lunes, 10 de mayo de 2021

San Juan de Ávila. Por Rodrigo Huerta Migoya

San Juan de Ávila nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) el 6 de enero de 1502 y falleció en Montilla (Córdoba) el 10 de mayo de 1569. Sacerdote diocesano de Córdoba, es un referente en la literatura espiritual del siglo de Oro español.

 Con ascendencia judía por parte de la familia de su padre Alfonso de Ávila, estaba emparentado con otro gran Santo por parte de su madre la hidalga Catalina Gijón, la cual era familia de San Juan Bautista de la Concepción -en el mundo Juan García Gijón- religioso trinitario nacido también en Almodóvar del Campo, que destacó como autor ascético y místico, así como reformador de la Orden Trinitaria y fundador de los Trinitarios ‘’Descalzos’’. 

Sabemos que el padre de Juan de Ávila poseía una mina de plata en Sierra Morena. En torno a 1514 inició sus estudios de leyes en Salamanca. A los cuatro años deja éstos al tener clara su vocación, regresando a su pueblo natal donde inicia una vida de estricta austeridad y penitencia. 

 Tras este tiempo de desierto personal en su pueblo, marcha en 1520 para Alcalá de Henares a estudiar Teología y Artes siguiendo el consejo dado por un fraile franciscano con el que se dirigía. En estos seis años que pasa en Alcalá fue discípulo del renombrado Domingo de Soto, y mantuvo una estrecha amistad con figuras relevantes del momento como Francisco de Osuna o Pedro Guerrero, e incluso se cree que aquí conoció a San Ignacio de Loyola. 

Cuando se ordena sacerdote en 1526 sus padres ya han fallecido, por lo que celebra su primera misa en memoria de sus difuntos progenitores en su pueblo natal. Celebró su cantamisa invitando a doce pobres de su pueblo a comer. Se quedará un año más en él predicando y evangelizando a sus paisanos, y al cabo de este tiempo reparte todos sus bienes entre los más pobres e inicia su proyecto misionero en Méjico al tener noticia en 1525 de que su amigo el religioso dominico P. Julián Garcés O.P. -predicador del rey Carlos I- era preconizado primer obispo de Tlaxcala -Nueva España (Méjico)- por Clemente VII. Cuando llegó el momento de partir desde el puerto de Sevilla, el entonces arzobispo hispalense Alonso Manrique, aconsejado por Fernando Contreras -condiscipulo del P. Garcés- solicita a Juan de Ávila que olvide su sueño de ser misionero en el nuevo mundo para centrarse como misionero en Andalucía. Aquello le costó, pero obedeció como fiel hijo de la Iglesia. Respondió con tanta generosidad a esta misión de anunciar a Cristo en el sur de España que mereció con acierto ser llamado ‘’Apóstol de Andalucía’’. 

El contexto de Juan de Ávila se enmarca en un momento de cambio, fruto de la llegada a España de las ideas renacentistas, sin omitir que su faceta de escritor y predicador se enriquece al encontrarse en contacto con los grandes referentes espirituales de su época como eran San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Dios, Santo Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, San Juan de Ribera o Fray Luis de León. A San Juan de Ávila pronto se le empezarían a llamar ‘’Maestro’’, pues fueron muchísimos los que bebieron de sus escritos, de su espiritualidad y de sus consejos. La lista de sus discípulos es muy larga, aunque como muestra caben ser citados algunos de los más renombrados y conocidos: Carlos Borromeo, Alonso Rodríguez, Francisco de Sales, Antonio María Claret, Alfonso de Ligorio, Luis de la Palma, Antonio de Molina, Luis de la Puente, Diego de Estella, Bartolomé de los Mártires o Pierre de Bérulle. 

Su éxito arrollador en la predicación no era bien visto por muchos de sus compañeros sacerdotes que llegaron a denunciarle en 1531 ante el Tribunal de la Inquisición sevillana. Durante dos años -hasta 1533- permaneció encarcelado en el Castillo de San Jorge en pleno barrio sevillano de Triana, al ser procesado por el tribunal inquisitorial de dicha ciudad. Es un tiempo muy provechoso para Juan de Ávila que lo vive con humildad, como un tiempo de enriquecimiento interior con muchas horas para escribir y acompañar espiritualmente mediante "cartas". Aquí empieza a redactar la primera edición del "Audi filia". A la hora de ser juzgado aparecieron cinco acusadores -falsos- frente a cincuenta y cinco testigos a su favor. Se le tachaba de "Erasmismo", algo que podía entenderse por sus años de formación en Alcalá. Fue absuelto con el requisito de rectificar dos sermones en el mismo lugar que los había predicado -Écija y Alcalá de Guadaira- por unas proposiciones biensonantes. 

Su gran obra espiritual es considerada un perfecto compendio de ascética, con su sonado "Comentario al salmo XLIV". El "Audi filia, et vide" fue escrito por Juan de Ávila para Sancha Carrillo, una mujer de Écija que se convirtió al escuchar predicar al sacerdote manchego. Esta noble mujer, hija de los señores de Guadalcázar, será una gran mujer de fe que irá creciendo día a día en la vida de piedad gracias a las orientaciones de Juan de Ávila. El texto del "Audi filia" vio la luz pública por primera vez de forma clandestina en 1556 en Alcalá, más un año después, la obra fue autorizada y ampliada en Madrid. El mismo rey Felipe II quedó maravillado al leerla recomendando que fuera la obra de cabecera para los religiosos del Escorial. Por su parte, el entonces Arzobispo de Toledo, el Cardenal Astorga, opinaba que era la gran obra espiritual del momento, opinando que ‘’había convertido más almas que letras tenía’’ dicho manuscrito. Fue el libro espiritual más consultado de todo el siglo XVI.

 Además de ser una de las personas encargadas de revisar toda la obra escrita de Teresa de Ávila y confirmar que no había en sus escritos desvío doctrinal alguno, mantuvo una intensa relación de amistad con la Compañía de Jesús, hasta el punto que los mismísimos San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja le animaron a ser jesuita.

A partir de 1535 se instala en Córdoba al ser llamado por el entonces prelado Álvarez de Toledo. En esta diócesis llevó a cabo un apostolado de predicación incansable por los pueblos más humildes y sencillos como los de las sierras de Córdoba, convirtiendo a muchas personas a las que sus palabras lograban tocar el corazón. No sólo cambió la vida de pobres, sino de ricos y de destacadas personalidades del momento. Predicó también en Extremadura y Castilla La Mancha. 

 Sus ideas fueron claves en el Concilio de Trento sobre la erección de Seminarios y para la formación de los futuros sacerdotes seculares; propició la creación y apertura de estos por toda España, animó la fundación de la Compañía de Jesús, la creación de numerosos colegios, e incluso de la Universidad de Baeza. Su intervención fue clave en la conversión de San Francisco de Borja y San Juan de Dios.

 En 1554 enfermó; los últimos quince años de su vida siguió predicando y evangelizando sin moverse ya apenas de Montilla. Falleció en 1569 recibiendo cristiana sepultura en la Iglesia de la Encarnación de Montilla. 

 La primera persona en escribir sobre Juan de Ávila fue Fray Luis de Granada, el cual comenzó a recopilar detalles de su vida en 1588 a partir de escritos de muchos de sus discípulos. La causa de su beatificación se inició en 1623 por iniciativa de la Congregación de San Pedro Apóstol, de sacerdotes oriundos de Madrid. En 1635 sale a la luz la segunda biografía de Juan de Ávila escrita por el licenciado Luis Muñoz. El 15 de abril de 1894 fue beatificado por el Papa León XIII, y fue declarado Patrono del Clero Secular Español el 2 de julio de 1946 por el Papa Pío XII. Su canonización tuvo lugar el 31 de mayo de 1970. El 7 de octubre de 2012 Benedicto XVI declaró a San Juan de Ávila "Doctor de la Iglesia". 

 Además del "Audi filia" -escrito en Alcalá de Henares en 1556- escribió un Epistolario espiritual para todos los Estados -Madrid en 1578-. Escribió también un libro sobre el Santísimo Sacramento, una publicación sobre el conocimiento de sí mismo y un Contemtus mundo nuevamente romançado -escrito en Sevilla en 1536-. Por desgracia, no se han conservado sus famosos sermones, pero sí otros valiosos escritos suyos como son el "Comentario a la Carta a los Gálatas" -Córdoba en 1537; "Doctrina Cristiana" -escrito entre Valencia 1554 y Mesina 1555-; "Memorial a Trento" -escrito entre 1551 a 1561- así como dos "Pláticas a sacerdotes en Córdoba" -escritas en 1595-.

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