Como dice el Papa en la
Encíclica “Laudato Sí”, el tiempo cada
año está más loco y revuelto, pero inexorablemente el calendario marca la
llegada del verano que de momento se ajusta al calor de estos días. Pese a ello,
nunca estamos conformes; así es la condición humana. Aún así, llega el estío
con las vacaciones escolares y para muchos
la vuelta al pueblo para recurar paisajes, paisanajes y nostalgias.
Otros, quizá, no puedan moverse de casa y las vacaciones
serán un año más una entelequia e ilusión, conformándose con alguna escapada a
la playa, con una caña al medio o día o al final de la tarde en “la peatonal” o
aledaños. Lo cierto es que los ritmos se trastocan y los niños en bici, balón
en ristre o carpeta de “la parti” bajo el brazo (no todos han tenido buenas
notas) volverán a invadir las calles en horario escolar.
En cualquier caso, hay alguien que se queda siempre y que
vayas donde vayas allí estará. Es el Señor. No tiene vacaciones para nosotros.
Aunque nosotros a veces sí, Él no se olvida de nosotros en vacaciones; es más, nos permite encuentros más personales
con Él que deberíamos aprovechar, pues cuando por el olvido de algunos baja el
ritmo y demanda de “su agenda”.
Vayamos donde vayamos o quedémonos parcialmente o del
todo, Él estará esperando nuestras penas y necesidades; nuestras confidencias, enfados
y alegrías. Seguirá en nuestra Parroquia o en la del pueblo o en la capilla más
remota del último rincón de la Tierra, donde estará dispuesto a escucharnos.
Seguirá estando en las capillas de los aeropuertos y en
los Colegios Mayores para los que recuperen asignaturas o preparen “Masters”;
estará en las iglesias que visitemos estando de viaje, incluso aunque sean de
otras confesiones. Y seguirá estando para aquellos que sin opción, se queden un
año más. Estará con ellos en los asilos y las residencias geriátricas, en las
camas de los hospitales o en la mesita de noche como compañero de insomnios y
preocupaciones.
Con el final del curso y anhelando un poco de descanso
(que no ha de ser “folgar” en una tumbona sino cambiar el ritmo -lo dice muy bien el Arzobispo en su
artículo-) vemos los logros conseguidos que han de seguir animándonos y los
proyectos pendientes, que han de esperanzarnos y vitalizarnos para el curso
siguiente.
Lo cierto, es
que en este tiempo bajamos el nivel de estrés y ansiedad, que nos viene muy
bien, y cargamos las pilas para los próximos “combates” (que los habrá).
También son tiempos de cambios en Parroquias e Instituciones públicas y privadas, de renovaciones o
confirmaciones tras elecciones y evaluaciones que ponen la nota final para el
que se va y para el que se queda. Pero, vayámonos o quedémonos, Él siempre nos
estará esperando. No lo olvidemos.
Felices
vacaciones y feliz descanso y hasta Agosto, (D.m.)
Joaquín,
Párroco
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