miércoles, 15 de febrero de 2023

Don José Fernández Martínez, antes que Monseñor un cura fiel y cumplidor. Por Rodrigo Huerta Migoya

''El bien hace poco ruido, y el ruido hace poco bien''... Este es en resumen  lo que ha sido la vida de este hombre bueno que procuró hacer poco ruido y mucho bien, diciendo siempre lo que no podía callar y callando siempre lo que no debía decir''.

Con motivo de las visitas restringidas por el covid, cada vez que me encontraba con Don José Antonio González Montoto o personas vinculadas a la Casa Sacerdotal, una de mis preguntas solía ser: ¿Y cómo está Don José? Y la respuesta de todos venía a ser la misma: ''es un santo; nunca se queja, hasta por un vaso de agua te da varias veces las gracias''. Así era realmente este gran pixueto: sencillo y bondadoso, que tanto y tan bien ha servido a la Iglesia de Asturias, con una disposición y comunión encomiable que avalaron todos los prelados que había conocido y hacia los que sentía auténtica veneración. 

Nacido un 10 de abril de 1924 recibió las aguas del bautismo en la catedralina pixueta, como se conocía entonces a la iglesia parroquial de San Pedro. Era hijo de gentes de la mar, tal como él mismo se definía; medio pixueto por una parte y medio candasín por otra, por lo que entre sus devociones más queridas estaban Santa Ana y la Virgen Niña de Montarés, y el Santo Cristo de Candás. En su pueblo era  conocido por todos sus paisanos como "José el de Tais". 

Fue Cudillero una parroquia señera en sus pastores, la cual propició numerosas vocaciones especialmente tras la guerra civil, donde la sangre del sacerdote pixueto Don Sergio Fernández Ahuja Agudín, capellán de Villademar, fuera bautizado, encarcelado y martirizado; esa sangre fue el germen de tal florecer vocacional. También lo favorecieron los buenos sacerdotes que atendieron la Parroquia, como D. Ángel Segundo Canteli Ornia, o Don Evaristo Feito. Algo tiene Cudillero que hace que los suyos se sienten tan unidos al lugar,  y por ello presumen de todos las sacerdotes que han salido de esta Comunidad, tal vez porque igualmente siempre hicieron gala de ser pixuetos: Don José Antonio y Don Bonifacio Fernández-Ahuja Martínez, Don Ángel Cuervo - Arango Fernández, Don Luis García Pola, Don José Manuel Valle Carbajal, nuestro Don José Fernández Martínez y su condiscípulo Don César Marqués Álvarez, entre otros.

Ya de seminarista destacó en su piedad, en su saber, en su porte, hasta el punto de que aquel joven nacido a la orilla del mar y que soñaba con ser un sencillo cura de aldea, acabaría gastando su vida en la capital de la diócesis como curial, capellán de monjas y al servicio de la pastoral de la Catedral. Se ordenó en 1948 junto a nada menos que dieciséis compañeros más, y del que decían había sido un curso muy bueno no sólo por inteligentes, sino por su celo pastoral. El tiempo lo demostraría; por ejemplo, en los renombrados párrocos que aún hoy son recordados con emoción por sus feligreses como Don Liborio Colino, en Posada de Llanera; Don Hortensio Gorgojo en el Carmen - Moru, de Ribadesella; Don José García Pérez, en Mohías; o Don Lisardo Suárez, en Villapañada de Grao y el Santuario del Fresno, por citar algunos. 

Concluida la etapa de ampliar estudios en Salamanca donde obtuvo la diplomatura en Sagrada Liturgia, se estrena como Ecónomo de Villademor de la Vega, hermoso pueblo de la provincia de León que pertecía a la Vicaría de San Millán, de la diócesis de Oviedo. Pueblo grande y muy religioso, con una Semana Santa de antiquísimo arraigo y bellas tallas al sobrio estilo castellano. Fue feliz allí Don José, pues la vida de la localidad bullía en torno al templo con numerosas novenas, fiestas y procesiones: San Antón, San Isidro, la fiesta patronal, Nuestra Señora el 8 de septiembre, el Corpus, la fiesta del Señor el domingo siguiente al Corpus, y el 11 de enero la Virgen de la Piedad, devoción principal de la localidad, la cual es una imagen de la Madre de Dios portando a su hijo desenclavado, escena muy querida y valorada en toda la provincia leonesa por el extendido culto a la Virgen del Camino. Estando ahí de párroco fue solicitado por el recién ordenado D. José Manuel Valle para ser uno de los padrinos de su primera misa en Cudillero. 

Y de San Pedro Apóstol de Villademor, a San Pedro Apóstol de Castiello de Bernueces en Gijón, para sustituir a Don Marcelino Arbesú Fanjul. Era una delicia de arciprestazgo, con sacerdotes de gran talla: Don Marino Soria en San Pedro, Don Julio Rimada en San Lorenzo, Don Segundo García de Sierra en San José... Era un grupo "de pata negra" en aquel momento, cuyo arciprestazgo contaba con sesenta sacerdotes diocesanos en activo, a los que había que añadir jubilados y religiosos. Trabajó muy unido a los sacerdotes de las parroquias vecinas, que en aquellos tiempos se asistían y apoyaban para funerales y fiestas. Estos eran Don Manuel Díaz, el de Somió; el futbolero Don Rafael del Campo, que ya estaba en Cabueñes; Don Víctor Lobo el de Granda, Don Alejandro Canal el de Vega, Don Antonio Montero el de Ceares, y Don Nicasio Lada en Deva y Santurio, que años más tarde sería sustituido por otro condiscípulo de Don José: Don Jaime Fernández Vallina.

Y de Gijón fue reclamado para Oviedo. Tuvo la suerte D. José de poder trabajar codo con codo en la Curia y en la Catedral con varios condiscípulos, que además de compañeros, fueron amigos como Don Ramón Platero -que fue Vicario Episcopal de Curia- y el recordado capellán del Oviedo D. Ramón García López -que fue Censor de Oficio, Provisor y Vicario Judicial del Arzobispado-. En definitiva, D. José tuvo a varios colegas de "jefes", pero él era de los que llevaban mejor obedecer que mandar. En la Catedral era distinto, pues cada cual tenía su campo y misión; Don Ramón Platero era el responsable de Patrimonio y encargado de poner en marcha el museo catredalicio; Don Ramón García era el Prefecto de Pastoral, y nuestro Protagonista se encargaba de la liturgia, que tanto amaba. Otros condiscípulos con los que colaboró estrechamente fueron su paisano Don Cesar Marqués -que nació en Cudillero treinta y tres días antes que él- el cual además de canónigo de Covadonga fuera Director de la Casa Sacerdotal, sin olvidar también en la Curia Arzobispal a Don Ramón Iglesias García -tapiego de la Roda como D. Ramón García- que además de cura de "La Corte" fue Vicario Episcopal de la Vicaría Centro. A la vista queda probado que fue no solamente un curso amplio, sino de personas de gran valía. 

Le tocaron años muy difíciles para ser curial: Oficial, Archivero Primero, Vicencanciller y Secretario para la visita pastoral; y, finalmente, Canciller y encargado del Archivo de Curia. Le tocó lidiar la conjugación irregular de los cambios del Concilio Vaticano II, los de normativas diocesanas, los cambios del Derecho Canónico (del C.I.C. de 1017 al de 1983): ¡todo lo vivió en primera persona! Sufrió mucho en el Arzobispado, pues no tuvo otra que oír, ver y callar muchas cosas que le dolieron en el alma: la solicitud de secularización de tantos sacerdotes, los conflictos, quejas, reclamaciones y denuncias de parroquias; renuncias a nombramientos por oposición, y demás situaciones diocesanas derivadas de anunciar las vacantes y que se solicitara el destino; un sin fin de problemas en parroquias, límites territoriales, problemas de cementerios... Jamás contó ni a su familia ni a nadie los pequeños y grandes disgustos diarios que se comía él sólo en su despacho. Dicen que se exigía mucho y era muy meticuloso con el trabajo, al tiempo que prudente y reservado. 

Otra situación que le hizo sufrir fueron los años en que algunos sacerdotes desnortados y "modernos" empezaron a promover ideas marxistas; se maltrató de forma escandalosa la liturgia, los sacramentos y la religiosidad popular,  y -posiblemente- desde el mismo Arzobispado se permitieron situaciones escandalosas para la mayoría de los fieles como la toma de la Catedral por parte de grupos de extrema izquierda del sindicato de Duro Felguera, los cuales dejaron la torre de la Santa Ovetensis (Patrimonio físico y cultural de todo) peor que una letrina tercermundista: ¿Qué pasaría por la mente de aquellos buenos canónigos que habían vivido la persecución religiosa -algunos la suya propia y la de los suyos- como Don Rafael Somoano, Don José Ignacio Monte Cabañas, o nuestro Don José, los cuales vivieron el terror de la revolución del treinta y cuatro y la guerra civil?... ¿Qué pasaría por la cabeza de Don José viendo todo esto él que vió su hermosa parroquia -que era una auténtica basílica- reducida a cenizas con su inigualable retablo ante el que ayudó como monaguillo, pasto de las llamas?... Jamás pronunciaron sus labios una crítica contra el Arzobispo que lo permitió. Don Gabino que era hábil, nunca quiso perder de su lado a Don José, ni de curial ni de ceremoniero; incluso en la época en que las ordenaciones se hacían en la parroquias natales, el Arzobispo le pedía a Don José que fuera él a dirigir la celebración. 

Nunca perdía la sonrisa ni la compostura fuera cual fuera la situación. También se puede decir de su discreta faceta como ceremoniero; tenía claro que su papel era ser sólo una ayuda y nunca la del protagonista; se limitaba a hacer las indicaciones pertinentes y si el arzobispo o el celebrante principal salían por peteneras desoyendo sus orientaciones guardaba silencio con elegancia sin contrariarse. Junto a Don José Antonio Pérez del Río y D. José Luis González Novalín, idearon unos suplementos litúrgicos que incorporaron al boletín oficial con el fin de instruir a los sacerdotes de las nuevas rúbricas litúrgicas, explicando las plegarias, los esquemas de las celebraciones, la forma de manejar los nuevos rituales, y otras sugerencias que fueron muy bien acogidas por la mayoría de los párrocos. Al año de llegar a Oviedo, fue requerido como profesor en el Seminario Metropolitano, donde impartió durante cinco cursos la asignatura de "liturgia histórica y ceremonial"  entre 1960 y 1965. 

Don José Fernández Martínez tenía un gran aprecio hacia los sacerdotes, por ello, le parecía insuficiente que sólo se notificara en una línea en letra pequeña la muerte de los hermanos de presbiterio. Fue él quien introdujo la costumbre de publicar en el B.O.A. la necrológica completa de cada sacerdote difunto con los datos de nacimiento, estudios, destinos y otros detalles que él incluía. El 13 de octubre de 1988 día en que se celebra en la Catedral el aniversario de la dedicación, fue nombrado por el Papa San Juan Pablo II Prelado de Honor de su Santidad a petición de Don Gabino, en reconocimiento a sus inestimables servicios a la diócesis y su edificante vida ministerial. 

Fallece Don José en este año 2023 en que se están celebrando los 150 años de la fundación de la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados por el Venerable Saturnino López Novoa y Santa Teresa de Jesús Jornet; no es un dato al uso, dado que la vida ministerial de este noble cura no se entiende sin el Asilo de Nuestra Señora del Rosario de Oviedo y su comunidad de Hermanitas a las que dedicó la mayor parte de su ministerio. Desde el 1 de enero de 1959 fue capellán de esa casa y de esa comunidad, donde dejó profunda huella; dudo que nunca volverán a tener las Hermanitas de Oviedo un capellán de la altura de Don José que iba presto las veces que hiciera falta. Nunca tenía un no para esta comunidad, ni para administrar la unción a algún residente enfermo... Que las Hermanitas le pedían en confesión, pue allí iba Don José en la tarde con su sonrisa; que había que exponer el Santísimo para las Vísperas, el primero en aplaudir la idea era el capellán; que la misa de Gallo había que cambiarla de hora por los residentes, pues a mandar... ¡que el sacerdocio es servicio! Han pasado ya unos cuantos años desde que Don José tuvo que renunciar a la capellanía al complicarse su salud, la mayoría de las Hermanitas que él conoció ya no están y, sin embargo, ha quedado en la comunidad y en la casa el recuerdo imborrable de aquel bendito capellán que tuvieron y del que estaban tan orgullosas. 

La vida de Don José cambió en la misa crismal del año 1997 cuando faltando escasos minutos para dar comienzo la solemne eucaristía y con la mayoría del presbiterio diocesano presente, sufrió un infarto cerebral que le desplomó en el suelo y le generó una posterior hemiplejia. Don José Franco que estaba a su lado y le quería como a un hermano sólo acertaba a gritar: ''¡Pepe, Pepe...!'' Mientras, el entonces párroco de Sevares, Don Fernando Velado se lanzó rápido al suelo a quitarle el traje coral mientras le decía algo así como: ''déjese de lamentos y ayúdeme a quitarle los capisayos que se nos va''... Por suerte, se le llevó a prisa al hospital central y salió de aquel trance, aunque las secuelas descritas le quedarían ya de por vida. Hizo un esfuerzo grandísimo en su rehabilitación para volver a caminar, hablar y hacer el día a día, aún teniendo medio cuerpo paralizado. A partir de entonces su vida se volvió más contemplativa y entregada, pues lo más sencillo le exigía un doble esfuerzo,

Era ejemplar verle llegar todas las mañanas a la Catedral tempranísimo para la misa coral, con su paso lento pero firme, hiciera viento, granizo o agua; allí estaba Don José que no se resistía a quedarse en casa ni en la cama, sino que salía una hora antes si era necesario para llegar con tiempo a su amada Iglesia Madre desde su domicilio que tenía en la calle Arzobispo Guisasola nº 6. Pasito a pasito, calle Magdalena adelante, llegaba sobrado a la sacristía, revistiéndose y estando sentado en su sitial del coro de canónigos un buen rato antes de empezar la celebración para tener un rato de oración personal ante el Santísimo. Emocionaba verle cuando le tocaba proclamar el evangelio, con qué unción incensaba la palabra de Dios, y con qué esfuerzos no sólo lo proclamaba, sino hasta lo cantaba con la ilusión de un misacantano. A mi me dejaba emocionado ver aquel hombre haciendo de su existencia una callada predicación, tan única como auténtica. 

Su rutina era un testimonio vivo de un crucificado que aceptó la voluntad del Padre y qué, sin lugar a dudas, amaba la Eucaristía por encima de todo. Un apoyo incondicional ha sido su familia: con qué mimo le cuidó siempre su hermana Ana Rita y toda la familia, los cuales tenían admiración por él, como la tenía él hacia ellos. Hace tres años al agravarse su deterioro físico, decidió fijar su residencia en la Casa Sacerdotal de Oviedo. Hasta en esta última etapa en la enfermería de la Casa, en los momentos de mayor dolor o dificultad dio testimonio de su humanidad y su gran corazón sacerdotal regalando su sonrisa y su gratitud a todos. Don José ha sido para el personal de la Casa, para sus compañeros y para todo el que le visitaba la certeza de esa santidad de la puerta de al lado de la que habla el Papa Francisco. Mientras pudo participó con devoción en las peregrinaciones diocesanas de enfermos al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, cuya memoria litúrgica celebramos el día antes de su muerte. Este domingo, hacia las ocho de la tarde, el Dueño de la Viña le ha llamado de nuevo por su nombre diciéndole: ''empleado fiel y cumplidor, pasa al banquete de tú Señor''... Fijo que San Pedro, Patrono de su Cudillero natal, de Villademor y de Bernueces, ya le ha abierto las puertas de la Gloria. Seguro que el Cabildo de Canónigos que ya están allí habrán salido a su encuentro; me lo imagino abrazándose a ellos, mientras Don José Franco le dice: ''¡Ya has llegado, Pepe; ya has llegado!''...

Iglesia Parroquial de Cudillero como la conoció de niño


Reabierta al culto tras la guerra, aunque no volvió a su viejo esplendor


Joven sacerdote

Confirmaciones en Arriondas asistiendo a Monseñor Tarancón


Con Monseñor Vicente Enrique y Tarancón en Castropol


Con parte del Clero del entonces Arciprestazgo de Parres


Visita Pastoral a la Parroquia de Santa María de Vibaño (Parres) en 1968
El Párroco D. Eugenio Campandegui hizo de barquero por el Río Piloña para 
el Sr. Arzobispo y a Don José (Fotos de D. Francisco J. Rozada Martínez)


Entrada en Oviedo de Monseñor Díaz Merchán

Ordenación en Quintes

Ordenación Episcopal de Monseñor Elías Yanes


Procesión de Corpus en Oviedo década de los setenta


Ordenación diaconal 


Recibiendo el premio el premio «Roballera» en Cudillero (2010)


Siempre fiel a la Catedral


Domingo de Ramos


Siempre ayudado por su bastón


Con su condiscípulo y amigo D. Ramón Platero 


Entre Don José Manuel Fuentes y Don Benito


No había obstáculos para él


Atento a las palabras de su Arzobispo


Ayudado por D. José Franco 


Concelebrando la misa de la cena del Señor


Junto a Don José Luis Sánchez Díaz ''Mosén''


Misa del día de Navidad presidida por el entonces Obispo auxiliar Monseñor Menéndez


Ordenación de D. Luis José que desciende de pixuetos


Sacerdote para siempre


En Lourdes













Junto a Don Custodio


Entre Don Custodio y Don Victoriano


Celebración penitencial con D. José Manuel R. Fueyo y D. Armando


Con la Hospitalidad 


En el Santuario de la Bien Aparecida entre D. Yayo y D. Manuel Prieto


Feliz en Covadonga




Cumpliendo años junto a la Santina de Lourdes








Funeral en la Catedral

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