domingo, 7 de noviembre de 2021

Dos céntimos. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Queridos hermanos, enfocando el final del año litúrgico nos vemos ya en el domingo XXXII del Tiempo Ordinario. Hoy el evangelio tiene mucha enjundia, por eso me detendré de forma concreta esta vez únicamente en este texto. El evangelio de hoy nos presenta a Jesús enseñando en el templo donde advierte de la doble vara de medir de los escribas, a los cuales les gusta presentarse como fieles cumplidores de los preceptos del Señor y de darse a una vida de mucha oración; sin embargo, han sucumbido a las vanidades del buen vivir, los lujos, oropeles, posesiones y reconocimientos… Sobre ello el Señor advierte: ‘’recibirán una condenación más rigurosa’’. Pero el Maestro no se limita a hablar y enseñar en el templo, también observaba con mucha atención las actitudes de los peregrinos que se acercaban al santo lugar para rendir culto y ofrendas a Yahvé.

Es testigo de situaciones muy dispares entre sí; el Señor se fijó en una concreta, la cual señaló para que el discurso dado previamente sobre la actitud hipócrita de los escribas no se quedara en lo teórico, sino que mostró un ejemplo real para que comprendieran a qué se refería en su crítica a los que buscan los primeros puestos.

Para los judíos no sólo era importante peregrinar al templo, además era moralmente obligatorio contribuir en el sostenimiento del culto mediante las limosnas. Gracias a esto Jerusalén presumía de tener un majestuoso templo, un culto lujoso y unos sumos sacerdotes bien pagados. ¿Y cómo reacciona el Señor?: Señala a una viuda como ejemplo sustancial. No es que el Señor estuviera contra las limosnas, ni siquiera la de que aquella pobre mujer que volvería a su hogar mucho más pobre de como salió; lo que realmente le molesta a Jesús es la actitud de los ricos que echaban grandes cantidades para lucimiento y exhibición vanidosa para que los vieran.

El Señor analiza la auténtica y sana ofrenda, que no es la que se da para llamar la atención ni desde lo que a uno le sobra, sino precisamente cuando se entrega todo cuanto uno tiene como hizo la viuda. Es también lo que nos pide a nosotros; no ofrecerle "las sobras", sino darle todo nuestro corazón sin reservarnos nada. El hecho descrito y su predicación constituyen igualmente un verdadero acto de fe y de confianza en la providencia de Dios, con el que no se negocia, sino al que uno ha de entregarse sin reservas ni condiciones. Y es que esta viuda del Nuevo Testamento nos recuerda a aquella otra viuda del Antiguo testamento: la de Sarepta, la cual dio también todo lo que tenía: su poco de aceite y de harina. Esta es la sencilla y más exacta matemática de Dios; cuando se le entrega todo, se recibe siempre “el ciento por uno”.

Cuánta gente habría en aquel templo: sacerdotes, vendedores, judíos de toda clase y procedencia… Y ahí está la mirada del Señor que se fija en la persona más humilde, más pobre, y más auténtica. Esta mujer no ha entregado tan sólo dos reales, se ha entregado ella por completa, todo lo que tenía; es decir, ha puesto toda su vida de forma callada pero convencida a los pies de Dios. Jesús nos está revelando así lo que más le agrada al Padre: los últimos, los que le sirven en lo escondido y sin alaracas, y no se reservan nada para sí, son sin duda los primeros para Dios.

También hoy se celebra el día de la Iglesia Diocesana, día para orar de forma especial por nuestra diócesis, para sentirnos parte de esta familia tan numerosa. Las parroquias no podemos ser reinos de taifás, sino miembros unidos al gran cuerpo de la Iglesia diocesana en comunión con la Iglesia Universal. Sólo viviendo este sentido de pertenencia eclesial podremos crecer, por eso el lema de la campaña nos invita a sentirnos parte de esta Iglesia como nos dice el lema  «Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo»

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