Don Roque era monotemático en sus sermones. Tocara la lectura que tocara siempre acababa con la confesión. Por eso aquel año, al llegar la fiesta de San José, sus feligreses se dijeron: “San José… hoy tendrá que hablar de otra cosa”. Pues así comenzó don Roque: “Hermanos, San José era carpintero, así que bien podría hacer confesionarios. Hablemos por tanto de la confesión que es lo mismo”.
Se coge uno una hojita que ahora con el ordenador es muy sencillo. En ella, con toda paciencia, se va colocando la serie de domingos y fiestas del año litúrgico con una indicación mínima sobre el contenido de las lecturas, para situar al lado el núcleo de la homilía de ese domingo. Posiblemente al acabar nos demos cuenta de que hay cosas que están en tres, cuatro o cinco domingos. Tal vez otras en ninguno. Pues ahí es donde viene el encaje final.
A lo largo del año tiene que salir la explicación del credo, los mandamientos, sacramentos, oración, vida cristiana, vocación, compromiso en el mundo.
Nos vendría bien hacerlo a los sacerdotes justo para darnos cuenta de que cada cual en sus circunstancias tiene su tendencia a escorarse en determinadas direcciones. Lo grave de la cuestión es que eso repercute en la formación de los fieles, que puede acabar en una deformación aunque sea involuntaria.
Todo esto más que los curas, lo perciben los fieles, que se dan cuenta de que en su parroquia jamás se habla de… ni de… ni tampoco de esto otro, mientras don Roque dale que dale con el confesionario, y don Venerando con el sexto mandamiento. Menos mal que luego Pepe, en sus misas, nos recuerda cada domingo que lo importante es estar con los pobres.
Para don Roque, don Venerando. Para Pepe y para un servidor, ¿por qué no hacemos un esquema de predicación para todo el año litúrgico? Nos ayudará a nosotros y sobre todo será muy beneficioso para los fieles.
Jorge Glez. Guadalix
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