Una gran Santa española del siglo XX fue sin duda Santa Maravillas de Jesús, muy querida en toda España. Pocos saben que sin haber nacido en Asturias la Santa se sentía muy unida a nuestra tierra por estar aquí las raíces de su familia. Podríamos hablar de muchos familiares asturianos de la Santa Madre Maravillas, sin embargo, hoy quiero ceñirme única y exclusivamente a tres antepasados suyos de los que la Santa se sentía particularmente orgullosa al vincularla directamente con la Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de Covadonga.
Fue muy conocida la polémica surgida hace unos años cuando un grupo destacado de personalidades de este país presentó la propuesta para colocar una placa en algún lugar del Palacio del Congreso en Madrid -en concreto en el vestíbulo- dado que María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán -que así se llamaba para el mundo- nació en ese lugar un 4 de noviembre de 1891. Pero, ¿por qué nace aquí? Pues precisamente por pertenecer a una familia de distinguidos políticos, cuyas casas se ubicaban en la castiza ''Carrera de San Jerónimo''.
Tanto su padre como su tío y abuelo fueron diputados por Oviedo. Su infancia estuvo marcada por la vida del Parlamento pero, sobre todo, por el amor a Asturias que se respiraba en su hogar. Nieta del Marqués de Pidal; su padre, D. Luis Pidal y Mon, llegó a ser ministro de Fomento y embajador de España ante la Santa Sede. La madre de la Santa tampoco era una desconocida: doña Cristina Chico de Guzmán y Muñoz era nieta y sobrina de los condes del Retamoso y sobrina-nieta del duque de Riánsares, de la Reina Gobernadora -que fue su madrina- y de los marqueses de Remisa.
Su padre, aunque nació en Madrid, por la implicación política de su abuelo se consideraba asturiano, y su madre era murciana de Ceheguín. Su abuelo materno, Alfonso Chico de Guzmán Belmonte, era de Mota del Cuervo (Castilla La Mancha) y su abuela materna, doña Patricia Muñoz y Domínguez, manchega también, de Tarancón. Era hermana del III Conde Retamoso y sobrina política de la reina María Cristina de Borbón. El abuelo paterno, Pedro José Pidal y Carniado nació en Villaviciosa (Asturias) el 25 de noviembre de 1799 (hijo de José Pidal y Antonia Carniado) y la abuela paterna, Manuela Mon y Menéndez, nació en Oviedo en 1802 (hija de Miguel y Francisca, ambos oriundos de San Martín de Oscos) y aunque la enfermedad y el final de sus días tuvieron lugar en Madrid, pidió ser enterrada cerca de la Santa Cueva de Covadonga.
La familia era hondamente católica; su padre y su tío fueron los promotores del partido político "Unión Católica", el cual existió en España entre 1881 a 1884. Su padre, además, es considerado el autor de la gran reforma de la Segunda Enseñanza que tantas críticas desató, ganándose el rechazo de los liberales así como el reconocimiento de la mayoría de los Obispos del momento. En este marco de finales del siglo XIX, entre políticos, nobles, señores y aristócratas, va creciendo la pequeña Maravillas. Sólo se comprende que realmente una experiencia radical, auténtica y profunda con el Señor, despertase en ella la vocación, pues esta acomodada muchacha que lo tenía todo decide hacerse pobre por amor a Dios.
Las vacaciones de la familia transcurrían normalmente fuera de Madrid, unas veces en Murcia donde descansaban en el palacete familiar de la finca de Carrascalejo, el cual se levanta en el llamado paraje del Cristo del Carrascalejo, entre las localidades de Bullas y Cehegín. También conoció muy bien el "Paraiso Natural" como veremos más adelante. Ahora conozcamos a cuatro miembros de la familia:
El tío bisabuelo de Maravillas: Pascual Pidal y Fernández de Crespo (1777-1860).
El linaje de los Pidal tenía su casa solariega en terrenos de la parroquia de San Félix de Oles. Antiquisimo apellido muy vinculado a este Concejo. Para hacerse una idea, estamos hablando del tío bisabuelo de Santa Maravillas que fue sacerdote diocesano de Oviedo, venido al mundo a finales del siglo XVIII.
Nació el Reverendo en Santa María de la Torre de la Pedrera, en Villaviciosa (Asturias) en 1777, hijo de D. Agustín Pidal y Cepeda, el cual figura en el padrón municipal como "Hidalgo" a partir de 1773. Era su abuelo D. Pedro Pidal y Fernández Zapico, su bisabuelo D. Toribio Pidal Lugalla y su tatarabuelo D. Domingo Pidal, todos ellos hidalgos, e incluso consta una generación anterior de hidalgos en el archivo municipal que nos remonta al padre de su tatarabuelo que se llamaba al igual que su hijo, D. Domingo Pidal, el cual aparece citado en 1601 como "Hidalgo". Regresando al sacerdote Pascual, hay que decir que era el hermano pequeño del heredero y continuador del linaje, D. Pascual Pidal y Fernández de Crespo (bisabuelo de Madre Maravillas).
Su vida sacerdotal transcurrió siempre en el entorno de su Villaviciosa natal, primero como párroco de San Salvador de Fuentes, y después como párroco de Santa Eulalia de Selorio, antes de obtener la oposición a canónigo colegial de Covadonga.
Le corresponde ser abad del Real Sitio en un momento clave del siglo XIX, cuando se estaba empezando a enfocar el nuevo rostro del Santuario. Es un momento también de crecimiento de la devoción hacia Nuestra Señora de Covadonga, con la encomienda a la Santina de muchos asturianos que partían a ultramar. Varios historiadores sitúan este siglo como "esencial" en lo que supuso la elevación de Covadonga como enclave devocional de primer orden en la Región, hasta entonces aún por definir.
Elegido abad en 1845 ejerció como tal durante quince años hasta su muerte, acaecida en el año 1860. Aunque por edad y salud no llegó a ver muchos cambios en el Santuario, podríamos decir que su obra fue continuada en su familia pues, como veremos, a partir de este momento serán éstos unos destacados bienhechores y colaboradores de "la Cuna de España".
No es la etapa del abad Don Pascual Pidal una era dorada del Santuario, pero sí supondrá la toma de conciencia de que Covadonga ha de despertar de su letargo y volver a ser el referente de fe e historia irrenunciable de la surgida nación española. Dos visitas marcaron decisivamente el cambio, ya en los últimos años de abaciato de Don Pascual. La primera visita Real al Santuario (14 y 15 de Junio de 1857) por parte de la hija pequeña del Fernando VII, la infanta Doña María Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel II. Junto a la infanta, su marido Don Antonio de Orleans, duque de Montpensier. Durante la estancia en el Santuario tuvo lugar la bendición del obelisco del Repelao, en recuerdo al lugar donde fue coronado Don Pelayo. Desde entonces la Casa Real no ha dejado de visitar en fechas especiales el Real Sitio, al que se sienten tan ligados en el tiempo.
Un año después, en 1858 Don Pascual tiene el honor de recibir en Covadonga a su majestad la reina Isabel II acompañada de su esposo D. Francisco de Asís y sus dos hijos, el príncipe Alfonso y la infanta María Isabel. Con ellos el confesor de la reina, San Antonio María Claret. Les esperaba el entonces Obispo de Oviedo, Monseñor Juan de la Cruz Ignacio Moreno y Maissonav; parece ser que junto al entonces Arzobispo de Santiago de Compostela, Monseñor Miguel García Cuesta, de cuya metrópoli era sufragáneo el obispado ovetense. El arzobispo compostelano tenía una gran amistad con la monarca, la cual le nombró en Senador Vitalicio del Reino en 1851 y le otorgó la Cruz de la Orden de Carlos III.
Sin duda, estas visitas serán el comienzo de la restauración e inicio de la construcción del nuevo rostro del Santuario de Covadonga, así como la recuperación de las relaciones entre el Cabildo Colegial y la Casa Real, volviendo a poner en valor el carácter Real del Sitio Mariano.
Nacido en Villaviciosa un 25 de noviembre de 1799. Se doctoró en la Universidad de Oviedo en Jurisprudencia, ciudad en la que se encontraba cuando tuvo lugar en 1820 el Alzamiento de Rafael del Riego. Se incorporó junto a otras figuras académicas de la Universidad a la Compañía Literaria y fue uno de los fundadores del periódico "El Ciudadano", nacido en Oviedo en 1820 en el cual colaboró como redactor. En 1821 fue elegido director del periódico ovetense "El Aristarco". En 1822 marcha para Madrid donde trabajó en el afamado bufete del abogado "Cambronero", a la vez que ejercía de redactor en el periódico "El Espectador" y colaboraba con el Ateneo. Tuvo su etapa liberal llegando a seguir en 1823 al gobierno a Cádiz, lo que le costó algún disgusto posterior.
En 1834 fue designado alcalde de Cangas de Tineo -actualmente Cangas de Narcea- pasando poco después como juez a Villafranca del Bierzo, y finalmente a Lugo. En 1837 llega a Pamplona como "Oidor" de la Audiencia, y al año siguiente es nombrado Fiscal Togado del Tribunal Mayor de Cuentas. En 1838 llega a Madrid como diputado a Cortes por Asturias. Se casó con Manuela Mon y Menéndez teniendo tres hijos: Luis (el padre de Santa Maravillas), Alejandro y Ramona. Fue una figura clave en la reforma educativa con su plan de 1845 que puso las bases para la Ley Moyano de 1857. Fue Ministro de la Gobernación de 1844 a 1847 volviendo a ser Ministro del Estado en 1858. Llegó a presidir el Congreso de los Diputados y la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación. En 1857 fue nombrado embajador de España en Roma. En 1859 enfermó quedando paralítico, fijando su residencia en Madrid. Fue nombrado Senador Vitalicio, recibiendo el Toisón de oro en 1864.
Otros títulos que ostentó fueron los de Gentilhombre de Su Majestad, Gran cruz de Carlos III, de la de San Fernando y del Mérito de Nápoles; de la Pontificia de Pío IX, de la del León Neerlandés, de las de Cristo y Villaviciosa de Portugal; de la de Leopoldo de Bélgica, de la de San Mauricio y San Lázaro de Cerdeña, de la de San Alejandro de Rusia, de la de la Legión de Honor de Francia, de la de Leopoldo de Austria, de la de Nischam Iftijar de Turquía, de la del Sol y el León de Persia, entre otras.
Muchos de sus libros y escritos no vieron la luz hasta después de su muerte. Destacó su trabajo como Académico de la Real Academia Española. Gran conocedor de la literatura; tenía una de las mejores bibliotecas privadas de España con un códice original del Cantar de Mio Cid. Fue el decimocuarto director de la Real Academia de la Historia, fundador de la Revista de Madrid así como colaborador de la Revista Hispanoamericana.
Toda su vida se resumió en trabajar por el progreso material y espiritual de Asturias; gran devoto de la Santina y singular bienhechor del Santuario. El Cabildo Colegial del Real Sitio le concedió la gracia de ser enterrado en la Colegiata de San Fernando a su fallecimiento en Madrid el 28 de diciembre de 1865.
El tío de Santa Maravillas de Jesús: Alejandro Pidal y Mon (1846 - 1913)
En 1874 funda el periódico "La España Católica" y en 1881 el partido político "La Unión Católica". En 1883 ingresa en la Real Academia Española de la Lengua, ocupando el sillón "uve", que antaño ocupara Jovellanos. En diciembre de 1883 es recibido en audiencia por el Papa León XIII, con el que comparte su proyecto de la misión de "Los cristianos en la vida pública".
Una de las grandes intervenciones de Don Alejandro fue la restauración de la Colegiata de San Fernando, destruida por los desprendimientos de enormes peñascos en el año 1868 (apenas ocho años después de haber muerto el tío Don Pascual). Las gestiones del tío de la Santa lograron salvar ésta de la ruina total.
En enero de 1884 es nombrado Ministro de Fomento, cargo que aprovechará para declarar monumento la Colegiata de Nuestra Señora de Covadonga. En el campo del transporte gestionó la apertura de la comunicación ferroviaria entre Asturias y la meseta.
Fue por tres veces Presidente del Congreso de los Diputados entre 1891 a 1900, año este último en que es elegido embajador de España ante la Santa Sede. En 1902 renuncia al cargo de embajador al no compartir la Reforma del Concordato con la Santa Sede que proyecta el gobierno de Sagasta. Regresa a Madrid donde será elegido Presidente del Círculo Conservador de la Ciudad. Fue nombrado Consejero de Estado para el bienio 1906-1908. Aunque era un gran intelectual, sólo publicó dos libros en vida, unos sobre Santo Tomás de Aquino, y otro sobre la importancia de la Compañía de Jesús en Francia.
Fue académico de Ciencias Morales y Políticas, de Jurisprudencia y Legislación, y de la Española. También fue académico electo de Historia, aunque no llegó a tomar posesión. Poseía numerosas condecoraciones nacionales y extranjeras. Era Caballero de la Orden del Toisón de Oro y Caballero de la Orden de San Gregorio Magno, esta última concedida por un "Breve" del Papa León XIII.
Murió un 19 de octubre de 1913 en Madrid, más su familia se negó a instalar la capilla ardiente en el Palacio de los Congresos como era habitual con los que habían sido presidentes. Fue velado en su domicilio de la Calle Fernando el Santo, de donde salió en desfile tributándole honores de Capitán General hasta la iglesia de San José de la Calle Alcalá, donde se celebró el primer funeral. Terminada la ceremonia religiosa fue conducido a la estación Príncipe Pío, de donde partió el cadáver con su familia rumbo Asturias, recibiendo cristiana sepultura en Covadonga.
Aunque nacido en Madrid el 26 de agosto de 1846 siempre se consideró y definió como asturiano. Realizó sus estudios en el Instituto San Isidro de Madrid, así como en la Universidad Central. Junto a otros jóvenes estudiantes de buena familia y convicciones religiosas, formó un grupo universitario conocido como el de "Los Neocatólicos", de donde nacería en 1867 la revista semanal "La Cruzada"
Contrae matrimonio en 1868 con la hija del marqués de Camposagrado, Doña Ignacia Bernaldo de Quirós y González-Cienfuegos, con la que llegará a tener quince hijos. En 1872 inicia su carrera política como diputado en las Cortes Amadeistas por el distrito de Villaviciosa -la tierra natal de su padre- (circunscripción de Oviedo). Gran defensor de la Iglesia y de la abolición de la esclavitud, de forma concreta en Puerto Rico. No salió elegido en las elecciones constituyentes de la I República, más sí fue votado en las de la Restauración en enero de 1876. Sus posiciones conservadoras y defensoras del catolicismo le ganaron la enemistad de Leopoldo Alas Clarín.
Primo de la Santa: Pedro José Pidal y Bernaldo de Quirós (1870 - 1941)
Nacido en Somió (Gijón) el 2 de noviembre de 1870, hijo de D. Alejandro Pidal y Mon. Estudió el bachillerato en Madrid licenciandose en Derecho en 1891 por la Universidad Central. Se sentía político por vocación y tradición familiar; comenzó como diputado a Cortes por Belmonte de Miranda en 1896 y por Luarca en 1907. En 1914 ya era Senador Vitalicio. Destacó como un gran defensor de los asuntos medioambientales en el Parlamento, siendo uno de los promotores de la nueva Ley de Parques Naturales. Gran aficionado a la montaña, fue el primer escalador en coronar el Naranjo de Bulnes el 5 de agosto de 1904. Sobresalió en el campo de la política, como jurista, y como periodista, escritor y cazador.
Su amor a Covadonga le llevó a gestionar la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, una vez aprobada la nueva Ley de Parques Naturales. Gracias a él la Montaña de Covadonga fue el primer Parque Nacional de España seguido por el de Ordesa. En premio a sus trabajos fue nombrado como Comisario General de Parques Nacionales.
Pudiendo haberse enterrado en el mismo Santuario de Covadonga, prefirió ser sepultado en plena naturaleza, en concreto en el Mirador de Ordiales de los Picos de Europa, donde fue llevado por un grupo numerosos de montañeros el 18 de septiembre de 1949. El epitafio de su sepultura fue sacado del prólogo del libro escrito por él mismo: ''El Parque Nacional de la Montaña de Covadonga'' de Julián Delgado Úbeda: Enamorado del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocí la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasé horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoré a Dios en sus obras como Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se me apareció verdaderamente como un templo''. El texto del prólogo continúa con la siguiente frase que no ha sido grabada en la roca: "Debajo de esos húmedos helechos, que reciben el agua de los Picos, y arrimada a esa roca enmohecida por los vientos fríos, dejaré que mis huesos se deshagan a través de los siglos".
Normalmente estamos acostumbrados a las vidas de Santos que nacieron en familias humildes; aquí tenemos una gran Santa nacida en el seno de la nobleza y qué, sin embargo, renunció a cualquier acomodo de cuna. No hay palabras para describir la austeridad, el rigor, la pobreza y la dureza de la reforma de la Regla Carmelita que ella emprende cual una segunda restauradora de la Orden que busca -como lo hiciera siglos atrás Santa Teresa- realzar la belleza del primitivo Carmelo.
En la infancia y juventud de la Santa no faltaron los descansos en esta Tierra de su familia paterna con las anuales peregrinaciones al Real Sitio. A Maravillas le encantaba ir a Covadonga. Quizá sea poco conocido, pero Nuestra Señora de Covadonga fue una advocación de las más queridas por la Santa Madre, no sólo por sus raíces asturianas y los numerosos lazos familiares que se entrelazan con ese amado Santuario, sino, principalmente, porque Santa Maravillas afirmaba que si era religiosa era debido a una gracia especialísima que le concedió la Santina de Covadonga.
Corría el año 1917 y la joven Maravillas no dejaba de insistirle a su director espiritual sobre si ya la veía preparada para consagrarse al Señor; tal era el deseo de su alma de entregarse plenamente a Dios que vivía en un sin vivir al ver que el tiempo pasaba y no lograba avanzar. Su director espiritual le impuso una dura penitencia, le prohibió durante un año entero volver a preguntar o hablar de ese tema, lo cual la joven cumplió escrupulosamente. Al año siguiente se encontraba en Torrelavega, en la finca ''El Cierro'' que era de su cuñada Adelaida, cuando junto a su hermano Alfonso se acercaron en peregrinación a Covadonga. Allí en la Santa Cueva Maravillas rompió su silencio gritando su alma al Señor ante la imagen de Nuestra Señora.
La joven no le pedía una mera gracia, sino en su opinión casi un milagro: que su Madre la autorizara a entrar en el Convento. En la misma Cueva redacta una carta a su director espiritual al haberse cumplido el año mostrándole su opinión: «Padre, quiero que sepa que yo sigo pensando lo mismo»... La Santina escucha sus ruegos y el director espiritual respalda su decisión, y su madre, doña Cristina Chico de Guzmán, le dio su aprobación el mismo día que Maravillas se lo pidió paseando ambas por el Retiro de Madrid. Ingresó finalmente en clausura el 12 de octubre de 1919.
Años después, en una carta escrita por Madre Maravillas con la que respondía a su cuñada Adelaida, le decía lo siguiente: «Mucho te agradecí tu
recuerdo del día 8 y tus oraciones en
Covadonga: ¿te acuerdas? Yo nunca olvido la visita que hice allí con vosotros, y no
dudo que la Santísima Virgen fue quien me
concedió entonces el poder entrar al fin en
su Carmelo».
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