domingo, 27 de diciembre de 2020

''Familia Sagrada''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila



Dentro de la Solemne Octava de la Navidad, celebramos como es costumbre en este domingo posterior al 25 de diciembre, esta entrañable fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret en la que contemplamos el Pesebre en todo su conjunto, haciendo nuestra la idea central de este día: la familia es "Sagrada", pues ella es el marco en el que quiso Dios que llegara y creciera su Hijo. Es esta una jornada para tomar conciencia de la importancia de la familia como célula de nuestra sociedad, y para orar por esta institución que pasa por momentos muy difíciles en nuestra nación. 

Los católicos defendemos la familia conscientes de que no hay vía de evangelización mayor y mejor que ésta, sabedores de que es un tesoro que hemos de preservar,  por lo que se ha de alzar siempre la voz contra todo aquello que daña a la familia, particularmente contra las leyes que en nuestro país se ha ido aprobando en los últimos años y que atentan contra sus pilares fundamentales como raposo en gallinero y lobo nocturno entre el rebaño, donde los políticos se entrometen en aquello que sólo le compete a cada hogar. Da la sensación a veces que nuestros gobernantes consideran inmaduros a los padres e incapaces de educar a sus hijos en libertad, esa libertad de la que se les llena la boca a ellos mientras tratan ejercer de tutores de los mismos, incapacitándoles hasta el punto de querer decidir cómo han de hacerlo y erigirse "propietarios" de los hijos de todos, diciendo incluso que éstos "no son de los padres"... Algún día lamentaremos todos estos atropellos que se están gestando contra nuestras familias, y a los que muchas veces asistimos silenciosos y narcotizados, impasibles e indiferentes...

La primera lectura habla del gran milagro de la vida que se da en la procreación, donde nada más bello en que dos personas que se aman se convierten en creadoras vida por amor. Sólo el mero hecho de habernos regalado la vida convierte a nuestros padres en figuras clave para entendernos a nosotros mismos. Y al igual que hemos escuchado en el pasaje del Antiguo Testamento: ''Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas''. De esta máxima hebrea hemos heredado los católicos la tradición de honrar y respetar de forma explícita en el 4º Mandamiento a nuestros progenitores. Ahí tenemos el calvario de tantísimas familias que se vieron confinadas con sus seres queridos en residencias y hospitales, donde por terribles protocolos -más que discutibles- muchos fallecieron sin tener oportunidad de despedirse. Ha sido el drama de nuestra moderna sociedad pandémica y contemporánea, tan científica, tecnológica, avanzada y de tanta "calidad de vida" que a resultas, ha precipitado al gobierno a aprobar raspado y con unos socios inmorales una "Ley de Eutanasia" para poder liquidar de tapadillo "legalmente" (que no legítima ni moralmente) y rápido "el problema de los viejos"; de los que gastan mucho en pensiones, hospitales, fármacos, seguros etc; tratando de decidir -una vez más por todos- lo que nos conviene y lo que nó. 

La familia cristiana es como afirmó claramente el Concilio Vaticano II, la ''Iglesia Doméstica''. En casa, los cristianos vivimos y ponemos en práctica la Palabra de Dios que se nos regala en la Iglesia. Es ciertamente difícil y nadie ha dicho que convivir no sea un "deporte de riesgo" con el añadido de las tiranteces y los males de cada edad, que muchas veces dificultan la cohesión y armonía del hogar. Sin embargo, el secreto nos lo ha dado San Pablo es su epístola a los Colosenses, y éste es "el amor": sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Ningún hogar puede funcionar sin unos principios éticos, morales, cívicos... También el Evangelio hemos de asumirlo en la cotidianidad de la vida familiar. San Pablo, en la parte final da algunas recomendaciones: a los hijos que obedezcan, a los esposos que amen y no sean ásperos con sus mujeres, a los padres que no exasperen a los hijos y a las esposas que vivan reconociendo y respetando a sus maridos. En el tiempo que nos toca vivir, el "sometimiento" recíproco que se desprende del texto literal, suena políticamente incorrecto, pero lo es únicamente descontextualizado éste y visto solamente desde el juicio y el prisma de nuestro tiempo actual contaminado de egoísmos y hedonismos, en un "sálvese quien pueda" para hacer lo que a cada cual le venga en gana, al margen de responsabilidades y fidelidades. En el fondo, el texto lo que San Pablo se resume en una idea: que en el hogar cada cual cumpla con su misión en beneficio del otro. 

Por otra parte, el texto del evangelio proclamado en este día nos presenta la escena de la circuncisión del Señor en el templo. Aquí se ejemplifica que el Hijo de Dios nació bajo la ley; no hubo "enchufes" ni distinciones. La Sagrada Familia de Nazaret hicieron sus suyas las leyes, tradiciones y costumbres de sus semejantes. Ni tan siquiera así logró el Señor pasar desapercibido aún siendo un bebé de días, pues es reconocido por el anciano Simeón y la profetisa Ana.Vemos en este pasaje de la infancia de Jesús cómo el Salvador creció en el seno de una familia normal en la cual se buscaba cumplir con lo mandado y agradar a Dios en todo momento. En José, María y Jesús acudiendo al templo, contemplamos el icono perfecto de la familia de familias, a los cuales pedimos su intercesión en favor de las nuestras. San Lucas concluye recordándonos que ''El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba''. Y es que en la cultura judía la vivencia familiar está caracterizada fundamentalmente por una escrupulosa vivencia de lo religioso que impregna igualmente la ley civil, complementándose ambas en el trabajo serio y cumplimiento sincero en la vida cotidiana.

Adquiere este año un papel destacado la figura de San José, ya que el Santo Padre, ha declarado un "Año de San José" con motivo del 150 aniversario de su declaración como Patrono Universal de la Iglesia. El pasado día 8 de diciembre se publicaba la Carta Apóstolica Patris Corde ("Con corazón de Padre") en la que el Papa Francisco hace un acertadísimo recorrido por las virtudes más destacadas de  la paternidad de San José. Decimos que San José fue el custodio de la Sagrada Familia: Dios le confió lo más grande, a María y a Jesús; y lo pone al frente de su Casa. Qué mejor Santo para ser Patrono de la Iglesia en el mundo entero que San José. Así, como hemos dicho, nos lo recuerda Pío IX: "Dios puso a José al frente de su Casa"; no podía ser otro. 

En esta Jornada de la Sagrada Familia volveremos a poner sobre la mesa del Altar a todas las víctimas del Covid - 19, y encomendamos de forma especial a las familias que pasan por dificultades económicas, de convivencia o salud. Y muy especialmente este domingo queremos recordar a aquellas que dependen del sustento de uno de sus miembros "abandonados" en un camión entre Dover (Reino Unido) y Calais (Francia)...

Jesús, José y María, os doy mi corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, en vosotros descanse en paz el alma mía.

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