Si acaso una sola pena puede pasarnos en este domingo por la cabeza, y es el constatar la realidad del mundo que nos rodea entre sus ruidos y hedonismos en un sálvese quien pueda, sin haber descubierto que Jesucristo vive en medio de nosotros y nos precede en la peregrinación definitiva. Ahora sus testigos debemos encontrar la forma de decir a nuestros amigos y parientes lo que dijeron sus primeros discípulos: ''verdaderamente ha Resucitado''.

No se nos pide salir a la calle con un megáfono, ni subirnos a los bancos de los parques y las plazas, donde han de ver este anuncio es en nuestro proceder, en nuestra coherencia y en nuestro rostro. El Papa nos dice con frecuencia que los cristianos no podemos ir por la vida con rostro de funeral, sino que nuestros gestos han de ser también el anuncio de la alegría de la Pascua.

Tanto al pueblo de Israel prisionero en Egipto como a los primeros cristianos, se les anunció que el futuro traería esperanza y, sin embargo, ni unos ni otros estuvieron a la altura. Tanto el pueblo elegido en su peregrinación hacia la tierra prometida ofendió a Dios, también sus discípulos tuvieron miedo, huyeron y no entendieron todos los avisos que les había ido dando el Maestro. No nos durmamos tampoco en los laureles, ni olvidemos las promesas y acciones del Señor, y no seamos tan despistados de tener a Cristo mismo vivo y glorioso entre nosotros sin ser capaces de reconocerlo.

Demos gracias a Dios por que es bueno, por que es eterna su misericordia. Entorno al altar en la alegre mañana de Pascua nos sentimos privilegiados al caer en la cuenta de que ''Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos''. Esto es lo que hacemos compartiendo el cuerpo y la sangre del Resucitado, al que con los ojos de la fe reconocemos en medio de nosotros.

¡Cristo ha resucitado!: resucitemos también con Él y gritemos al mundo su victoria: ¡Aleluya!

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