¡Qué hermosos son sobre los montes los pies de quien trae alegres noticias! (cf. Is 52,7). Con esta evocación profética podemos recibir el anuncio de la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada en el Año del Jubileo Ordinario, que sitúa a toda la Iglesia bajo el signo de la esperanza que no defrauda (cf. Rom 5,5) y nos llama a convertirnos en «peregrinos y sembradores de esperanza». Lo hacemos en continuidad con la Jornada de 2023, que glosamos «caminando en esperanza», porque los consagrados, como todos los bautizados, se reconocen ciudadanos de la ciudad celeste: hacia ella se dirigen y ella misma «es anticipada en su peregrinación» (1).
Esta XXIX edición actualiza, en el camino sinodal y del jubileo ordinario, el propósito de san Juan Pablo II cuando instituyó la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, de modo que la Iglesia valore cada vez más el testimonio de las personas consagradas y estas renueven cuanto debe inspirar su entrega al Señor (2). En consecuencia, queremos ayudar a descubrir, conocer y apreciar a las personas consagradas, que buscan configurarse con Cristo a través de su preciosa vocación y esperan cada día en el Señor, siendo figura e imagen de una peregrinación y una siembra cargadas de esperanza.
Como bien sabemos y hemos recordado en Jornadas de años anteriores, Simeón y Ana reflejan la vida consagrada de estos tiempos de un modo peculiar y constituyen modelos de «peregrinos y sembradores de esperanza». En la homilía de la eucaristía con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada de 2024, el papa Francisco comentó que nos hacía bien mirar la «paciencia en la es pera» de estos entrañables ancianos, sus «corazones “jóvenes” velan do» sin «rendirse al derrotismo ni jubilar la esperanza», capaces del asombro de acoger al Salvador «en la novedad de su venida» (3). Los subrayados del santo padre describen la rica y generosa experiencia de muchas personas consagradas, al mismo tiempo que exhortan a todos los consagrados a la imitación humilde, sana y radiante de estas actitudes y virtudes.
Más adelante, en esta misma homilía, el papa recuerda lo importan te que es la espera de Dios para las personas consagradas y, por tanto, lo sustancial que resulta evitar caer en el «sueño del espíritu», vivir adormecidas, «almacenar la esperanza en los rincones oscuros de la decepción y la resignación», de modo que no les afecte la parálisis de la acedia y la desesperanza. Sin duda, se trata de un horizonte valioso y necesario que deben descubrir o redescubrir los consagrados, «peregrinos y sembradores de esperanza» en medio del pueblo de Dios durante el jubileo ordinario de 2025.
¿Pero qué llevan hoy en el costal de la siembra las personas consagradas para esparcir simiente de esperanza mientras peregrinan hacia el reino de Dios que se anticipa en su camino? De entre muchas semillas, vamos a fijarnos en dos que anuncian la esperanza que está por llegar al tiempo que aligeran los pasos de los consagrados en su peregrinar cotidiano: la «misión profética» y las «relaciones nuevas».
Misión profética
Las simientes de misión profética que los consagrados van sembrando con su peregrinación albergan claros visos de una esperanza nueva. El papa Francisco, cuando convocó el Año de la Vida Consagrada, del que se cumplen diez años en 2025, habló a los consagrados de la esperanza en medio de un panorama de dificultades que siguen estando hoy presentes: la disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en Occidente, los problemas económicos, los desafíos de la internacionalidad y la globalización, el relativismo, la irrelevancia. Es precisamente ahí, entre todos estos aprietos, que no son exclusivos de la vida consagrada, donde el papa dice que «se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor». Más aún, el santo padre recuerda que la esperanza que se fundamenta en Dios no se basa en los números o en las obras (4).
Por tanto, no hay que ceder a las tentaciones de la cantidad o la eficiencia, ni a las de confiar en las propias fuerzas o dejarse amedrentar por las debilidades. Una vez más, como hace el papa Francisco, hemos de recordar a Benedicto XVI cuando manifestó:
No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sin sentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien re vestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz —como exhorta san Pablo (cf. Rom 13,11-14)—, permaneciendo despiertos y vigilantes (5).
Por consiguiente, las personas consagradas, fieles a su identidad profética, han de vivir despiertas, vigilantes, con actitud de centinelas que evitan todo adormilamiento y comodidad. El papa Francisco se dirige a los consagrados en los mismos términos en la carta apostólica con motivo del Año de la Vida Consagrada:
Espero que «despertéis al mundo», porque la nota que caracteriza la vida consagrada es la profecía. Como dije a los superiores generales, «la radicalidad evangélica no es solo de los religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético». Esta es la prioridad que ahora se nos pide: «Ser profetas como Jesús ha vivido en esta tierra […]. Un religioso nunca debe renunciar a la profecía» (29-11-2013) (6).
Los consagrados, «peregrinos y sembradores de esperanza en misión profética», denuncian y han de seguir denunciando la injusticia, la falta de hospitalidad con el migrante, la aporofobia, la economía in humana, la trata de personas, los atentados contra la creación… Los consagrados peregrinan y han de seguir peregrinando con los débiles, los indefensos, las víctimas, como Dios camina con ellos. Son y han de continuar siendo una voz profética coral que siembra con dedicación las semillas de la esperanza de un profetismo vivido y proclamado en fraternidad, no por su propia cuenta, sino contribuyendo a edificar una Iglesia sinodal misionera.
Relaciones nuevas
Siempre ha de haber semillas de relaciones nuevas en el costal de los consagrados. Relaciones generadas y regeneradas en Jesucristo, que se convierten en testimonio discipular cuando las acogemos y pro movemos, como señala el papa Francisco en Evangelii gaudium (7). Estas relaciones nuevas son buenas semillas de esperanza, que tratan de alumbrar un nuevo mundo relacional en el que cada encuentro huma no se vive como una celebración gozosa.
La vida consagrada puede responder alegremente al desafío que describe el papa en la exhortación apostólica porque en su seno y con otros debe ser capaz de descubrir y transmitir la mística de vivir jun tos, de mezclarse, encontrarse, tomarse en brazos, apoyarse, participar unos de la vida de los otros, haciendo realidad una verdadera experiencia de fraternidad que se percibe en medio del pueblo como una caravana solidaria, una santa peregrinación, impulsada por el convencimiento de que salir de sí mismo para unirse a otros hace siempre bien (8).
Este camino, como dice el papa, es esperanzador y las relaciones nuevas que nacen del encuentro primordial con Jesucristo nos permiten crecer en esperanza a través de nuestra humanidad compartida. Así lo recuerda la bula de convocación del jubileo ordinario 2025 cuando afirma que mirar el futuro con esperanza equivale a tener una visión de la vida con entusiasmo para compartir con el otro (9). Esta mi rada supera la tentación de encerrarse en la «privacidad cómoda» o en el grupo reducido de quienes coinciden en casi todo, según en qué momento de conveniencia, algo propio de un modo de deambular por el mundo que no es una verdadera peregrinación ni siembra una esperanza firme.
La vida consagrada es inseparable de la oblación fecunda en todos sus ámbitos. Las personas consagradas han de vivir la entrega genero sa en las relaciones fraternas entre sí, con los pastores, con los laicos, con los miembros de sus familias carismáticas y con quienes son destinatarios de su misión, especialmente los más débiles. Una oblación, por tanto, que se manifiesta en un compromiso relacional colmado de vida que se aprende de Cristo en su relación con el Padre, con el Espíritu Santo y con cada persona que encuentra en los caminos de Galilea, Samaria y Judea.
Con este horizonte como meta, las personas consagradas están llamadas a peregrinar haciendo un proceso de conversión que les permita cambiar lo que sea preciso en el ámbito de las relaciones, que es amplio y diverso. Así, por ejemplo, los consagrados han de aspirar a un modo evangélico de afrontar las relaciones que se dan entre varones y mujeres, de modo que se respeten su igual dignidad y reciprocidad, tal como señala el Documento final del Sínodo sobre la Sinodalidad en su número 52. Igualmente, han de empeñarse en establecer relaciones que reparen integralmente a las víctimas de abusos y ofrezcan ayuda a los victimarios, siempre con el cuidado de no causar daño nuevamente a ninguna víctima.
En el ámbito global de las relaciones, desde hace décadas se viene dando la realidad de la multiculturalidad que nos exige aprender a peregrinar en clave «intercultural» en el mundo, en la Iglesia y en la vida consagrada. Teniendo presentes las dificultades que esto encierra, sembrar relaciones interculturales nuevas en una vida fraterna de comunidad multicultural constituye en sí mismo una siembra esperanzadora.
En suma, las personas consagradas no deben cansarse de sembrar relaciones nuevas, y menos aún de esparcir semillas de novedad en las relaciones que precisan del impulso que solo puede dar el amor de Cristo y la reconciliación con el Padre y con los hermanos. Es la congruencia de un modo de ser y obrar, personal, comunitario y sinodal, que conforma un proyecto de vida de «peregrinos y sembradores de esperanza» en medio de las noches de una humanidad sedienta de la justicia, paz y abundancia que Jesucristo ha venido a instaurar.
Siguiendo la glosa de Hebreos que hace el papa Francisco en el último número de la bula Spes non confundit (10), para ser «peregrinos y sembradores de esperanza», los consagrados acuden al Señor y se sienten «anclados en la esperanza»; poderosamente estimulados a aferrarse, con toda la Iglesia, al «ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró, como precursor, por no sotros, Jesús» (Heb 6,18-20).
XXIX Jornada de la Vida Consagrada 2 de febrero de 2025,
año jubilar.
Sres. Obispos de la Comisión Episcopal Para la Vida consagrada
2 Cf. San Juan Pablo II, Mensaje para la primera Jornada de la Vida Consagrada (2-2-1997) 1.
3 Cf. Francisco, Homilía en la fiesta de la Presentación del Señor (2-2-2024), XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada
4 Cf. Francisco, Testigos de la alegría, carta apostólica a todas las personas consagradas (21-11-2014) I, 3.
5 Benedicto XVi, Homilía en la Fiesta de la Presentación del Señor (2-2-2013), XVII Jornada Mun dial de la Vida Consagrada. 6 Francisco, ibid., 2
7 Cf. Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium (24-11-2013) 87-92.
8 Cf. FranciSco, ibid., 87.
9 Cf. FranciSco, Spes non confundit. Bula de convocación del jubileo ordinario del año 2025 (9-5-2024) 9.
10. Cf. Francisco, ibid., 25
No hay comentarios:
Publicar un comentario