(asturiasliberal.es) En estos días de canícula, que algunos sobrellevan con resiliencia cristiana, un nuevo elemento ha surgido para elevar la temperatura, esta vez política. Sirva esta introducción para adelantar que no entendemos el motivo de tanto revuelo.
Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, publicó el miércoles por la tarde el siguiente mensaje en X (antes Twitter): Se trata de una reacción a la polémica generada por el acuerdo entre PP y Vox en el Ayuntamiento de Jumilla (Murcia), que impide el uso de instalaciones deportivas municipales para actos de la comunidad musulmana local. No abundaremos en detalles, ya que ha sido ampliamente cubierto por los medios.
¡Menuda escandalera se ha armado! Desde diversas instancias, centrándonos en Asturias, figuras de la izquierda como Ovidio Zapico, coordinador de IU, o Covadonga Tomé, exdiputada de Podemos, han lanzado furibundos ataques contra Sanz Montes, acusándolo de xenófobo, de propagar discursos de odio y de contradecir la doctrina de la Iglesia. Incluso el ministro Bolaños ha intervenido, hablando de “impedir que se vulnere la Constitución” en su habitual estilo de exageraciones teatrales.
Sanz Montes no ha respondido a estos mensajes porque, suponemos, se siente como Juan Bautista predicando en el desierto de Judea: con escasa fortuna, apelando a la conversión y al arrepentimiento ante la llegada del Salvador.
Si nos ceñimos estrictamente a lo que el arzobispo expresa en su tuit —y no a las interpretaciones de sus detractores políticos, religiosos o mediáticos—, la polémica resulta difícil de comprender. En ningún momento se manifiesta en contra de un origen, raza, credo o religión determinados. Su mensaje constituye una crítica bien fundamentada a la hipocresía de quienes se escandalizan porque se prohíban actos religiosos musulmanes en unas instalaciones deportivas de un municipio español, pero guardan silencio ante la persecución de los cristianos en países de mayoría musulmana.
El arzobispo, con mayor conocimiento que muchos de sus críticos, es consciente de que en Marruecos la persecución contra los cristianos es constante. La comunidad cristiana no crece porque se ve obligada a reunirse en secreto para sobrevivir; es apenas una gota de agua en un entorno musulmán absoluto y restrictivo, que sanciona legal y socialmente a los conversos, prohíbe la difusión del Evangelio y obliga a su lectura clandestina. Esta situación no es exclusiva de Marruecos: países como Siria, Irán, Egipto o Turquía también mantienen una actitud hostil hacia los cristianos, llegando incluso a imponerles medidas discriminatorias en ámbitos como la educación o el empleo.
Por tanto, aunque es cierto que el uso del término “morito” en su mensaje resulta desafortunado, Sanz Montes acierta al cuestionar la polémica generada en Jumilla y a reclamar que el debate se centre en lo esencial: la necesidad de una reciprocidad auténtica que garantice la libertad religiosa no solo en España, sino también en los países de mayoría musulmana, lo que implica permitir que no solo los cristianos, sino todas las confesiones, puedan convivir en un entorno de respeto mutuo y colaboración. Que la libertad religiosa sea un derecho tanto aquí como allí, y que quienes exageran los hechos en Murcia comprendan que la Iglesia cristiana respeta las creencias ajenas y, al menos, reclama poder ejercer su labor pastoral en libertad.
Jesús Sanz Montes no es xenófobo, racista ni enemigo de los musulmanes o de personas de otras confesiones. Tampoco está en contra del Papa ni del Vaticano, como insinúan algunas crónicas periodísticas que, en lugar de informar, recurren a la mentira y a la agitación, siguiendo una estrategia similar a la de ciertos políticos o eurodiputados que incluso han llegado a solicitar la intervención de la Santa Sede.
Como representante de la Iglesia, Sanz Montes defiende con firmeza que su prioridad es su comunidad: las personas que, con su esfuerzo, contribuyen a que la Iglesia crezca y se comprometa con la ayuda a los demás, sin distinción de origen. Esa labor se refleja tanto en Oviedo y Asturias como en otras regiones de España, y se extiende a proyectos solidarios en África, Asia o América.
Si hay algo que se ve de manera recurrente en los últimos años es la forma que tiene la izquierda de distorsionar la realidad gracias a fanáticos y medios de comunicación para mantener a su base social en constante estado de indignación. Voces como la de Jesús Sanz Montes, víctima en esta ocasión de la manipulación más burda, son muy necesarias para expresar sin complejos lo que de verdad importa.
Si a la izquierda no le gusta o pide que se hagan las cosas de otra manera, es que va por buen camino.
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