domingo, 22 de agosto de 2021

''¿A quién vamos a acudir?. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

Nos situamos ya el domingo XXI del Tiempo Ordinario en que aún sentimos cercano el eco de la solemnidad de la Asunción. Hoy nos tocaría celebrar la fiesta de "Santa María Reina", y es que la Iglesia nos propone ocho días después de celebrar que María ha sido asumpta en cuerpo y alma al cielo, que igualmente ha sido coronada como Reina de cielos y tierra. Aunque sea un domingo del tiempo ordinario, es principalmente un día de especial sesgo mariano. Quien tiene a María por Reina, tendrá a Cristo por Rey; es decir, vive su presente anhelando el futuro reino de Dios y su justicia. 

Comenzando por la ciertamente llamativa segunda lectura, ese fragmento de la Carta a los Efesios que tan criticada y denostada es por aquellos que de forma anacrónica y descontextualizadamente dicen que es un texto machista o inapropiado, hay que decir que pese a que algunas expresiones chirrían un poco a nuestros oídos de hoy, para aquel entonces es una reflexión que se adelanta a su tiempo. San Pablo va más allá de lo que nosotros vemos, no se queda en la pura relación esponsal de hombre y mujer, sino que ésta la propone en un sano paralelismo al misterio esponsal de Cristo y la Iglesia. El "sometimiento" es sinónimo de "entrega", no la del cuerpo cosificado -quizá por la forma de ver las cosas de nuestra sociedad actual caemos en esa interpretación- sino que se refiere la recíproca entrega de la mujer al hombre y viceversa, de forma que no puede haber matrimonio sin mujer ni sin marido, como no puede haber Iglesia sin Cristo como una única y recíproca unidad esponsal y de amor mutuo: "ya no sois dos, sino una sola carne", que a la sazón nos recuerda el Ritual del Matrimonio. 

Por otro lado, la primera lectura del Libro de Josué nos muestra una realidad siempre constante en nuestra vida, la elección; hemos de elegir y optar constantemente. Nuestra existencia es un camino repleto de cruces con muchas posibilidades y siempre tenemos la duda de si habremos acertado en la decisión. No es baladí el tener la posibilidad de elegir; el que puede elegir es libre, y nuestro Dios nos de toda la libertad de posicionarnos en la verdadera libertad que que si es tal, jamás esclaviza. A veces nos ocurre como a los israelitas, no tenemos claro a quien servir, o tenemos tentaciones de servir a otros señores que nada nos han dado y olvidamos todo lo gratuitamente recibido. ¿Tenemos claro nosotros hoy quién es nuestro Señor, o seguimos adorando como los amorreos dioses extraños al este del Eufrates?: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!. El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos''. 

Por último, el evangelio vuelve a fijar su atención en centro de nuestra vida creyente: La eucaristía, misterio que venimos interiorizando a través del evangelio de Juan ya los pasados domingos. Si en los anteriores es Jesús principalmente el que se explica, hoy observamos la reacción a su predicación. Se ha generado polémica; no es novedad en la vida del Señor, ya hemos visto cómo los de su pueblo lo tenían tan sólo por el hijo del carpintero. Pero hoy el texto nos dice algo más ''Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os hace vacilar?''... Cómo no van a criticar lo que hacemos y decimos los cristianos y sus pastores, cuando a Él se lo hicieron primero.

Por desgracia hemos humanizado demasiado a Jesús, tanto que nos hemos olvidado quien es en verdad. Hay fieles, sacerdotes y religiosos que se han enamorado de ese Jesús humano, caritativo o social, pero luego no son capaces de creer que Cristo se hace presente realmente sobre el Altar. Es una realidad terrible, pero tan triste como real. Hay quienes consideran que es algo simbólico, un gesto, un mero recuerdo, pero nada más. Hay personas que han pretendido en sus vidas vivir el evangelio de la forma más fidedigna posible, se han dedicado a hacer el bien, pero no han tenido la gracia de creer que Jesucristo vive más allá de la Palabra de Dios y de los pobres, que nos da su Cuerpo como alimento. Sólo hacer muchas cosas buenas no sirve, nos lo ha dicho el Señor muy claramente hoy: ''El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada'', y continúa diciendo: ''Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen''. Hemos de pedir a Dios la gracia de creer, no sólo que su Hijo vino al mundo, sino que sigue viniendo a nosotros bajo las especies eucarísticas. Acusaban a Jesús de que era muy duro hablando, incluso el evangelio de este domingo nos dice que muchos discípulos se echaron atrás y le abandonaron. La fe no es una baratija cualquiera, es un regalo que Dios nos hace por pura gracia: ''nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede''. 

Al acercarnos a comulgar en este día, a la hora de gustar al Señor en nuestro interior, hagamos nuestras las palabras de San Pedro en esa sublime oración que hace ante la interpelación de Jesús a sus más cercanos: ''Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna''...

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