sábado, 1 de mayo de 2021

En el Taller de San José. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

En este año especialmente dedicado a San José, qué menos que detenernos en esta fiesta entrañable del 1º de Mayo en que iniciamos el mes de María de la mano de su casto esposo San José para recordarlo como lo que era: un artesano, un obrero, un trabajador. Cuánto tenemos que aprender de José; mirar su ejemplo de saber vivir de espalda a los laureles, siempre en clave de Dios y sin hacer ruido. Esforzándose cada día en cumplir diligentemente su trabajo con honradez y tesón para sacar adelante el hogar de Nazaret.

Vayamos al taller de San José, aprendamos en su carpintería a saber dejarnos llevar por la voluntad de Dios que nunca defrauda, que quiere contar con nosotros y poder llamarnos algún día siervos fieles y cumplidores. Es lo que nos toca, responder a nuestra vocación con transparencia para ganarnos el pan nuestro de cada día con el sudor de nuestra frente. Cada jornada tiene su afán, pero cada faena por dura que sea tiene su recompensa. 

El trabajo es lugar también para encontrar a Dios que está allí y en el laboro también quiere estar con nosotros. Como le decía Santa Teresa a sus monjas: ''también entre los pucheros anda el Señor''. En los momentos duros le pedimos auxilio, aunque solemos olvidar agradecerle los buenos como si fueran mérito propio. De una u otra forma, Cristo quiere ser nuestro buen compañero de trabajo, como en su día ayudó a su padre putativo en los quehaceres de la madera. 

Mirando hoy a San José hemos de pedirle que nos enseñe a comprender la espiritualidad del trabajo, a luchar por su dignidad, a potenciar los dones que nos ha dado en beneficio de los demás... Es un buen día para pedir por las familias que pasan por la precariedad económica por falta de trabajo a causa de la crisis sanitaria. También a San José le tocó emigrar, sacrificarse y empezar muchas veces de cero para cuidar de su familia Sagrada. Quién mejor que San José para interceder por todos los que se afanan con sus manos como hizo él para alimentar a Jesús, al Cristo del que hoy nos alimentamos nosotros. 

Como canta su himno: Con sencillez, humilde carpintero/ Con sencillez, glorioso San José/ Hiciste bien tu labor, obrero del Señor/ Ofreciendo trabajo y oración. En este año hemos potenciar nuestra devoción al Santo Patriarca, Santo grande donde los haya, que fue figura clave en la historia de nuestra salvación. Mirándole aprendemos a dar lo mejor de nosotros mismos sin esperar reconocimientos ni aplausos, a ser justos y a dar el ciento por uno en nuestro quehacer cotidiano. 

Quiero hacer mía hoy la oración que San Juan XXIII le escribió a San José Obrero: ¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.

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