domingo, 26 de febrero de 2023

''Cuarenta días con sus cuarenta noches''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Iniciado el Tiempo de Cuaresma el pasado miércoles, nos reunimos en este primer domingo cuaresmal para alimentarnos del pan de la palabra y de la eucaristía. Este tiempo es un momento de gracia para no quedarnos en lo superficial, sino para profundizar en la grandeza de vivir de cara a Dios y a los hermanos con el corazón ensanchado. Pero si algo debe ayudarnos en este recorrido es la revisión personal de nuestra vida, por eso imitamos al Señor entrando en nuestro propio desierto, al examen personal, y a ponernos a prueba entre tentaciones y fortalezas para ver qué bueno tenemos que mantener, qué hacemos regular y qué deberíamos que perfeccionar. Dejémonos sostener por la gracia de Dios en esta travesía y, ante las tentaciones, pidamos al Espíritu Santo el don de fortaleza para no caer en las mentiras del maligno.

I. Vivir en gracia o vivir en pecado

Ha comenzado el apóstol San Pablo en su carta a los cristianos de Roma con una frase profunda que nos llena de esperanza: ''por un hombre entró el pecado en el mundo''; pues bien, también por Uno nos viene la redención... Nos encontramos en un tiempo penitencial donde el color morado, la ausencia de flores o las imágenes que llamamos "de pasión", cobran un protagonismo especial. En más de una ocasión me habéis escuchado decir que los mayores triunfos del demonio no están sólo no creer en su existencia, sino también en vivir creyendo que eso del pecado es algo del pasado, y morir rechazando de facto los últimos sacramentos. Son tres éxitos de Satanás, por lo que hemos de tener muy presente que nuestro enemigo es real; que se frota las manos cuando no vamos a confesarnos o cuando tenemos a un familiar al término de su vida y el maligno nos susurra al oído para no llamar al cura; que eso está anticuado y que así no se "asusta" el enfermo, dejándolo muchas veces morir en pecado. Si hay algo que el demonio odia con todas sus fuerzas son los sacerdotes, pues cada vez que confesamos y administramos la unción a un moribundo le hemos ganado una batalla. En los dibujos animados se utiliza esa imagen fantasiosa del angelito que nos susurra en un oído y el un demonillo que nos susurra en la otra. A veces nos ocurre ésto: entramos en la iglesia, vemos al sacerdote, y una parte de nosotros nos dice: ''tienes mucho encima, vete a confesar y líbrate de ese lastre'', mientras que el malo nos insiste: ''qué tienes que contar tu vida a nadie; eso es de viejas; tú habla directamente a Dios que vale igual''... Pues dicho de una forma muy de andar por casa, esto es lo que el Apóstol quería explicar a la comunidad romana, por eso les insiste: ''no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos''. Evidentemente no hay proporción entre nuestro pecado y la gracia que nos da el Señor; somos débiles y nos cuesta pedir ayuda, pero que la vergüenza noña no nos frene en buscar los cirineos que necesitemos para salir del charco del pecado. Y es que dejar la vida de pecado no es sólo acudir al confesionario, sino hacer un firme propósito de enmienda para vivir en la gracia de Dios.

II. Con Dios o siendo nuestros propios dioses

La primera lectura del libro del Génesis nos ha presentado esa primera tentación y el primer pecado, recordándonos antes de nada de dónde venimos: ''El Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo''. De ahí venimos y volveremos a ese punto de partida: a ser polvo. A veces tenemos una imagen de Dios Creador como cosa de magia y, sin embargo, la palabra de Dios nos lo presenta más bien como un artesano, como ese alfarero que con mimo cuida cada detalle de su pieza. Somos cacharros hechos a su imagen, Él nos pensó perfectos y, sin embargo, ¿Cómo es que estamos rotos, rayados, nos faltan trozos...? La respuesta es clara: el pecado nos hizo orgullosos, nos hizo pensar que seríamos no como Dios, sino nuestros propios dioses. Creímos -como seguimos creyendo tantas veces- la mentira de la serpiente: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal». El relato nos lo conocemos bien; es cierto, pero ahora se trata de ponerlo en práctica en estos días en que somos llamados con más intensidad que el resto del año -aunque debiéramos hacerlo más veces que en la cuaresma- para hacernos un auto chequeo o control de cómo está nuestra vida creyente. Ese barro pobre que somos nosotros y que Dios tomó en sus manos para hacer algo tan hermoso como el ser humano: ¿de qué he llenado yo mi vasija? ¿Cómo le he dado provecho para los demás? ¿con qué se ha rayado? ¿Qué golpes o heridas tiene para reparar?... Evidentemente para Dios estamos todos vivos, incluso aunque pasemos años y años sin acordarnos de Él, jamás se olvida de nosotros. En estas semanas hemos de respondernos si le reconocemos como nuestro Dios, o nos hemos hecho dioses de nosotros mismos.

III. Caer en tentación o permanecer fieles

El evangelio de este primer domingo nos evoca la estancia de Jesús en el desierto, en el pasaje que llamamos de "las tentaciones". El primer detalle curioso a tener en cuenta es que el evangelista San Mateo nos dice: ''Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo''. ¿Suena un poco raro, verdad? Nuevamente el interrogante de ¿por qué Dios permite la existencia del mal y no la destruye? Evidentemente Dios no quería el mal y el pecado para nosotros, pero nos ha dejado ser libres. Ahora bien, Dios es capaz de sacar bien hasta del mismo mal; sin duda, el maligno quiere llevar a todos al mal, más el Señor es capaz de reorientar lo perdido por completo y encaminarlo de nuevo al bien. Ahí está la gracia; también en este 2023 hay conversiones, milagros y corazones endurecidos que se ablandan. De vivir sin Dios a no saber ya vivir sin Él. En esta cuaresma os sugiero que entre vuestras oraciones -entre las que estoy seguro que tenéis a Ucrania, a Siria y Turquía- pidáis también de forma especial por la vida, por esta campaña de "40 días por la vida"; hay muchas mujeres que a la misma puerta del abortorio caen en la cuenta de cuánto mal hay en ese acto, y cambian de idea. Pidamos esta cuaresma muy especialmente por ello... Y en nuestro particular desierto cuaresmal, también el demonio nos tentará con muchas cosas entre las que estarán esas tres con las que el diablo quiso engañar a Cristo. La primera se la hace en la llanura desértica, la segunda en el alero del templo, y la última en el monte; es decir, el demonio desde la debilidad sube  en intensidad, a la vez que aumenta también la gravedad de cada tentación. Por su astucia, no se acerca a tentar a Jesús el primer día de ayuno en el desierto, sino cuando llevaba ''cuarenta días con sus cuarenta noches''; es decir, cuando más débil podía estar... Y es que la dificultad mayor no es empezar y adherirnos al bien con firme propósito, sino cuando hemos hecho prácticamente todo y nos falta un poco para la meta. Ahí están las tentaciones: el materialismo, el poder y la idolatría; tentaciones que no faltan en nuestro día a día, como no le faltaron a Jesús ni a los que formamos la Iglesia hoy. Las principales tentaciones del hombre actual siguen siendo el tener, el poder y el placer... En este tiempo cuaresmal pidamos a María que nos enseñe a vivir desde el amor, con el amor y por el amor.  

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