(In virga virtutis) Adviento, etimológicamente, viene de la palabra latina “adventum” que significa “llegada” o “venida”. Como tiempo litúrgico propio nació en Hispania y en Galia como preparación ascética y penitencial a la celebración de la Epifanía, día del bautismo de adultos a imitación de Oriente.
El concilio de Zaragoza en el 380 manda que los fieles asistan a misa del 17 de diciembre al 6 de enero. Es un tiempo de ascesis, oración y reuniones frecuentes. En el s. V se lleva esta disposición a las Galias y Perpetuo de Tours establece tres días de ayuno a la semana. Allí comenzó a designarse al adviento como la cuaresma de San Martín por que comenzaba el 11 de noviembre. En España durará seis semanas, a partir del 17 de noviembre, san Acisclo.
La liturgia romana introdujo el adviento en el s. VI. Al principio eran seis semanas y con San Gregorio Magno se redujo a cuatro semanas, despojándose de todo signo penitencial, excepto el color morado de las ropas litúrgicas. Para la liturgia romana, en el Adviento se prepara el advenimiento del Señor según la carne. Además, es tiempo de gozosa espera de su retorno glorioso al final de los tiempos. La liturgia romana, hoy, conserva las cuatro semanas y tiene dos partes:
La primera parte, que dura desde el Domingo I de Adviento hasta 16 de diciembre: en que se celebra la venida del Señor al final del tiempo, cuando venga en gloria y poder a juzgar a vivos y muertos (reminiscencia del sentido hispano-mozárabe del Adviento). Se conoce como tiempo de Adviento escatológico, es decir, de los acontecimientos futuros que han de ocurrir.
La segunda parte, desde el 17 de diciembre hasta la hora nona (3 de la tarde) del 24 de diciembre: se celebra su venida en carne hace 2025 años en Belén de Judá. Se conoce como Adviento natalicio, esto es, del nacimiento de Jesucristo.
Por los formularios y textos litúrgicos que en este tiempo jalonan la preparación para la fiesta de Navidad, podemos hablar de las tres venidas de Cristo:
Primera venida: en la humildad de la carne (Navidad).
Segunda venida: Señor y Juez de la historia (Parusía).
Venida intermedia: sacramental o litúrgica (Eucaristía).
O dicho de otra manera “El que vino, viene y vendrá”: el que hace 2000 años vino tomando carne humana de la Virgen en el portal de Belén, viene en cada acontecimiento de nuestra vida, sobre todo en la liturgia eucarística donde se nos da con su mismo cuerpo y sangre, y vendrá al final de la historia como Rey y Señor del mundo para juzgar a los vivos y a los muertos. Por eso, debemos estar siempre preparados con nuestras lámparas encendidas para que el Señor no nos sorprenda ese día. En este sentido es muy elocuente el tercer prefacio de Adviento del misal romano: “El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la esperanza dichosa de su reino. Por eso, mientras aguardamos su última venida, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria”
Porque…si hoy el Señor nos llamara a su presencia ¿Qué le llevaríamos? ¿Qué le diríamos? ¿Qué nombres habría en nuestro corazón? ¿Hemos amado? ¿A quiénes hemos amado? ¿A quiénes hemos despreciado? ¿Hemos mantenido la fe o la hemos abandonado hasta perderla? ¿Hemos sido gente con esperanza, esperanzada, optimista o todo lo contrario?
El adviento es el tiempo de la esperanza cristiana orientada a la parusía (=venida de Cristo al final de los tiempos). Los tres principales personajes que aparecerán estos días en la liturgia son: Juan Bautista, Isaías y María, que esperó con “inefable amor de Madre”. Pues ánimo y adelante; y a entrar con ánimo decidido en este tiempo de gracia que es el Adviento para que cuando Cristo llegue nos encuentre en vigilante espera acompañados con las buenas obras.
Os dejo con el tradicional y bello responsorio breve del Oficio de lecturas del primer domingo de Adviento:
He aquí que veo venir a lo lejos el poder de Dios y una niebla que cubre toda la tierra. Id a su encuentro y preguntadle: «Dinos si tú eres el que esperamos, el que ha de reinar en el pueblo de Israel.»
Plebeyos y nobles, ricos y pobres,
Id a su encuentro y preguntadle:
Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño:
Dinos si tú eres el que esperamos.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
El que ha de reinar en el pueblo de Israel.
He aquí que veo venir a lo lejos el poder de Dios y una niebla que cubre toda la tierra. * Id a su encuentro y preguntadle: * «Dinos si tú eres el que esperamos, * el que ha de reinar en el pueblo de Israel.»
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